<<EL NUEVO CHAFARDERO INDOMABLE
NÚMERO 161 ANNO VIII>>
PRIMERA PLANA
El domingo 20 de marzo se manifestaron los trabajadores del campo -cien mil según los medios afines al gobierno; muchos más según los desafectos- por las calles capitalinas en protesta por los elevados precios del gasóleo y la electricidad y, por contra, los escasos ingresos que obtienen por sus productos. Entrevistados por periodistas a pie de calle, algunos afirmaron que "el gobierno había abandonado al campo" y que "no podían seguir trabajando a pérdidas". Sin discutir la justicia de sus reivindicaciones -la energía ha alcanzado precios intolerables, muy próximos al robo descarado-, queremos recordar que muchos agricultores y ganaderos están subvencionados por este gobierno y la Unión Europea. Tampoco vamos a incidir en los rumores que vinculan esta manifestación con algunos partidos políticos, pues, al fin y al cabo, todas las huelgas tienen connotaciones políticas.
En la citada congregación también participaron numerosos cazadores (el 85% de los participantes en la manifestación citada para lo que se gastaron 1'4 millones de euros en fletar autobuses, aunque siguen sin poder pagar los elevados precios de los carburantes) -alguno llevó a su hijo sentado en una sillita de ruedas y a sus perros, tristes por no poder cazar ante las innumerables trabas administrativas según sus dueños-. Se definieron como ecologistas y amantes de la Naturaleza, tal vez por eso muchos queman los montes para que salgan los animales que los habitan y poder matarlos más fácilmente; también se calificaron como deportistas, tal vez por eso utilizan venenos, lazos, cepos y redes para atrapar a sus peligrosos rivales cuadrúpedos y alados, y amigos de los animales; por eso ahorcan a sus perros con lazos corredizos, cuando acaba la veda para cazar. Por contra, nada dijeron, o nada oímos, del plomo que expulsan sus escopetas y contamina los suelos de esa patria que tanto dicen amar ni del gasto que implica eliminarlo (siempre y cuando se realice). ¿Cómo pueden considerarse trabajadores rurales unos individuos que sólo producen sangre y muerte en el campo y no dudan en agredirlo para alcanzar sus objetivos? ¿Qué tipo de deporte es aquél en el que el rival parte con desventaja y apenas tiene posibilidades de ganar o, en este caso, salvar la vida? Aceptando que, tal vez, seamos ignorantes en la materia -nos limitamos a referir lo visto y oído-, nos parece más deporte, por justo y natural, la persecución de un galgo a una liebre o de un halcón a una paloma por ejemplo que masacrar a cientos de animales por simple placer en una montería o disparar a un ciervo indefenso por desprevenido desde quinientos metros o más de distancia con un rifle dotado de mira telescópica en una cacería organizada -y bien cobrada- por un organismo público en un Parque Natural o un paraje protegido con la excusa del "exceso de ejemplares". En este caso, ¿quién decide el número máximo de animales que pueden o deben vivir en un territorio determinado? ¿Utiliza criterios estadísticos, ecológicos o crematísticos? Parece que los animales sólo existen para nuestro beneficio y diversión como afirman los ganaderos taurinos y esos grandes deportistas que son los cazadores. Habrá ganaderos y agricultores que también sean cazadores -¿quién no ha matado algún conejo para comer un día?-, pero sus reivindicaciones siempre serán diferentes y, tal vez, contrapuestas.
Por otro lado, una organización minoritaria de transportistas por carretera -informaciones posteriores, desmentidas más tarde por el interesado, señalaron que su portavoz y líder, señor Hernández, poseía dos Mercedes, a los que llama cariñosamente Zipi y Zape, declaró en concurso de acreedores en 2018 la empresa familiar de camiones, por lo que no pudo indemnizar a sus trabajadores y ocupó el número doce en las listas de Vox de su pueblo natal, Hellín (Albacete)-, también supuestamente relacionada con partidos de la oposición para deslegitimizarla tal vez, convoca una huelga, que ha logrado alterar el abastecimiento a los mercados y provocar cierta psicosis entre parte de la población, por el citado aumento de los precios de los carburantes y para que desaparezca la subcontratación en el sector; pues, como cabe comprender, disminuye sus ingresos y vida en general, mientras sube lo demás. Por otro lado, la Administración se niega a reunirse con sus representantes por considerarlos violentos, con lo que el problema de desabastecimiento y consiguiente subida de precios se enquista, y acuerda una subvención al gasóleo de quinientos millones -parte de la cual asumirán las distribuidoras y comercializadoras de combustibles, lo que puede suponer un incremento en el precio de los demás carburantes- con la asociación mayoritaria de transportistas (Comité Nacional de Transporte por Carretera) a la que los huelguistas no reconocen y consideran responsable de la subcontratación. Alegan que se actúa contra la lógica para perpetuar el problema, mientras el gobierno anuncia una solución para los próximos días. Esperemos que no llegue tarde.
Como éramos pocos, los pescadores amarran sus barcos por los mismos motivos que los transportistas, generando las mismas consecuencias que estos. Días después, la desconvocan tras reunirse con el ministro del ramo.
Entremedias, el gobierno cambia nuestra relación con el Sáhara occidental -tierra rica en minerales y fosfatos-, lo que ha provocado críticas generalizadas de sus socios y la oposición; así como de Argelia, suministrador básico de gas a nuestro país y situado en parte de esa región, aunque no de Marruecos como cabía esperar. Relacionado con este movimiento, se reanudan los vuelos de devolución de inmigrantes ilegales provenientes de esa zona; lo que tal vez no sea casual.
El río viene revuelto sin que se atisbe la calma.
¿QUÉ SUCEDIÓ EN ESTOS DÍAS?
- Seis meses de cárcel a un guardia civil por denunciar "el olor fétido" de un superior.
- El Defensor del Pueblo recibe quejas de inversores en criptomonedas que han perdido su inversión,
- "Cáritas está controlada por Podemos", Francisco Marhuenda, director de "La Razón", dixit.
- El Ayuntamiento socialista de Tarancón prohíbe por teléfono el uso de las sirenas antiaéreas que recordaban a las víctimas de los bombardeos de la Legión Cóndor el 22 de marzo de 1937.
- Se ofrece okupa con experiencia para desalojar inquilinos.
- Una ley obliga a la banca a hacer más grande la letra pequeña (por lo que será "normal").
- Los talibanes prohíben pasear juntos a hombres y mujeres.
- Dos seguidoras de la selección de fútbol portuguesa piden esperma a Cristiano Ronaldo tras el partido con Macedonia del Norte.
- La Comunidad de Madrid contrata como asesor taurino a Ortega Cano.
- Una conductora emplea para aparcar la tarjeta de minsuválido de su ex jefe muerto.
OLDIES
Javier Krahe, acompañado de Sabina, canta su inmortal "Cuervo Ingenuo", un tema que podríamos relacionar con el cambio de chaqueta con el Sáhara u cualquier decisión política.
.https://www.youtube.com/watch?v=q6Sw0evCIEw
LITERALIA
LA
IMPORTANCIA DE LA PRECISIÓN
Tuve
que luchar desde muy joven para labrarme un futuro. Octavo
descendiente de unos humildes labradores, mi madre murió a
consecuencia de su treceavo parto en quince años. Yo tenía seis. Mi
padre, vencido por el dolor, se entregó a la bebida y desapareció
una noche sin Luna junto a mis hermanos Jacques y Pierre, de doce y
trece años respectivamente, cuando las tropas reales invadieron
nuestra aldea en busca de todos los varones aptos para la guerra.
Corría
el año de 1785, cuando mi familia superviviente y yo fuimos
recogidos en el convento de Nôtre-Dame des Victoires, sito en Caen.
El altar mayor estaba presidido por una muchacha, vestida con prendas
masculinas, ardiendo en una gran pira y rodeada por gente de armas.
Nuestros tres años de estancia en tan generoso establecimiento
fueron una sucesión de duras jornadas que comenzaban a maitines y
finalizaban a completas. Servíamos las tres comidas del día;
preparábamos la bière du couvent; trabajábamos en los huertos;
limpiábamos las celdas de las hermanas, mientras éstas cosían en
el refectorio; lavábamos y planchábamos los blancos hábitos de la
Orden y, finalmente, ayudábamos en los oficios religiosos que
celebraba un enrojecido Dom Vineux, confesor oficial de la
congregación. A cambio, recibíamos una hora de lectura y
caligrafía, dos raciones diarias –un trozo de pan duro y un plato
de sémola fría- y un jergón de paja situado junto a los establos
del monasterio.
En
1788, logré escapar y, tras penosas marchas en las que caminé de
sol a sol y comí lo que hallaba durante el trayecto, llegué a París
sucio y desnutrido. Sin oficio ni beneficio, recorría la ciudad
durante el día y pernoctaba en centros de beneficencia.
Una
mañana desemboqué en una plaza desconocida, donde, subido a una
tarima, un oficial de dragones se dirigía a un numeroso grupo de
ociosos, lisiados y mujeres desgreñadas con niños famélicos entre
sus brazos. Me acerqué hasta ellos y pronto comprendí que el
militar pretendía alistarlos en los ejércitos reales. De pronto, un
numeroso grupo de civiles más o menos uniformados apareció por una
esquina.
¡Son
los jacobinos! – exclamó un mozalbete de mirada despierta.
¿Cómo
lo sabes? – pregunté ignorante.
Porque
llevan el gorro frigio y pantalones de paño a rayas – me
respondió.
¡Vivan
los sans-culottes! – gritó una voz anónima.
¡Viva
la Revolución! ¡Abajo la tiranía! – secundó otra.
¡Viva,
viva! – coreamos todos los reunidos.
El
oficial mandó cargar las armas a sus soldados y detener al primero
que habló, acusado de alta traición, entre los improperios y
amenazas de los recién llegados.
Cuando
todo parecía indicar que la lucha sería inevitable, apareció otro
grupo encabezado por un hombre de cuidada melena que, con su sola
presencia, calmó los ánimos de los presentes.
Los
jacobinos abrieron filas y le saludaron con gestos de gran respeto y
admiración.
¡Viva
el ciudadano Robespierre! – gritó uno de ellos.
¡Viva
“El Incorruptible”! – secundó la multitud.
¿Sucede
algo, capitán? – inquirió tan notable personaje.
No,
ciudadano. Reclutaba soldados para mi regimiento, cuando un
revolucionario ha intentado exaltarme a la población con sus
proclamas.
No
necesitan que les animen. El pueblo está cansado de los abusos y
privilegios reales. Presiento que muy pronto rodarán cabezas –
auguró finalmente.
¡Viva
Robespierre! – volvieron a gritar.
¡Viva,
viva! – contestó el gentío.
Los
sombreros volaron por los aires. Los hombres se abrazaron a las
mujeres. Algunos tullidos agitaron amenazadoramente sus muletas.
Sin
pronunciar más palabras, el hombre abandonó la plaza junto a sus
acompañantes y otros muchos curiosos que no teníamos nada que
hacer. Mientras le seguía, pude leer un pasquín en el que se
ofrecía trabajo bien remunerado, techo y dos comidas diarias.
Llegamos
hasta una sede de “El club de los Jacobinos”, donde el ciudadano
Robespierre fue acogido con grandes vítores. Nos tomaron la
filiación y nos impusieron en la solapa una escarapela tricolor como
nuevos miembros de la asociación.
En
vista de que allí sólo hablaban de política, robos de armas,
sabotajes y otros métodos cruentos para abolir la monarquía borbona
e implantar un gobierno basado en “la libertad, la igualdad y la
fraternidad de todos los ciudadanos” y nadie se acordaba de
satisfacer las necesidades más perentorias de sus afiliados,
abandoné el local y me dirigí hacia la dirección que indicaba el
anterior cartel. Dado mi desconocimiento de la urbe, tuve que
preguntar a diversos viandantes durante el recorrido.
Llegué
hasta un edificio gris de ventanas completamente cerradas. Golpeé
tres veces con la aldaba en el portón, que se abrió con gran
aparato de chirridos. Me atendió un hombre tuerto que preguntó el
motivo de mi presencia. Tras responderle que había leído el cartel,
me hizo pasar en silencio. Después, miró a diestra y siniestra y
cerró la portada. Me tomó por los hombros y me condujo hasta un
cuarto oscuro de techos muy altos. En la pared oriental, había un
camastro de campaña; frente a él, una mesa y una silla, ocupada por
un hombretón de frondosa barba negra.
Los
siguientes meses transcurrieron entre clases teóricas -donde
aprendí, entre otras cosas, la importancia de un buen afilado- y
prácticas –donde fui perfeccionando la precisión de mis golpes-.
Asimismo, corté mucha leña para desarrollar los músculos y proveer
de madera a la cocina.
Mi
primera aparición pública tuvo lugar con motivo del ajusticiamiento
de un famoso bandolero que robaba a los ricos para repartir el botín
entre los más pobres. Sus majestades asistieron al evento y, tras le
ejecución, me felicitaron personalmente por mi juventud y por el
rigor con que desempeñaba mi empleo.
Tenía
dieciocho años y había encauzado definitivamente mi vida. Con el
primer sueldo, alquilé una habitación en la posada de madame
Poquerin.
Meses
después, nos reunieron a todos en el patio de la Bastilla. Frente a
nosotros, se hallaba un extraño artilugio con una afilada cuchilla
en su parte superior. Su redescubridor –parece que ya se utilizaba
en la Edad Media-, un médico apellidado Guillotin, nos habló de las
grandes ventajas del trebejo; ponderado, especialmente, por “su
delicadeza con las víctimas”. Además, dada su facilidad de
manejo, disminuía el esfuerzo físico, lo que nos permitía atender
a más condenados.
Proseguí
mi vida dentro de una cierta rutina profesional que incluía las
francachelas con los colegas en las tabernas, donde podíamos
coquetear con las camareras; aunque nunca llegué a hacerles
proposiciones deshonestas a pesar de la liberalidad de costumbres que
reinaba por entonces. Además, compartía mi lecho desde hacía unos
días con un apuesto palafrenero llamado Jean de la Touraine.
El
catorce de julio de 1789 no se me olvidará fácilmente. Dormía en
los aposentos de la guardia, cuando un gran alboroto me despertó de
improviso. Oí gritos y disparos. Salí al exterior y me encontré
frente a una furibunda multitud de sans-culotte y soldados rebeldes
que, provistos de todo tipo de armas, habían asaltado la Bastilla.
Tras derrotar a la sorprendida guarnición, nos desarmaron, nos
formaron en el patio y se disponían a fusilarnos, cuando preguntaron
si había algún jacobino entre nosotros. Recordé la escarapela
tricolor y avancé un paso. Acompañado por dos revolucionarios,
llegué hasta mi aposento y les mostré la divisa. Por obra y gracia
de mi buena memoria, contemplé la ejecución de mis excamaradas.
Pasé a prestar servicios a las órdenes directas de la Asamblea
Nacional. Las prisiones se fueron llenando de nobles y otros
personajes políticamente molestos. Surgieron las delaciones, con el
subsiguiente aumento de los arrestos; lo que obligó a requisar
muchos palacios y convertirlos en “cárceles del pueblo”. Los
carros repletos de condenados circulaban durante las veinticuatro
horas del día en una fatídica procesión de reos agarrotados por el
terror. Trabajábamos en turnos de doce horas y nuestras ropas, que
olían a sangre, mostraban un tono rojizo que las lavanderas no
conseguían quitar a pesar de sus denodados esfuerzos.
Atraído
por mi creciente fama, el ciudadano Robespierre me visitó una noche
en mis habitaciones; mientras Jean estaba en la calle comprando
vituallas. Tras elogiar la calidad de mis trabajos, me animó a
seguir perfeccionándolos; para añadir que aún no había llegado
nuestra hora, aunque la presentía muy cercana.
Días
después, pronunció un discurso tan devastador contra la figura de
Luis XVI ante la Convención que sus miembros aprobaron por mayoría
su inmediato arresto y el de su familia. Al poco tiempo, insistió
ante el mismo foro en la conveniencia de ejecutarlo públicamente
como símbolo de una nueva era sin dictaduras ni humillantes
privilegios. Subyugados por su brillante oratoria, los
revolucionarios ratificaron su moción y firmaron la condena real.
Durante
el trayecto hacia el cadalso, los monarcas soportaron con fortaleza y
serenidad los insultos y vejaciones de la multitud, hábilmente
arengada por algunos revolucionarios.
María
Antonieta subió hasta el patíbulo con la elegancia propia de una
gran dama. Sin mirar a nadie determinado, colocó su real cuello bajo
la cuchilla y empezó a rezar entre los bramidos del populacho.
Cuando cayó la hoja y segó su vida, la muchedumbre paseó su cabeza
por toda la plaza entre gritos de “¡Libertad, libertad!”. Luis
XVI, menos entero, precisó la ayuda de dos solícitos ciudadanos que
lo llevaron en volandas hasta la guillotina. Un nuevo alarido
catártico secundó el fin de sus días. El Delfín moriría en
presidio poco después en extrañas circunstancias.
La
sed de sangre continuó aumentando hasta alcanzar a los principales
impulsores de la Revolución. Por eso, no extrañó a nadie que, un
año después, la Convención sentenciase a muerte al mismísimo
Robespierre por sus incontables crímenes contra el pueblo. Como
había llegado nuestra gran hora, fui el encargado de ejecutar dicha
condena.
“El
Incorruptible” se presentó ante mí muy sereno, con la mirada
perdida en el infinito. Se desató el pañuelo de seda y se abrió la
camisa. Repitiendo la tradición, su cabeza fue paseada entre una
multitud ávida de venganza que, tras liberarse del Terror, deseaba
iniciar una convivencia más pacífica.
Entonces,
grité reclamando su atención. Cuando todas las miradas convergieron
en mi, empecé a desvestirme lentamente hasta quedar desnuda ante
todos los presentes. Siguió un silencio perplejo. Después, una voz
anónima gritó: “¡Libertad, igualdad, fraternidad!”. El lema
fue coreado por todos los reunidos. En ese momento, me sentí
recompensada por todos mis sacrificios; especialmente la ocultación
de mi verdadera identidad, pues, a pesar de la liberalidad vigente en
la Francia revolucionaria, difícilmente una mujer hubiera llegado a
desempeñar un cargo tan importante en aquellos años como el de
verdugo público.
CRÓNICA DE SOCIEDAD (urbi et orbi)
- En la antigua Roma, un monitor era, según la RAE, "un subalterno que acompañaba al orador en el foro para recordarle y presentarle documentos y objetos que debía utilizar durante su discurso" y también "un esclavo que acompaña a su amo por las calles para recordarle el nombre de las personas que iban encontrando durante su trayecto".
- Se utilizó mucho en Persia y la India. Consiste en una daga de hoja ancha que se puede abrir, apareciendo otras dos más pequeñas, con una empuñadura en forma de hache. Se ata a la mano mediante cuerdas o ligaduras al antebrazo. Recibe el curioso nombre de katar.
- Marina de la Vega (1924-2011), montañesa hija de represaliados, espía durante la IIª Guerra Mundial al servicio de Francia, Medalla de la Resistencia Francesa, cazadora de nazis refugiados en España, salvadora de muchos judíos que cruzaban los Pirineos y se escondían en pisos francos de la capital hasta que recibían documentación falsa, una nueva identidad y podían viajar a países libres por lo que fue condecorada por el Parlamento Europeo. Marina de la Vega, una heroína desconocida que se definía como "masona, republicana y roja a mucha honra".
FRASE DEL DÍA (sea el que sea)
"La ley tiene un sueño: introducirse tan profundamente en los individuos que terminen vigilándose ellos mismos".- (J.M. Coetzee, Premio Nobel de Literatura australiano, antes sudafricano).
CONTRAPORTADA