<<EL NUEVO CHAFARDERO INDOMABLE
NÚMERO 167 ANNO VIII
PRIMERA PLANA
El gobierno Zapatero aprobó en 2006 Educación para la Ciudadanía, asignatura que provocó un gran rechazo conservador por entender que adoctrinaba a los alumnos, es decir, que los adoctrinaba de forma diferente a la tradicional desarrollada por la Santa Madre. Fiel a su perenne servicio a la patria, la fundación FAES, controlada por el ínclito José María Aznar, semillero de ideas vinculado al PP -lo que puede hacer comprender el gran nivel de sus integrantes-, analizó en profundidad la citada asignatura, mediante el examen detallado de varios libros de texto, y concluyó que “tenía una inspiración marxista”, condición inaceptable en un país de rancio abolengo nacionalcatólico. Quizá por esta razón huela tan mal de vez en cuando.
En un documento que presentó la pizpireta Ana Pastor, ministra en algún momento, caída en desgracia por la Gurtel y no percatarse de que su ex, con el que seguía conviviendo, tenía un Jaguar en el garaje familiar que no recordaba haber comprado, la FAES señalaba que “los manuales (de la asignatura) razonaban continuamente en clave marxista (lo que nos hace pensar que sus autores conocían las ideas de Marx o su apellido al menos), difundían valores anticapitalistas, antiamericanos, anti PP y anticristianos”. Siendo mal pensados (de vez en cuando, como todos), podríamos colegir que la torva mano del obispo Rouco estaba detrás de dicho documento.
Pero, ¿cuáles eran los valores que producían el rechazo conservador?
Como prueba del antiamericanismo de la asignatura, el documento de la FAES cita el siguiente párrafo: “El consumo de jamón serrano fue durante muchos años ilegal en Estados Unidos, ya que era considerado insano al tratarse de carne cruda simplemente salada”. Tras leer argumento tan razonable, aplaudimos la decisión usamericana; pues supondrá más raciones de tan exquisito manjar para sus numerosos admiradores. El documento también destaca que los manuales de la asignatura incluían “imágenes de la cárcel de Guantánamo” y el párrafo en que se informaba de que “sólo Estados Unidos y Somalia no habían ratificado la Convención de los Derechos del Niño promovida por la ONU en 1989”.
Como elementos antiPP señala la frase: “que se aprobó la Ley Orgánica de la Educación con el voto en contra del Partido Popular”.
Considera un elogio del pensamiento progre, coletilla seguida años después por Vox: “El gran triunfo de la juventud llegó a finales de la década de 1960. Mayo del 68 ha quedado como una fecha simbólica del comienzo de un profundo cambio de rumbo en el modo de entender la vida”.
Como pensamiento antiliberal, entiende la inclusión del obispo Casaldáliga, representante de la Teoría de la Liberación y candidato al Nobel de la Paz en 1989 y la frase: “Educar en democracia es iniciar en los valores de la participación, porque el hombre es social y comunitario y no puede quedar reducido al ámbito de lo individual”.
El documento encuentra rechazo “a la libertad económica” en los párrafos: “Una de las consecuencias del consumismo es el aumento de las diferencias entre los países desarrollados y los países del Tercer Mundo” y “Mientras unos pocos amasaban ingentes fortunas, la inmensa mayoría malvivía con pequeños salarios o se moría de hambre en el paro”.
Como pensamiento antiglobalización menciona los párrafos: “Nuestro mundo se ha desarrollado gracias a las riquezas y la mano de obra barata del Tercer Mundo” y “La clave para eliminar las diferencias entre el norte y el sur reside en la actitud de los países”.
Denuncia como doctrina económica marxista que “los países desarrollados en buena medida lo son, porque históricamente colocaron a los países pobres a su servicio y lo ha mantenido así”. También considera un elogio al comunismo revolucionario mencionar una canción del cantautor Ismael Serrano.
Por último y no menos importante, el documento critica el libertinaje sexual que propaga la citada asignatura por incluir frases como: “Es más, en la mayoría de nuestras relaciones sexuales intentamos exclusivamente disfrutar, mostrar nuestro afecto, compartir nuestro placer, procurando evitar el embarazo”.
¡Es tranquilizador saber que hay personas desinteresadas que velan por los intereses ciudadanos!
¿QUÉ SUCEDIÓ EN ESTOS DÍAS?
- Se le aparece su abuelo cada vez que se sienta en la taza del vater.
- Vox se querella con la editorial Santillana por llamarles nazis en uno de sus libros de texto.
- Detenido por homicidio un camionero al circular con un hombre colgado del retrovisor durante tres kilómetros.
- Almeida rescata la escultura del legionario y la colocará frente al Cuartel General del Estado Mayor
- GRANJA RAMOS: ¡HUEVOS FRESCOS!... DEL CULO A LA BOCA.
OLDIES
"Love for sale", un clásico de Miles Davis interpretado por Edward "Cannonball" Adderley, saxofonista alto encuadrado en el hard bob y el soul jazz. Íntimo y relajante.
https://www.youtube.com/watch?v=4tSYXpq2kW0
LITERALIA
MONDO CANE
Por más que lo pidan los políticos, no puedo sentirme solidario con los cuatro millones largos de parados que soporta el país – comenté a mi vecino Juan, mientras tomábamos un café cerca de la Oficina de Empleo.
¡Claro, eres uno de ellos! – reconoció éste.
Y tú, ¡no te digo!
Y hoy nos toca sellar la demanda. Llevo tres años apuntado y no he recibido ni una sola oferta. Dejé de cobrar el subsidio hace uno, y, desde entonces, sobrevivo a base de chapuzas.
En todo caso, tienes para comer y vestir a los chicos.
¡Veremos cómo nos arreglamos con el que viene para otoño!
¡Joder, macho, no paras!
En algo tenemos que entretenernos mi señora y yo.
¡Ya, ya!... Vamos a la cola, que abrirán dentro de poco.
Aboné las consumiciones, y cruzamos por el semáforo al otro lado de la calle.
En la fila, coincidimos con otros colegas que habíamos conocido meses atrás en el mismo sitio y por el mismo motivo. El conserje abrió la puerta a las ocho y media en punto de la mañana. Dos horas antes, mi esposa había salido de nuestro domicilio camino del banco donde limpiaba tres veces por semana por seiscientos euros al mes, y, desde allí, se marchaba a un gran almacén donde hacía lo mismo hasta las ocho de la noche por cuatrocientos, un sueldo inferior a los hombres que realizaban el mismo cometido. Mis cinco hijos han aprendido desde pequeños a valerse por sí mismos, y la mayor se ocupa de dejar a sus hermanos en los respectivos colegios antes de llegar al suyo; gracias a un permiso que le dio su director en atención a nuestra delicada situación económica.
Entregué mi solicitud al empleado, y, mientras comprobaba mis datos y me la sellaba como prueba de asistencia, me senté en la SALA DE ESPERA y hojeé el “AS”. Encendí el primer cigarrillo del día. Por fortuna, el Madrid se mantenía líder, aunque empatado con su eterno rival. ¡No iba a ser todo negro en mi vida!
Tras devolvernos las demandas, Juan se despidió de mí; porque le esperaba un cuñado para completar una cuadrilla de albañiles en una empresa constructora subcontratada por una gran inmobiliaria que edificaba chalets adosados en Boadilla del Monte; unas viviendas que, salvo milagro en la lotería, mi vecino nunca podría comprar. Carecía de seguro, y, si le pillaban, podía perder la demanda de empleo; pero se llevaba un buen dinero a casa y no estaban los tiempos para respetar algunas normas.
Fui dando un paseo hasta el metro a través de la Casa de Campo. Como era miércoles, algunos jubilados pescaban en El Lago. Me hubiera gustado quedarme un rato con ellos, pero tenía una cita en el centro de la ciudad. Regresé a la superficie, cuando mi reloj señalaba las nueve y cuarto de la mañana. A pesar del frío reinante, caminé lentamente por una calle Fuencarral con pocos transeúntes y, más extraño todavía, con un tráfico casi inexistente; aunque aún no la habían peatonalizado. Torcí por Augusto Figueroa, y, al llegar a la tahona, golpeé tres veces con el puño en la desvencijada puerta de la entrada. Del interior, emanaba un olor a humedad y orines resecos.
Uno de los gatos que cuidaba doña Remedios, la mujer del dueño, surgió de la oscuridad y maulló lastimero. Habían tapado la gatera con periódicos sujetos con alambre. Segundos después, apareció la citada y le franqueó la salida. Me saludó con un:
Llegas tarde. Te lo descontaré del sueldo.
Vengo de la Oficina de Empleo, porque me tocaba sellar la demanda. Se lo dije a su hijo.
¡No es mi problema! Además, no me mientes a ese malnacido al que no veo desde hace ocho días. Luego me vendrá llorando para que le saqué del embrollo, el muy sinvergüenza.
¿Sabe si hay mucho trabajo? Querría irme un poco antes para recoger del colegio a mis hijos.
¡Y yo qué sé!... Pregúntale a Víctor.
¿Han llegado ya los guantes y las mascarillas?
¡Qué fino nos has salido! Aquí no queremos maricones.
Se trata de higiene, doña Remedios. Piense en los clientes.
Lo único que me interesa de ellos es su monedero. ¡Ladrones, que sois todos unos ladrones!
Con las mismas, dio media vuelta y me dejó solo con mi extrañeza. Pensando todavía en la última conversación, llegué hasta el vestuario; donde ya estaban Jacinto, oficial primera pastelero, y Margarita, dependienta y cajera por el mismo precio.
A lo lejos, oíamos la bronca que le había armado doña Remedios a Marisa, la otra vendedora. También podíamos escuchar sus sollozos y la infaltable frase final del rapapolvo:
¡Y cómo venga por aquí el mariconazo de tu novio, te despido, y te denuncio por robarme la caja!
Invariablemente, la chica aumentaba la intensidad de su llanto; aunque nunca conseguía reducir la cólera de la jefa.
¡Llora, llora, cacho puta!... Estás deseando que te sobe y te folle ese chulo que tienes por querido.
Apareció Víctor y nos saludó con un:
¡No os pago por holgazanear!... ¡Moved el culo, desgraciados!
Hace cinco meses que no cobro – señaló Jacinto.
Y éste tampoco por comunista. Además, me he enterado que trabajas por la tarde en otro sitio, desagradecido; así que no necesitas mi dinero, atracador de alcantarilla.
Margarita terminó de abrocharse la bata y se fue hacia la tienda; donde doña Remedios empezó a cagarse en su madre recientemente fallecida, y a acusarle de llevarse género a su casa que luego vendía los drogadictos de sus hermanos; aunque era hija única.
Rompió a llorar.
En todo caso, era un consuelo saber que la jornada transcurría igual que todas y que, por tanto, teníamos unas pautas a que atenernos.
Entramos al taller, donde nos reunimos con Luisito, el aprendiz, y con Ricardo, el transportista. Encendí la amasadora, y, mientras realizaba su tarea, me dediqué a pintar con miel unas ensaimadas del día anterior. Era la única forma de venderlas como recién hechas. Entretanto, Jacinto adornaba varias tartas de cumpleaños que sólo hacíamos por encargo.
En la radio, sonaban pasodobles que bailé con mi señora cuando éramos novios, y que sólo interrumpían para dar breves anuncios informativos que nos convencían de que la barbarie seguía dominando el mundo.
Víctor reapareció para exigirnos más esfuerzo y rapidez, y comentarnos que, si preguntaba su mujer por él, estaría resolviendo unos asuntos personales; lo que interpretamos como que estaría en el bar de la esquina –“EL RANCHO GRANDE”- a tomarse unos cubatas y colocarse lo justo para soportar otro día más.
Cuando ya salía del obrador, entró Estebitan, el contable, un joven miope que había heredado el puesto de un tío suyo; quien, tras jubilarse de la EMT, se despidió de todos nosotros con una sonrisa que no le habíamos visto en los doce años que estuvo en la pastelería. Traía un sobre en la mano.
¡Buenas tardes! –señaló el oficinista-. Señor Víctor, tengo que hablar con usted.
¿Ahora mismo?
Es referente a esta carta. La remite la Asociación Provincial de Confiteros y viene a su nombre.
¿Y qué?... Yo no pertenezco a esa entidad.
Se trata del nuevo convenio colectivo.
¡Shhh!... ¿Quieres arruinarme? – respondió Víctor.
Le cogió del brazo y le sacó de la habitación hacia su despacho. Actor aficionado, Estebitan nos relató más tarde con todo detalle la conversación que mantuvo con el jefe; atreviéndose a imitarlo con admirable parecido.
Si me sorprende, sólo perderé los trescientos euros que me paga al mes – repetía siempre que le advertíamos del riesgo que corría. ¡No está bien burlarse de los superiores, aunque fueran tan mezquinos como los nuestros!
¿De qué diablos hablas? – preguntó Víctor-. En esta casa, no se estilan moderneces como convenios colectivos o revisiones salariales. Yo soy la ley y el que no esté de acuerdo, a la puta calle.
Pueden denunciarle por incumplimiento de la legislación vigente.
¡Que se atrevan! –vociferó, colérico-. Conozco a todos los jefazos del sindicato vertical, y, con una simple llamada telefónica, me mandan a unos muchachos para restablecer el orden en la plantilla.
¡Está un poco desfasado!... Vivimos en democracia y ya no existe el sindicato único.
¡Ah, los rojos han terminado venciendo!... ¡Hemos caído en manos de las huestes bolcheviques!
Como le iba diciendo –terció Estebitan para llevar la conversación a términos más coherentes-, en esta carta se le comunica la fecha de entrada en vigor del nuevo marco salarial interprofesional para todas las categorías y adjuntan un ejemplar del convenio para que actualicemos las nóminas desde este mismo mes.
¡Quieren llevarnos a la ruina, Remedios, a la ruina! –gritó Víctor, fuera de sí-. Pero antes, pasarán por encima de mi cadáver.
Como cabía esperar, apareció su mujer y preguntó:
¿Qué sucede aquí?
Éste, que no sé qué dice de subidas de sueldos y convenios laborales.
Ya te dije que llevaba el pelo demasiado largo para ser gente de fiar.
Su tío ha sido un empleado modélico y era lo menos que podíamos hacer por él.
Me limito a obedecer la ley – señaló el contable.
En mi casa –dijo la mujer-, sólo respetamos las leyes que nos convienen.
Además, no tenemos ningún empleado fijo – añadió su marido.
Lo que nos libra de cumplir cualquier maldito convenio.
Encima que les hacemos un favor por dar trabajo a toda esa chusma de putas y vagos, quieren que les subamos la paga – insistió Víctor.
¡Qué bien hablas, cariño! – remató su mujer.
Asombrados por tratarse sin insultos y amenazas, el matrimonio se miró con incredulidad. Doña Remedios fue la primera en reaccionar.
Jacinto lleva con nosotros veintitantos años, así que podríamos despedirle a cambio de una pequeña indemnización por renunciar a sus derechos.
¡Perfecto! –agregó su marido-. Con lo que nos quedamos con éste, el parado –que no protestará, porque necesita el dinero-, los de la noche –que no saben nada del maldito convenio- y las dos chicas, que tampoco se quejarán, porque quieren casarse pronto.
Siempre lo mismo: folleteo y más folleteo – comentó doña Remedios.
Les recuerdo –intervino Estebitan- que, si despiden a Jacinto, tendrán que darle una millonada; dado que, al corresponderle un mes por año trabajado, sale una indemnización muy alta.
¡Antes lo mato! – gritó la mujer.
¿Y tú, cómo sabes tanto? – inquirió Víctor.
Es mi obligación. Soy el contable, ¿recuerda?
Además, trabaja por la tarde en otro sitio, ¡el muy caradura! – prosiguió el jefe.
El pluriempleo no es ilegal – añadió el oficinista.
¿Quién iba a decírmelo? –se preguntó doña Remedios-. ¿Recuerdas, cuando le recogimos de aquella inmunda panadería donde no sacaba ni para comer?... ¡Qué tontos somos, querido!.
¡Ya no puedes fiarte de nadie! – se lamentó éste.
Si no incluyen las subidas este mes, pueden denunciarles ante Magistratura, y, si pierden, tendrían que pagar además una multa.
¿A cuánto asciende el incremento?
Unos veinte euros brutos por empleado, aunque depende de la categoría.
¿Qué quieres decir con “brutos”? – preguntó doña Remedios.
Cantidades totales antes de descuentos, que también subirán. Por lo que, en realidad, sólo cobrarán la mitad.
¡Acabáramos! –dijo Víctor-. Haz las nóminas como señale el convenio, que ya decidiré si las pago, o si, por el contrario, hay alguna sorpresa muy pronto. Quizá, os eche a todos, y contrate a otro personal menos conflictivo. La ciudad está llena de gente que trabajaría por cuatro perras sin pedir nada a cambio.
¡Sería, porque desconocen la miseria que nos pagan! – comentó el oficinista.
Si no fuera por el cariño que guardamos a tu tío, no te aguantaríamos tantas impertinencias, niñato de mierda – le gritó doña Remedios.
Lo mismo digo, señora – añadió el aludido.
Me voy a resolver unos asuntos pendientes – dijo Víctor.
Después, salió del despacho y abandonó el local.
Entonces, llegó Marisa buscando a doña Remedios, porque necesitaba cambio.
¿Tú qué haces aquí, mala puta?
Una señora me ha dado cien euros y no tenemos monedas sueltas.
Voy contigo, porque no me fío un pelo de vosotras dos.
Las dos mujeres salieron de la oficina, y el joven se centró en su trabajo.
El último día de mes nos confirmó Estebitan la buena noticia del aumento de sueldo, tal y como estipulaba el nuevo convenio. Canturreábamos felices en el obrador, cuando se presentó Víctor acompañado de dos hombres muy bien trajeados. Nos reunió a todos y nos informó de que:
Estos caballeros representan a una importante cadena de tiendas para novias que me había hecho tiempo atrás una tentadora oferta por el local y que me resistía a aceptar, porque mi padre fundó este negocio de la nada y porque os tengo mucho aprecio a todos vosotros. Pero he vuelto a pensarlo, y, teniendo en cuenta su buena situación y que ya soy muy viejo para pelear con clientes y proveedores, he decidido venderlo; personal incluido. Por tanto, según mis cálculos, con el ahorro de vuestros salarios y de la Seguridad Social y poniendo a plazo fijo el dinero del traspaso, puedo vivir el resto de mis días sin dar un palo al agua – concluyó.
Estrechó la mano a los dos trajeados. Después, uno dijo:
No quiero que se hagan ilusiones con sus empleos. Necesitamos personal altamente cualificado y ustedes no...
¿Y yo qué? – le interrumpió Jacinto.
¿Qué le sucede? – se interesó el otro representante nupcial.
Que llevo veintitantos años en la empresa y tiene derecho a una suculenta indemnización – informó Estebitan.
No es asunto nuestro – respondió aquél.
¿Tú quién eres? – intervino su compañero.
El contable.
No te necesitamos. Ya tenemos nuestra propia gestoría.
Tampoco pensaba quedarme.
¿Cuánto cobras? – insistió.
Trescientos euros al mes.
Ni por esa menudencia.
Señor... –dijo su compañero, dirigiéndose a Jacinto-. Pásese por esta dirección (le tendió una tarjeta de bordes dorados) y hable con nuestros abogados. Estoy seguro de que llegarán a un acuerdo satisfactorio para ambas partes.
¡Ya sabéis! –gritó Víctor-. Dentro de unos días, otra vez al paro, ¡holgazanes!
¡Y no se equivocó! Esa misma semana vinieron a demoler las paredes del obrador, y comenzaron a construir las estanterías y los probadores. Tuvimos que dejar los pasteles a medio hacer. Las dos chicas se casaron al poco tiempo, y se dedicaron a sus labores. Estebitan aprobó unas oposiciones y trabaja, desde entonces, en la Seguridad Social. A Jacinto le dieron tres mil euros y un puesto de vigilante nocturno. Firmó tantos papeles que, cuando le despidieron al mes siguiente, descubrió que, entre ellos, había una renuncia a todos sus derechos; aunque... le quedaba el trabajo de la tarde. Y yo..., pues sigo haciendo cola en la Oficina de Empleo, mientras esperó que la suerte cambie y encuentre una colocación fija que me permita mantener a mi familia. Aunque, a mis cuarenta y cinco años, según dicen, ya soy muy viejo para trabajar.
¿Será cierto?
CRÓNICA DE SOCIEDAD (urbi et orbi)
- El papiro egipcio Rhind (1650 a.C.) incluye el valor del número Pi: 3'16.
- El matemático holandés Ludolf van Ceulen vivió en el siglo XVI. Dedicó la mayor parte de su vida a calcular los decimales de pi, llegando hasta los treinta y cinco. Para obtenerlos debió trabajar con polígonos de ¡un trillón de lados! El resultado lo convirtió en su epitafio: "3'1415926...".
- Se llamaba Ahasverus. Luego, Malcus, Cartophilus Gregorius, Joannes Buttadarus, Isaac Laquedem, Juan de los Tiempos o Juan Espera-en Dios. Era zapatero de la tribu de Neftalí. Camino del Gólgota, Jesucristo le pidió un vaso de agua al pasar por su humilde taller, próximo a la actual Iglesia del Espasmo, y se lo negó. Como castigo, fue condenado a "vagar por el mundo hasta el retorno de Cristo a la Tierra". Es conocido como el Judío Errante.
- Otto Witte (18782-1958), ciudadano alemán, artista de circo, buzo en la India, raptor de una bailarina española de un harén otomano, usurpador del trono de Albania durante cinco días, fundó el Partido de los Sin Partido y se presentó a las elecciones de la República alemana de 1932. Ante el asombro general, obtuvo 23-000 votos.