lunes, 5 de septiembre de 2022

chafardero 172

<<EL NUEVO CHAFARDERO>>

NÚMERO 172  ANNO VIII>>




PRIMERA PLANA


 Los cirujanos usamericanos Busch y Starling dedicaron parte de su tiempo -ya son ganas- a reunir en un artículo todos los objetos encontrados en el recto de pacientes y recogidos en  textos médicos. Lo titularon: "Extraños cuerpos rectales: casuística y minucioso repaso de la literatura universal". Por su alto valor educativo sobre la naturaleza humana, pasamos a citar algunos de  los objetos encontrados dentro de nuestros congéneres, hombres en su mayoría. ¡Ah, el amor siempre ha tenido caminos inescrutables o... demasiado frecuentados!

    32 botellas            12 vasos        7 bombillas            3 plátanos (uno con preservativo)

    4 zanahorias        3 pepinos        2 calabacines        1 patata

    1 nabo                   10 bastones    10 palos de escoba    1 afilador de cuchillos

    1 espumadera         3 linternas (encendidas, por supuesto)  1 alisador de cabello

    1 frasco de perfume                    1 rascador              1 cuerno de vaca

    1 pata de cerdo congelada       Varias gafas           1 pastilla de jabón

    Varios mangos de paragüas        402 piedras            Herramientas varias

    La llave de una maleta                1 petaca                  1 revista enrollada

    1 limón                                           1 bote de crema    1 ficha de dominó

    Varios clips

Pero los casos que más nos entusiasman -e intrigan- son: un individuo que se presentó en Urgencias con el intestino grueso lleno de cemento  fraguado -en su descargo podemos añadir que estaba borracho-, otro hombre con un punzón de hielo (tal vez el mismo de "Instinto básico) en su interior  y una joven que acudió al citado servicio hospitalario con un móvil con auriculares dentro de su vagina. Suponemos que tendría activada la vibración.

Estos inocentes ejemplos pueden producir carcajadas, perplejidad, escándalo..., pero encierran mucha ignorancia y soledad, o, tal como afirmó nuestro admirado Quevedo, que: "el vicio no está en entrar, sino en no salir".



¿QUÉ SUCEDIÓ EN ESTOS DÍAS?

- Condenan a diez años de cárcel a un mexicano por  envenenar a dos perros de rescate.

- Una diputada de Vox defiende en el Congreso que "la ley del sí es sí" busca la caída del hombre blanco heterosexual.

- Una auditoría húngara afirma que "un alto nivel educativo de las mujeres puede causar problemas demográficos".

- El alcalde capitalino presenta a Carmina Burana como una cantante real.

- Un sacerdote rechaza bautizar a una niña, porque la madrina "vive en pecado" al  convivir con un hombre sin estar casados (de los abusos eclesiásticos a menores ni hablamos).

- El mismo asesor que declaró inviable un Circuito del Motor en Tenerife aconseja ahora su construcción.

- Los padres de un alumno de cinco años piden despedir a la profesora por ser demasiado guapa.

- Núñez Feijóo afirma que tuvo al apóstol Santiago como asesor durante sus doce años de presidente gallego (en los que multiplicó por cuatro la deuda pública de la Comunidad, lo que debe considerarse un milagro suponemos).

- Un proyecto pionero en Sevilla reproduce un sistema persa de hace tres mil años para disminuir la temperatura de la ciudad.





 


OLDIES

El "duo de las flores" es un aria incluida en la ópera "Lakmé" (1883) del compositor romántico francés Leo Delibes. Delicada y elegante.

https://www.youtube.com/watch?v=wEeKrXK66cE



LITERALIA


SOLDADITOS DE PLOMO



Como todas las tardes desde hacía treinta años, el brigada Galíndez abrió la puerta de su balcón, se situó en el centro, examinó detalladamente su uniforme de gala, sus numerosas medallas e insignias de cursos realizados y el brillo fulgurante de su sable. Rondaba los sesenta años. En posición de firmes, mirada al infinito, gesto marcial, esperaba la llegada de los soldados del cercano cuartel donde servía para que le saludaran como correspondía a su doble condición de superior jerárquico y alcalde de la localidad. El brigada Galíndez era, se consideraba, un ejemplo para sus subordinados y sus vecinos; aunque era el único que defendía esa opinión.

A las cinco en punto, con el sol sobre el cerro donde estaba el regimiento, el bravo brigada Galíndez, responsable de varios oficinistas, esperaba, altivo y severo, el paso de los voluntarios forzosos, como los definió con acierto el capitán de la Plana Mayor, para devolver al acuartelamiento a todos aquellos que ignorasen el saludo reglamentario o se comportasen inadecuadamente (según su parecer) con la orden de presentarse ante el Oficial de Guardia para que los arrestase quince días en la Prevención.

El brigada Galíndez estaba orgulloso de su puntualidad británica -consideraba Gran Bretaña una nación modélica; a diferencia de la que había tenido la desgracia de nacer- y de su estricto y fiel -sin rechistar ni pensar- acatamiento de cuánta orden recibiese o formulase, así como de la necesaria firmeza en el trato con esa chusma que les enviaban cada tres meses para convertirles en auténticos hombres fieles servidores de la patria.

Estaba casado con doña Agripina, natural de Valladolid, mujer callada y anodina (según él), que pasaba las tardes jugando a las cartas y cotilleando (según él) en una especie de club femenino (según él) en casa de su vecina Dolors. En realidad, era una liga feminista (o lo que podía entenderse como tal en aquellos tiempos) en la que varias señoras casadas y respetables (por casadas) jugaban al ajedrez, cantaban tonadas revolucionarias, o leían panfletos prohibidos por el Régimen que conseguían a través del Jordi, hijo mayor de la citada Dolors, relacionado con círculos independentistas.

El brigada Galíndez no tenía hijos -ni los tendría, dada su edad-, lo que le llenaba de gran frustración y favorecía las actividades de su esposa. Un hombre sin descendencia era poco menos que un inválido. En su hogar, los papeles de ambos cónyuges estaban muy definidos, tal y como señalaban los sacrosantos valores tradicionales de una familia cristiana.

Su existencia se desarrollaba reglamentaria y plácida. Nada hacía presagiar sobresaltos o ascensos. Había conseguido la estabilidad gracias a su tesón y eficiencia; cualidades que le habían permitido comprar un utilitario nuevo tras sólo un mes controlando la cocina del cuartel.

El último día de ese trimestre el brigada Galíndez no pudo salir al balcón para recibir los saludos de los soldados que bajaban al pueblo para beber hasta la embriaguez, algunos; vacilar a las mujeres, casi todos, o proseguir a distancia sus estudios universitarios, los menos. Doña Agripina pasaba el tiempo con sus vecinas planeando un homenaje a Rosa Luxemburgo. Cuando regresó a su domicilio, caída la noche, se extrañó por la ausencia de su marido -¡Habrá ido por tabaco!, pensó-; pero continuó con su rutina habitual.

A la mañana siguiente, se sorprendió al no verle en la cama ni en ninguna otra parte de la vivienda. Decidió telefonear al cuartel, donde le confirmaron su ausencia. Comenzó a preocuparse seriamente, pues su marido era hombre de costumbres muy fijas incapaz de pegársela con otra (le faltaba imaginación). Prefería humillar a esos pobres soldaditos obligados a dejar sus pueblos y ciudades para cumplir el servicio militar.

El brigada Galíndez estuvo desaparecido una semana. Doña Agripina aprendió, entretanto, el mate pastor y la apertura siciliana, la vida del matrimonio Rosenberg y a elaborar buñuelos de crema. Su casa nunca había sido tan... acogedora. El coronel del regimiento había ordenado buscar sin descanso al suboficial y la Guardia Civil peinó ambas orillas del río que discurría a las afueras del pueblo sin encontrar rastro alguno.

Cuando el brigada Galíndez se apeó del vehículo de la benemérita en la puerta de su domicilio, su señora leía la “Autobiografía de Federico Sánchez”, del “rojazo”, según su marido, Jorge Semprún. Sucio, empapado, hambriento, ofendidísimo, el brigada llamó a gritos a doña Agripina, pero le respondió el silencio. Abrió la puerta con la llave que escondían bajo el felpudo. Su cabreo fue aumentando al descubrir que, debido a la estricta compartimentación de las tareas domésticas, no sabía encender el calentador del agua, ni dónde estaba su ropa limpia, ni qué toalla usar tras la ducha. Eran tareas propias de mujeres, de su mujer, y un hombre nunca debía rebajarse a ellas. Salió al balcón para gritar su nombre. Ladraron dos perros.

Alrededor de las ocho de la tarde, enamorada del señor Semprún, regresó dona Agripina para hacer la cena. Encontró a su marido, sentado en una silla del comedor, gruñendo sovoz, con los puños crispados y los ojos enrojecidos. Con naturalidad, le preguntó:

  • ¿Dónde has estado tantos días? Comenzaba a preocuparme.

  • ¿Qué dónde he estado?.... Como agarre a los canallas que me han secuestrado, los paso por las armas.

  • ¿Secuestrado? - preguntó, incrédula, la mujer.

  • ¡Síiiii!....Unos malnacidos, aprovechando la noche, me golpearon en la cabeza a la salida del estanco, me metieron en un saco (información que le proporcionó la benemérita tras rescatarle), y, luego, lo ataron a un puente del río -podía escuchar sus turbulentas aguas resonar debajo de mi- y me dejaron allí. .. ¡Cabronazos! - explotó el brigada Galíndez.

  • ¡Mi pobre Argimiro!

  • Grité, pedí auxilio durante mucho tiempo, pero no me escuchó nadie o se hicieron los sordos. Entonces, intenté escapar de mi encierro balanceándome para romper la cuerda; lo que conseguí tras arduos esfuerzos, pues un caballero español no se rinde nunca. Caí a las frías aguas del río, por el que bajé, chocando con piedras y peñascos, hasta que me paró la presa .. ¡Cabronazos, criminales, malnacidos!

  • ¿Llegaste hasta la presa? - preguntó, sorprendida, su esposa.

  • ¡Síiiii!... A cien kilómetros de aquí... No vuelvo a bañarme nunca más.

  • ¡Pobrecito!

  • ¿Imaginas lo que me hubiera ocurrido, si llego a pasar por sus turbinas?

  • Sí, que cobraría una pensión de viudedad – respondió con candidez doña Agripina.

  • ¡Un poco de caridad cristiana, mujer, un poco de caridad! - exclamó el brigada Galíndez.

Al día siguiente, entró al cuartel entre los aplausos de sus compañeros de armas y el recelo de sus subordinados, conocedores de su carácter vengativo. No se equivocaban: los tuvo corriendo todas las mañanas de esa semana en pantalón corto y camiseta de tirantes bajo copiosas nevadas.

Nunca se descubrió la identidad de sus agresores, pero, si el brigada Galíndez hubiera reflexionado unos momentos (aunque no lo contemplase el reglamento militar), habría recordado que el último día de cada trimestre se licenciaba un remplazo de soldaditos de plomo, como los llamaba cariñosamente el coronel del regimiento, y....


CRÓNICA DE SOCIEDAD  (urbi et orbi)

Jack” fue el único babuino conocido que trabajó para los ferrocarriles sudafricanos como encargado de activar las señales y cambios de vía durante nueve años. Cobraba veinte centavos diarios y media botella de cerveza a la semana. Murió de tuberculosis en 1890.

La ephebia era la institución romana que preparaba a los efebos -adolescentes entre 14 y 18 años- para la vida adulta. Por esta razón se los llamaba efebos. Tras la muerte de Popea Sabina, esposa de Nerón, el emperador se sintió solo hasta que... se encaprichó de Esporo, un hermoso joven de aspecto andrógino. Mas, como los matrimonios homosexuales estaban prohibidos en el imperio, Nerón -o algún asesor- encontró la solución: castrarlo. Realizada la intervención, se desposó con Esporo vestido de novia. Tras la muerte del emperador, el afligido viudo Esporo volvió a casarse con el también emperador Marco Salvio Otón, que gobernó entre el 15 de enero y mediados de abril del año 69 d.C. en que se suicidó con treinta y seis años. Su sucesor Vitelio animó a suicidarse, a su vez, a Esporo.

La peste negra que asoló Asia y Europa durante el siglo XIV -y mató entre el 30 y el 60% de la población mundial (unos doscientos millones) en seis años- fue consecuencia de una conjunción de tres planetas en la constelación de Acuario que producía “una corrupción mortal del aire” según la Facultad de Medicina de París.

- Entre 1939 y 1945, el gobierno nacionalsocialista de Adolf Hitler editó una revista para, mediante la adecuada propaganda, "limpiar su imagen y atacar a los enemigos del Régimen". La llamaron "Vox".

Cosme García Sáez, riojano nacido en 1819, rechazó 14 millones de francos del gobierno francés durante el reinado de Napoleón III por su invento. Mejoró el servicio postal e inventó las carabinas de carga trasera. En 1859, patentó en París el Garzibuzo o barco-pez. Construido en Barcelona, se probó en Alicante en 1860. El gobierno español, reinando Isabel II, declinó financiarlo al carecer de fondos por la guerra de África. El Garzibuzo permaneció anclado en el puerto alicantino hasta que una notificación de las autoridades portuarias comunicaron a su inventor que molestaba al tráfico marítimo. En consecuencia, uno de sus hijos hundió el invento de su padre. Desde entonces yace en el fondo del mar el primer submarino español. Para ganarse la vida, Cosme construyó imprentas en un taller de la calle Ballesta y fabricó las máquinas de sellar de todas las estafetas postales del país. Durante la guerra de Cuba, uno de sus hijos ofreció el sumergible al gobierno de turno; pero fue rechazado después de que una comisión técnica dictaminase que “sólo en algún caso excepcional el submarino podría considerarse un arma de guerra”. En 1917, uno de los primeros sumergibles de la Armada española recibió el nombre de Cosme García Sáez en homenaje al visionario inventor.



En abril de 1931, una manifestación de republicanos recorrió la calle de Alcalá al grito de: “¡Viva Franco!” en recuerdo de Ramón Franco, héroe del Plus Ultra y participante en la “Sublevación de Cuatro Vientos” del 15 de diciembre de 1930 al sobrevolar el Palacio Real con un avión cargado de bombas que no llegó a lanzar para no herir a las numerosas personas que pululaban por la zona.

El caballo de madera, chevalet o burro español era un instrumento de tortura consistente en una caja triangular con la parte superior o lomo del animal muy afilada sobre la que se sentaba durante horas o días al condenado, de modo que llegaba a partirse por la mitad. Constaba de cabeza, cola y patas con ruedas para poder desplazarlo. Se cree que fue inventado por la Inquisición francesa y después pasó a España, Alemania y el Nuevo Continente.


- Según explica el autor Manuel Rojas en su libro: "Apaches: fantasmas de la Sierra Madre", esta tribu es originaria del norte de México Sonora y Chihuahua y su nombre original es indé.

- La iglesia románica de San Esteban se ubica sobre "El Castro", un monte de la localidad burgalesa de Moradillo de Sedano. Desde el edificio parte un camino que conduce al dolmen de Las Arnillas, lo que hace pensar que todo el paraje es una zona de culto desde tiempos antiguos.  El templo esconde curiosidades arquitectónicas como el triple haz de columnas zigzagueantes que soportan sendos capiteles florales.





FRASE DEL DÍA (sea el que sea)

La dictadura perfecta tendrá la apariencia de democracia, una prisión sin muros en la que los prisioneros nunca soñarán con huir. Un sistema de esclavitud donde, gracias al consumo y la diversión, los esclavos amarán su esclavitud.- (Aldous Huxley).


CONTRAPORTADA





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