lunes, 28 de noviembre de 2022

chafardero 180

 <<EL NUEVO CHAFARDERO INDOMABLE

NÚMERO 180  ANNO VIII>>




PRIMERA PLANA

Hace unos días una diputada del chiringuito Vox acusó a la ministra de Igualdad, señora Montero, uno de los blancos preferidos de dicha asociación lucrativa junto a su pareja, el ex vicepresidente Pablo Iglesias, de “liberar a violadores” tras las rebajas penales a dichos delincuentes aplicadas por algunos jueces con la entrada en vigor de la llamada “ley del sí es sí” promovida por su ministerio; mientras que otros magistrados las mantienen aplicando el mismo precepto. Puede ser una norma tan farragosa como para generar interpretaciones tan encontradas, pero también puede suceder que algunos jueces se dejen llevar por su género o  ideología. También la acusaron de carecer de méritos para ocupar su cargo salvo “el de acostarse con el citado Iglesias”. El hecho de que la señora Montero posea un doctorado en Psicología por la universidad de Harvard debe parecerles un asunto menor o desdeñable para un chiringuito disfrazado de partido político acaudillado por los intelectuales Abascal, Espinosa y el argentino Smith. De momento, ningún estamento ha considerado punibles las palabras de la diputada aludida al considerarlas dentro de la libertad de expresión y la estrategia del insulto ante la falta de programa político creíble de los secuaces de Abascal, antiguo presidente de Nuevas Generaciones del PP en el País Vasco (no lo olviden), al que algunos compatriotas -por vivir en el mismo país- quieren como presidente de la nación; como esa minoría masculina -algunos muy jóvenes- que considera los celos o controlar a sus parejas una prueba de amor, que la violencia machista no existe y que algunas mujeres son inferiores o manipuladoras; pero todas, ¡todas!, unas golfas (aunque pierdan el culo tras ellas).

Insultar, descalificar y menospreciar a la mitad de la población es ruin, lamentable y triste; también demostrativo del gran complejo de inferioridad que arrastran quienes lo practican. Pero que lo hagan otras mujeres resulta estúpido e incomprensible, y, a la larga, contraproducente para ellas.

En lo que va de año han sido asesinadas treinta y ocho mujeres a manos de sus parejas o exparejas, mil quince desde el año 2005 hasta noviembre del actual; cuando no debería haber ninguna. Para todos aquellos y aquellas que siguen negando la violencia machista se trata de un simple asunto privado; lo que equivale a dejarlas indefensas ante su agresor (condición a la que, quizá, pertenezcan algunos de los abanderados de esta postura).

Son nuestras madres, nuestras esposas, nuestras hermanas e hijas, nuestras amigas y compañeras de trabajo, algunos de nuestros familiares más queridos. Sin embargo, para muchos “hombres” y “mujeres” deben seguir con la pata quebrada como en tiempos pasados (porque, en el fondo, las temen), sólo están para servir a su marido y parir hijos sin rechistar, o que se atengan a las consecuencias. Un tópico tan falso como el que afirma que un hombre sólo puede hacer una misma cosa a la vez. Como siempre, hay de todo; incluso los que no pueden hacer ninguna como muchos diputados y senadores actuales.

Dependemos de ellas en muchas etapas de nuestra vida. Nos paren, nos crían, nos alimentan, nos confortan, nos aguantan, nos animan, nos quieren (aunque a veces no lo merezcamos) Por supuesto, también hay mujeres que hacen todo lo contrario -la maldad no tiene género-, pero eso no justifica su exterminio. Son nuestro complemento y apoyo, también pueden ser nuestra perdición y locura (como nosotros de ellas), nuestras compañeras de viaje como bien dice una querida amiga.

Son las mujeres de nuestras vidas. Nada más y nada menos.   


¿QUÉ SUCEDIÓ EN ESTOS DÍAS?

- Un documento del FBI afirma que el inventor Nikola Tesla provenía del planeta Venus.

- Regresa a casa borracho, no encuentra las llaves, fuerza la puerta para entrar y luego denuncia que le han robado. ¡Un prenda!

- Seguidores ultracatólicos de Bolsonaro reclaman ayuda extraterrestre con los flash de sus móviles  tras la victoria de Lula.

- El Consejo Económico y Social de Andalucía, presidido por el exvicepresidente Juan Marín, considera que la Universidad Tecnológica Atlántico-Mediterráneo, avalada por el citado Marín, no cumple todas las condiciones necesarias para ser aceptada como la primera universidad privada de la Comunidad.

- Una campaña de la Xunta de Galicia hace referencia a la forma de vestir y costumbres de mujeres víctimas de violencia sexual. 

- El tutor de un colegio madrileño ampara en "el respeto a las opiniones de los demás" los insultos homófobos a una alumna.

- El Ministerio de Exteriores recomienda  las españolas que viajen al Mundial de Qatar evitar el "uso de faldas demasiado cortas".

- Un pescador de captura un alca común, especie de pingüino, en la playa del Albir (L'Alfàs del Pi) .






OLDIES

Murió Wilko Johnson, profesor de historia y, sobre todo, guitarrista de "Dr. Feelgood", el primer grupo que vive en directo en el extinto Pabellón de baloncesto del Real Madrid, teloneados por Ñu y un jovencito llamado Rosendo vestido de butanero. En su honor, el clásico "Back in the night".

https://youtu.be/9ILyWFhuf3Y


LITERALIA



LAS ESTRELLAS





Bajo un sol de justicia, cogimos el metro frente a la Estación del Norte con dos horas de adelanto para coger un tren en la Estación de Atocha, porque mi abuelo, ferroviario profesional, no soportaba llegar tarde a ningún sitio; a pesar de vivir al otro lado del río, en un barrio habitado mayoritariamente por tranviarios, famoso por su verbena dedicada a san Antonio de la Florida.

Yo tendría unos siete años y era delgado y muy moreno. Llevaba el pelo rapado al uno con el flequillo habitual en la época –por las malas artes de un barbero compadre de mi abuelo- y vestía un pantalón corto azul marino y camiseta blanca con rayas negras horizontales. Completaba mi atuendo con unas playeras y un sombrero de paja con una auténtica pluma de faisán.

Mientras mis padres leían el periódico sentados a la sombra, mi abuelo me tomó de la mano y me llevó a pasear entre las locomotoras y vagones situados en las vías. Me describió modelos y características, me habló de sus viajes de varios días de duración a Galicia y Asturias en los que permanecía sentado en el angosto interior de la garita del vagón de cola; de su pírrico sueldo que completaba con la práctica habitual del estraperlo a pesar de alguna que otra requisación de la mercancía por la autoridad competente; de su estancia en Pola de Lena, cuando aún estaba soltero, y de su hermosa novia, que le esperaba, entregada, en su pueblo natal, cercano a la capital toledana, al regresar de las faenas del campo cada tarde. Ese mismo pueblo al que nos dirigíamos para pasar unos días de vacaciones, pues no había perdido el contacto con sus familiares; aunque había emigrado a la gran ciudad siendo muy joven.

Nada más poner el convoy en su andén correspondiente, subimos a nuestro vagón y nos instalamos en un departamento vacío. Me sentía tan excitado por el inminente comienzo del viaje que no podía parar quieto ante el visible enojo de mi abuelo.

Tras un largo pitido, la locomotora inició la marcha. Lentamente, fuimos abandonando la estación entre los saludos de una multitud desconocida y un señor uniformado que agitaba una banderola encarnada.

Me sentaron junto a la ventanilla para que me distrajera con el paisaje y no importunara con mis travesuras. Mi padre fumaba, como siempre, y mi madre tejía un jersey que nunca llegué a ponerme. Por su parte, mi abuelo sostenía los billetes en la mano; mientras esperaba la llegada del revisor, que no tardó en aparecer. Casualidades de la vida, se reconocieron nada más verse –habían coincidido en un mercancías camino de Asturias- y se saludaron en tono jovial.

  • ¿Sigues en el servicio activo?

  • Hace años que no viajo. Estoy de conserje en el Servicio Jurídico de la Red Nacional.

  • ¡Qué suerte tienes, condenado! Yo seguiré aquí hasta que me jubile.

  • Ya te queda poco – le consoló mi abuelo.

Tras picarle los boletos, su colega se despidió con un:

  • ¡Qué tengas un buen viaje!

  • ¡Igualmente!

En tierras toledanas, el tren se detuvo para enganchar otra locomotora a fin de superar la gran pendiente que había antes del pueblo, cerca de Malagoncillo. En cualquier caso, el convoy debió ralentizar la marcha; ocasión que aproveché para sacar la cabeza por la ventanilla y ampliar mi campo de visión. Con grandes voces, mi abuelo tiró de mi y me reprendió severamente por semejante temeridad; advirtiéndome que podía quedarme ciego si me entraba en los ojos la gravilla que despedía la chimenea de la máquina. Le miré con incredulidad, por lo que trasladó su enfado a mis padres, acusándolos de abandono de obligaciones. En cuanto pude, repetí la acción y, desesperado, me dejó en paz.

Cruzábamos un terreno de grandes cerros cubiertos de retamas, jaras, extensos olivares y viñas cargadas de uvas sin madurar. De vez en cuando, veíamos pasar volando aves que mi abuelo identificaba como perdices, tórtolas, torcaces o, simplemente, palomas. También pudimos distinguir las puntiagudas orejas de algún conejo que movía rítmicamente el bigote, mientras parecía roer algún pedazo de comida; aunque mi abuelo corrigió nuestra apreciación al señalar que se trataba de una liebre.

A media tarde, amodorrados por el calor, llegamos al término de nuestro viaje. En el apeadero, nos esperaba un cuñado de mi abuelo, el tío Milagros, un hombre magro y reservado, y el “Rucio”, un simpático borriquillo pardo que cargaba unas aguaderas con tres cántaros que había llenado en una fuente próxima a la estación. Me sentaron sobre él e iniciamos el lento camino hacia el pueblo bajo la agradable sombra de los árboles que bordeaban el sendero. Aunque el esparto de la cincha me rozaba el interior de los muslos, me sentía muy feliz montado en mi burrito, que trotaba retozón por mis insistentes patadas en sus flancos.

Tras cruzar la carretera nacional, que dividía en dos al pueblo como en otros muchos lugares del país, recorrimos las calles, parándonos a cada instante para que mi abuelo pudiera saludar a sus paisanos; pues muchos le recordaban como un mocoso que no levantaba dos palmos del suelo.

Apoyada en la puerta de su vivienda, nos esperaba una mujer vestida de luto riguroso con los brazos en jarra. Era la tía Práxedes, la cuñada de mi abuelo y mujer del tío Milagros.

  • Pero mira quién viene por ahí –fue su saludo-. ¿Y quién es ese mocito que monta a mi “Rucio”? – prosiguió.

Cuando llegamos hasta ella, se abrazó a mi abuelo y lloró sobre su hombro; pues recordaba a la hermana fallecida, mi abuela Benita. Después, besó a mis padres, y, mientras esperaba mi turno, levanté la vista y, sorprendido, descubrí las ruinas del castillo árabe que, aún hoy, domina el pueblo.

  • ¿Cuándo subimos? – pregunté.

Me apearon de la montura y entramos a la casa, organizada alrededor de un gran patio central. Mientras el tío Milagros encerraba al pollino en la cuadra, fijé mi atención en un galgo color canela que dormitaba lánguidamente bajo el porche. Despertado por nuestra irrupción, el animal se estiró y bostezó en silencio, y, luego, intentó acercarse hasta nosotros para darnos su bienvenida; pero una tranca de madera que colgaba de su collar y le trababa las patas delanteras, le impidió lograr su objetivo.

  • ¿Por qué lleva ese palo? – interrogué curioso.

  • Para que no corra – respondió mi abuelo.

  • En el colegio, nos han dicho que son los perros más rápidos que existen. Entonces, ¿por qué no quieren que corran? – porfié incrédulo.

  • El palo evita que se escape, si consigue soltarse – concluyó mi padre.

Me acerqué al animal y le acaricié la cabeza. Ninguno de los dos entendía su situación. Me lamió la mano en señal de solidaridad, creo. La tía Práxedes nos fue mostrando la vivienda, pero no hallé ningún motivo de interés en sus dependencias hasta que entramos al corral, ganado al cerro que coronaba el castillo. Descubrí varias gallinas y un hermoso gallo rubio que se paseaba arrogante por sus dominios; varios pavos y pavas comunes y cinco o seis cabras, con sus crías, que comían dentro de un redil formado por grandes montones de ramas de olivo que terminarían sus días en forma de hoguera. Toda mi curiosidad se centró en los simpáticos cabritos que mamaban ávidamente de las ubres maternas. Abrí la rústica puerta del aprisco y me acerqué con la intención de jugar con ellos; pero una de las hembras me miró fijamente, agachó la cabeza y se arrancó hacia mi con el claro ánimo de toparme. Mi abuelo gritó: “Sacar a ese chico de ahí que lo va a matar”. Yo corría delante de ella y le incitaba a perseguirme con frases como: “¡Que no me coges, que no me coges!”, ebrio de hilaridad y ajeno al verdadero peligro a que me exponía, hasta que mi padre entró en el corralón y, cogiéndome en brazos, dio por finalizada la diversión; aunque...

Después de la siesta, salimos a recorrer el pueblo; aunque apenas pudimos caminar por la cantidad de vecinos que nos paraban por la calle para saludar a mi abuelo. No obstante, conseguimos llegar hasta la tienda de ultramarinos de Agapito, un señor tan alto como yo que colmó toda mi curiosidad; pues era capaz de cambiar su estatura sin más esfuerzo que estar delante o detrás del mostrador hasta que descubrí una pequeña tarima ascendente tras él. Desde ese momento, le incluí en el grupo de los tramposos.

Al caer la noche, sacaron unas sillas de madera y asiento de pleita y nos sentamos en la puerta de la casa alrededor de una bota de vino. Mi abuelo evocó la infancia compartida junto a sus cuñados allí presentes; con su mujer, fallecida tras el segundo parto; con un hermano de la tía Práxedes, preso y muerto en la cárcel de Carabanchel durante la feroz posguerra por motivos políticos, y con un sobrino que se ahorcó muy joven debido a un desengaño amoroso. Aún recuerdo con espanto el huesudo dedo del tío Milagros señalando la viga donde se colgó el infeliz.

El cielo estaba despejado de nubes e irradiaba una paz infinita. Mientras los hombres apuraban el pellejo de tintorro, las mujeres frieron un conejo con patatas en una sartén que, sobre unas trébedes, pusieron en una lumbre de leña, con lo que el guiso adquirió un sabor exquisito. Mi abuelo relataba su época de pastor de cabras por los montes de Toledo y de segador junto a su hermano pequeño, residente en un pueblo cercano junto a su segunda esposa, cuando mi madre informó que la cena estaba preparada. Nos trasladamos al patio y acomodamos alrededor del guiso. El tío Milagros sacó la faca y partió grandes rodajas de una hogaza de pan que fue repartiendo entre todos. Como era muy pequeño, me apartaron la ración en un plato; mientras ellos comían directamente de la sartén. Aquélla fue la primera vez que bebí directamente de la botella, merced a un curioso artilugio formado por un tapón de corcho en el que habían practicado dos agujeros: en uno estaba insertada una caña corta por la que salía el aire, y en el otro, otra más larga por la que manaba el líquido elemento. Rematamos el banquete con una sandía tan sabrosa que la devoramos en un periquete.

Cansados del viaje, mis padres se acostaron temprano. Por su parte, mi abuelo marchó a visitar al único pariente rico que tenía; pues nunca se sabe a quién puedes necesitar.

Mientras su mujer fregaba los platos, el tío Milagros me sentó sobre sus piernas y comenzó a preguntarme por la escuela, si me gustaba leer, si me portaba bien y atendía en clase. No recuerdo mis réplicas, pero debieron parecerle oportunas; pues, cogiéndome del mentón y levantándome la cabeza, me obligó a mirar el cielo.

  • ¿Te gusta? – inquirió.

  • En Madrid, no hay tantas - contesté.

  • Están las mismas, pero el aire no es tan limpio. Todas tienen su nombre y su historia, que ya describieron los antiguos griegos.

  • ¿Y tú los conoces?

  • Algunos. Por ejemplo, ¿ves aquellas tres que están muy juntas? (Señaló con el dedo un grupo muy brillante situado a nuestra derecha). Forman el llamado “Cinturón de Orión”.

  • ¿Quién?

  • Un gigantesco cazador amado por la Aurora, la diosa de la mañana, y muerto por Artemisa, la Diana de los romanos, que protegía los bosques y la caza. El dios supremo, que se llamaba Zeus, le convirtió en constelación; la misma que estamos viendo ahora tú y yo.

  • ¡Es increíble!... Cuéntame más.

  • ¿Ves aquella otra que brilla mucho?

  • Sí, sí, la veo.

  • Es la Estrella Polar y, con otras seis, forma la Osa Menor o Pequeño Carro; porque recuerda su aspecto. (Con el dedo índice, me las fue mostrando una por una para que apreciara el contorno de la figura). Como es tan reluciente y está muy próxima al Polo Norte celeste, sirve de orientación a los navegantes.

  • Entonces, ¿también habrá una Osa Mayor, no?

  • Por supuesto. También se conoce como Gran Carro y está formada por otras siete estrellas.

  • Y aquella otra que parece una uve doble –le dije a mi ahijada, mientras íbamos sentados en la parte trasera del automóvil que nos transportaba hacia Villablino-, se llama Casiopea, nombre de una legendaria reina de Etiopía que alumbró a Andrómeda; a quien su padre ofreció en sacrificio a un monstruo marino que mató el semihéroe Perseo.

  • ¿Cómo sabes tanto? – preguntó la niña.

  • Me lo contó el tío Milagros, un cuñado de mi abuelo, cuando yo era muy pequeño. No lo he olvidado desde entonces.

  • Ya estamos llegando – comentó su padre sin perder la vista la carretera.

  • Una noche semejante invita a la nostalgia – añadió Ana, su esposa.

  • Y todo el sistema solar del que formamos parte se integra en un conjunto llamado Vía Láctea, porque, según la mitología, se formó con la leche de la cabra Amaltea, encargada de criar a Zeus.

  • ¡Oh, qué bonito, padrino! En el colegio, no nos cuentan estas historias – señaló la niña.

  • Así os educan – comenté.

  • Háblale del Camino de Santiago – intervino nuevamente su padre.

  • Es otra denominación de la galaxia –palabra que proviene del griego gala: leche- que nos acoge, porque las estrellas parecen formar una senda que desemboca en Santiago de Compostela.

  • Será una casualidad – afirmó su madre.

  • Es posible, pero te recuerdo que Compostela deriva del latín Campus Stellae o Campo de la Estrella; porque, según la tradición, cuando encontraron el cuerpo de Santiago Apóstol dentro de un ataúd de piedra, una estrella muy brillante les indicó dónde debían enterrarlo: el mismo que hoy ocupa la imponente mole de la catedral.

  • ¡Ojalá todas las clases fueran tan interesantes como este viaje! –comentó mi ahijada-. Así da gusto aprender.

  • Pues aprovéchate del padrino – aconsejó su madre.

La noche era muy hermosa; pero, como no había nubes y estábamos a mucha altitud, hacía un frío que pelaba. Las cumbres cercanas aparecían completamente nevadas.

Cuando fui a desear buenas noches a la niña, me dijo.

  • Cuéntame otro cuento.

  • No era un cuento, sino una parte de mi infancia

  • Cuando tenga hijos, les hablaré de las estrellas.

  • ¡Que duermas bien!

Me reuní con sus padres en el salón de la casa, donde ya me esperaba una cerveza recién sacada del frigorífico.

  • ¿Es verdad todo lo que le has contado a la cría? – preguntó Ana.

  • Los mitos y leyendas sólo son metáforas, imágenes que nos permiten explicar algunos puntos oscuros de nuestra Historia. De paso, entretienen y estimulan la imaginación de los niños y de los que no crecen nunca.

  • Por cierto, ¿qué fue del tío Milagros?

  • Sobrevive en mi recuerdo, como la historia de las estrellas.




CRÓNICA DE SOCIEDAD (urbi et orbi)

Austrialia del Espíritu Santo es el nombre que dio a la actual república de Vanuatu, antiguas Nuevas Hébridas, el navegante portugués Pedro Fernandes de Queirós en homenaje a su señor Felipe III. Una de las islas del archipiélago sigue llamándose Espíritu Santo.

Alrededor del año 820 d.C., el arzobispo Agobardo de Lyon escribió sobre el pánico de los aldeanos al creer que las granizadas y otros fenómenos atmosféricos que destruían sus cosechas tenían un origen mágico, lo que les llevaba a responsabilizar -y linchar- a los sospechosos de provocarlos o tempestarii.

- Die Glocke o La Campana era una supuesta Wunndewaffen o "arma milagrosa"  que los nazis fabricaron durante la IIª Guerra Mundial; aunque nunca se ha confirmado su existencia. No obstante algunos autores la han descrito como un "artilugio brillante y giratorio que producía algún tipo de efecto antigravedad" y que era "una máquina del tiempo" y "un programa antigravedad para un platillo volante llamado Repulsine". Fabricada en un metal pesado y duro, medía 2'7 metros de diámetro y entre 3'7 y 4'5 metros de altura. Contenía dos cilindros contrarotatorios llenos de un líquido violeta similar al mercurio que algunos científicos han relacionado con el peróxido de mercurio que llamaban Xerum 55. Tenía un alcance de doscientos metros y sus efectos principales eran: producir cristales en la piel y gelatificación y separación de la sangre, mientras que las plantas se convertían en grasa. Toda esto datos se basan en unos supuestos planos ofrecidos por un oficial nazi a los usamericanos  a cambio de su libertad, pero nunca se encontraron ni se conoció la identidad del militar; lo que ha propiciado los bulos y las especulaciones sobre el artefacto.



- Groom of the Stool ("Novio del taburete cercano al Rey") fue un cargo muy anhelado y envidiado por los nobles ingleses hasta su desaparición en 1559 por la cercana intimidad al  rey que otorgaba. Hasta entonces se ocupaba de "ayudar al monarca a ir al baño, proporcionales un cuenco, agua y toallas y controlar su dieta y deposiciones". Incluso se ha afirmado que limpiar el culo real tras hacer sus necesidades también entraba entre sus obligaciones.  En tiempos de Enrique VIII, también se ocupó de las finanzas y la política fiscal. 



FRASE DEL DÍA (sea el que sea)

 Los poderosos siempre han apoyado la religión, porque hace que los pobres se conformen con sus vidas y no se rebelen contra los poderosos que los explotan.- (Clóvis de Barros Filho, profesor de ética brasileño).

CONTRAPORTADA



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