<<EL NUEVO CHAFARDERO INDOMABLE
NÚMERO 199 ANNO IX>>
PRIMERA PLANA
“Islero” era el nombre del toro que corneó mortalmente a Manolete.
También fue el nombre clave de un ambicioso proyecto secreto del gobierno franquista durante dieciocho años. Como todos, perseguía la paz y la estabilidad en el país.
Iniciado en 1956 tras la independencia marroquí, se concibió como un medio disuasorio frente a las intenciones anexionistas alahuitas para evitar que invadiera Ceuta, Melilla, Canarias o el Sáhara español. El responsable del proyecto, que contó con ayuda francesa en un principio, fue el ingeniero militar Guillermo Velarde (actual general de división de Ingenieros en la reserva y catedrático emérito de Física Nuclear en la universidad Politécnica de Madrid); pero el famoso incidente de Palomares y el televisado baño de Fraga en la playa de esta localidad almeriense aceleró los acontecimientos tras obtener el citado ingeniero un detonador y el mecanismo de la bomba H según propio informe de 1971.
Sin embargo, las presiones usamericanas basadas en los alarmantes informes de la CIA (dada la importante situación estratégica del país, nos preferían como aliados que como posibles rivales) y el miedo de Franco a las reacciones internacionales paralizaron el proyecto a pesar de la oposición de altos cargos del Régimen como el almirante Carrero Blanco y el Capitán General Muñoz Grandes que consideraban el programa un medio para reducir la dependencia de USA y la OTAN. Más tarde el presidente Arias Navarro intentó relanzar el proyecto, pero tensiones internas en su gobierno volvieron a paralizarlo.
En 1978, Adolfo Suárez quiso reactivarlo sin éxito. El gobierno socialista de Felipe González lo canceló definitivamente en 1981, porque podía entorpecer la entrada en la CEE. En 1987, España firmó el Tratado de No Proliferación Nuclear, finiquitando el proyecto “Islero” de fabricación de la primera bomba atómica nacional y patriota del mundo mundial. De haberla fabricado, ahora España sería miembro permanente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas con derecho a veto (como otras potencias nucleares).
¿QUÉ SUCEDIÓ EN ESTOS DÍAS?
EL ESTRENO
La obra ha sido un éxito, don Ramón – afirmó el galán.
Sí, el teatro estaba lleno; así que el empresario estará contento con la taquilla – replicó el aludido.
¿Cuántas veces ha saludado usted?
Veintisiete y tres genuflexiones.
Lo que digo... ¡Un exitazo!... - remató el actor.
El galán, Francisco Paniza, ronda los cuarenta, se lleva a las mujeres de calle (por algo es un galán), luce profusa melena castaña... teñida, hombros anchos, sonrisa Profidén, ojos zarcos de mirada lánguida y... una billetera repleta de parné. Vive solo en un dúplex de la zona alta de la ciudad, conduce un deportivo extranjero, y sale siempre a la calle con una mujer diferente colgada del brazo. Huye de los compromisos, y ama la apariencia; pues él, todo él, es superficial.
El autor, don Ramón Arrieta, ha cumplido los cincuenta, calvo irreversible, quevedos dorados, perilla caprina, pupilas marrones de mirada triste, separado de Enriqueta Torreblanca tras veintiocho años de matrimonio aburrido, sin hijos, reside en un amplio piso de renta antigua en la zona vieja de la ciudad que atiende una criada de su misma edad llamada Eusebia. No obstante, una meritoria de veintitrés años y contornos sinuosos alegra sus noches en un coqueto apartamento del centro. No puede dejar de escribir para cubrir todos sus gastos y para que pueda desarrollar una carrera artística que culmine en el estrellato y el cine americano.
La obra recién estrenada consta de tres actos y un epílogo y se titula “El misterio de las luces de colores”. Su argumento es muy simple: el protagonista, un policía llamado Facundo Estévez, que ha convertido en un más internacional Ferdinand Stevens, investiga la desaparición de la hermosa y delicada, según la fotografía que le ha entregado su madre para reconocerla, heredera Estrella de la Noche Celdaya, hija del magnate del litio Bernardino Celdaya; muerto accidentalmente al caerle encima la pila de su vehículo eléctrico, mientras le revisaba los bajos, y de su cliente, su viuda, Doña Esmeralda Ruipérez Gamara. Varias luces rojas y verdes han aparecido en una iglesia de la ciudad desde la desaparición de la joven, coincidiendo con la ausencia, voluntaria o forzosa (extremo aún no determinado por las autoridades), de mujeres, atractivas o adineradas, entre dieciocho y veinticinco años.
En el primer acto, Ferdinand Stevens, ávido lector de novelas policíacas o negras, encuentra a la joven jugándose hasta el apellido en un garito llamado “The Cyrano's”, propiedad del facineroso Dámaso Montiel, viejo amigo de la policía en cuyo ambiente es conocido como “El chancho”. La actriz que representa a la delicada Estrella de la Noche es la meritoria citada en párrafos anteriores, amiga del dramaturgo. Responde al nombre artístico de Carmen de Zafra (por haber sido bautizada con ese nombre y haber nacido en dicha localidad pacense). Mucho deben mejorar sus interpretaciones para cumplir sus sueños, pero el autor seguirá estando satisfecho hasta entonces.
En el segundo acto, Ferdinand Stevens y Estrella de la Noche viven un tórrido romance -las malas lenguas afirman que también fuera del teatro, pues ella es joven y apasionada y el dramaturgo ya tiene una edad que...- que el autor presenta con todo lujo de detalles y … variantes, quizá para mostrar la calidad de su mantenida. El severo Colegio de las Buenas Costumbres y Recta Moral, creado por el actual gobierno conservador que preside un antiguo político vasco como ya hizo en otros organismos públicos, perdulario habitual en locales de mala fama (según los mentideros y la oposición política), no ha podido impedir el estreno de la obra; ya que... ha sido incapaz de comprender su argumento, por lo que no ha logrado dilucidar si las escenas de amor entre el polizonte y la heredera incumplen algún mandamiento de la Santa Madre.
En el tercer acto, saciados y hastiados el uno del otro, Ferdinand Stevens entrega a la díscola Estrella de la Noche a su desconsolada madre, aunque la sorprende abrazada al jardinero. El papel de Doña Esmeralda lo borda la gran diva de la farándula Aurora Suárez, de la que podría aprender mucho la citada meritoria. Tras aceptar una gratificación por su trabajo, el madero sube a su utilitario y conduce hasta un hotel céntrico; donde alquila una habitación que comparte durante cuatro días con varias botellas de alcohol y una bailarina exótica llamada Bella, es decir, Begoña Llanos.
En el epílogo, se descubre que las luces de colores se encienden, porque la iglesia está habitada por un ente maligno -según las malas lenguas, el alma en pena de Don Mariano, un párroco ludópata y pedófilo que vendió el oro del templo para jugárselo en la ruleta del “Cyrano's”, y, como perdió y no pudo devolver los objetos sustraídos, se ahorcó sobre el altar mayor con una nota en la mano derecha en la que acusaba de su muerte a los ateos hijos del pecado más nefando- que, debido a su fallecimiento sin confesión, no ha podido entrar al cielo de los justos y debe permanecer, por tanto, en el limbo hasta que Dios Padre le juzgue el Día del Juicio Final y decida enviarlo con el Maligno o que goce de la paz celestial tras evos de penitencia. Es decir, que las luces de colores a que alude el título de la obra no guardan ninguna relación con las mujeres desaparecidas, sino que son un simple efecto del autor para mantener el clímax de la obra. La aparición del ectoplasma del párroco, magnífico ejemplo de la destreza técnica del tramoyista, sobrevolando sobre el sorprendido público, culmina el drama y presagia la bajada del telón.
A pesar del excepcional elenco de actores (salvo la meritoria), la obra sólo se ha representado el día de su estreno debido al súbito y desmesurado encarecimiento del precio de la electricidad; lo que ha impedido volver a encender las luces de colores a que alude el título, imprescindibles para el desarrollo de la trama según el autor.
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Crónica de nuestro crítico teatral Fernando del Pulgar Gordo, escrita la misma noche del triunfal estreno de “El misterio de las luces de colores” y publicada en el vespertino preferido por los lectores inteligentes: “El chafardero”.
Ahorcamos a los ladrones de poca monta y nombramos a los grandes para cargos públicos.- (Esopo, fabulista griego).
o
El fútbol, la cerveza, y, sobre todo, los juegos de azar llenaban el horizonte de sus mentes. Mantenerlos en control no era difícil.- ("1984", George Orwell).
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