lunes, 14 de marzo de 2022

chafardero 159

<<EL  NUEVO CHAFARDERO INDOMABLE

NÚMERO 159   ANNO VIII>>




PRIMERA PLANA

En las guerras se cometen todo tipo de atrocidades contra el denominado "enemigo". Sólo hay odio, codicia, soberbia y sed de venganza. También propaganda, por lo que la información que  llega de ambos bandos debe  tomarse con mucha cautela. El tirano Putin justificó su invasión de Ucrania con la excusa de "desnacificarla", cuando su comportamiento podría calificarse como tal. Luego añadió que no quería su incorporación a la OTAN; lógico por otra parte: nadie quiere al rival cerca de casa. Es sabido que el pueblo ucraniano es muy nacionalista, es decir, "ama a su patria" como suele decirse, y que algunos ucranianos profesan una ideología de extrema derecha. Parece ser que algunos grupos ultras, apoyados por el ejército, cometieron abusos intolerables contra habitantes de las zonas prosoviéticas en la región separatista de Donbass  según afirma un artículo publicado en elsaltodiario.com. Hablamos de crucifixiones, violaciones masivas de mujeres, decapitaciones y desmembramientos o el incendio de la Casa de los Sindicatos de Odessa donde perecieron cincuenta personas. Los medios oficiales informan sobre los atropellos injustificables de las tropas rusas. En todo caso, la existencia de grupos radicales, por muy numerosos o violentos que puedan ser, no justifica la destrucción consciente de un país y sus habitantes.

Otra de las consecuencias de este conflicto bélico -aparte de eclipsar las demás calamidades existentes en el mundo- es que reaparecen la bestialidad humana, el abuso sistemático, la realización de cualquier negocio rentable; aunque choque con el respeto a lo más básico. ¡Es la guerra, amigos! Siempre habrá desalmados, y más en estas circunstancias,  dispuestos a obtener beneficios de la  necesidad y el miedo ajenos. Según la ONG World Vision, "la trata de mujeres ucranianas se ha convertido en una peligrosa realidad alimentada por el conflicto". En algunos países de los Balcanes que han acogido -y acogen- refugiados, muchos terminan prostituidos, secuestrados y esclavizados como mendigos, llegándose al extremo de separar a las familias o someterlas a todo tipo de violencia física para forzar a sus miembros a "colaborar" con sus captores. Incluso en la propia Ucrania existen redes que envían mujeres nativas a la vecina Chequia para trabajar en la prostitución y  la industria pornográfica. 

Las guerras siempre son el problema, nunca la solución; pues sacan lo peor del ser humano, o, en todo caso, lo agudizan.

"Homo homini lupus" que dijeron los romanos. El hombre es un lobo para el hombre.



¿QUÉ SUCEDIÓ EN ESTOS DÍAS?

- Tras conocer que la estación de Atocha Madrid recibirá el nombre de Almudena Grandes, la preclara presidenta capitalina afirma que: "La Virgen de Atocha ya era mujer".

- Afilador de cuchillos 24 h aparca frente a la sede del PP en Madrid.- (El Jueves).

- Según Rtve noticias, Rusia se dirige hacia Ordesa.

- Putin afirma que no tiene malas intenciones.

- La campeona mundial de ciclismo recibe un vibrador como premio.

- Un concurso de la  televisión gallega considera cultura general conocer el precio de un gramo de cocaína.

- Los aficionados ultras del Verona escriben en una pancarta las coordenadas de su rival Nápoles para que la bombardeen los rusos.



OLDIES

"Dogs", Pink Floyd, de su álbum "Animals" de 1977.  Algunas jaurías recorren las ciudades europeas.

https://www.youtube.com/watch?v=4QA30qkRYy8



LITERALIA


EL CRUZADO




Cosme Fernández -Don Cosme para todos- era un señor soltero, bajito, con bigote recto muy cuidado. Jubilado tras cuarenta años de carrera funcionarial en un ministerio, vivía en el piso heredado de sus padres en un barrio céntrico junto a su mascota “Max”, un simpático Jack Rusell terrier de tres años. Vestía con elegancia, pero sin ostentación, trajes grises o azul marino, corbatas discretas, abrigo negro y un gracioso bombín que había pertenecido a su abuelo materno, anglófilo confeso. Con sus vecinos mantenía una relación cortés, pero distante; correcta, pero fría. Todas las mañanas, tras el desayuno, ponía la correa a “Max” y salían a pasear. En el portal, saludaban al conserje, José. Nunca supo sus apellidos o detalle alguno sobre su vida. Tampoco le interesaban demasiado. Como buen profesional, el portero conocía muchos pormenores de la existencia de los vecinos.

  • ¡Buenos días, Don Cosme! - saludó.

  • ¡Buenos días!... ¿Qué tal la mañana?

  • ¡Bien,gracias!... ¡Hola, “Max”!

Le respondió un ladrido.

  • ¿Qué?... ¿A dar un paseo?

  • Sí. Nos acercaremos hasta el parque para que “Max” juegue y huela a otros perros. Luego, tomaré el vermú donde Antonio.

  • ¿Ha pensado en castrarle?

Le respondió un gruñido.

  • ¡Jamás!... Me parece un acto completamente insolidario con su género y... el nuestro...¡Hasta luego!

  • ¡Buen paseo, Don Cosme!... ¡Adiós, “Max”!

Le respondió un ladrido.

Hasta la hora del citado aperitivo, deambularon por el parque; donde el perro correteó y olisqueó a varios congéneres de ambos sexos como debe ser; mientras Don Cosme alimentaba a las palomas, actividad que le recordaba sus visitas al Retiro con su padre. Más tarde, caminaron sin rumbo fijo por las calles de la barriada, atentos a cuanto sucedía y rodeaba. De vez en cuando, Don Cosme anotaba algo en una libreta de tapas negras, o charlaba brevemente con los conserjes de los inmuebles. Alrededor del mediodía, entraban en la taberna de Antonio y pedía un vermú de grifo y un pincho de ventresca de bonito con pimiento asado del Bierzo para él y un poco de agua para “Max”. Desde allí, se dirigían a su restauante habitual, donde se comía regular, pero permitían la entrada a los canes. Regresaban a casa, y dormían la siesta hasta las cinco en punto de la tarde; hora en que merendaban y, luego, se distraían viendo la televisión, o releyendo algún periódicoo atrasado y jugando con huesos de plástico o pelotitas de goma. Sobre las nueve de la noche, cenaban frugalmente, escuchaban las últimas noticias en la radio y, a las diez en punto, se acostaban. Antes, Don Cosme ponía el despertador a las tres de la madrugada y arropaba a “Max” con su manta. Todos los días laborables de la semana repetían esta rutina sin que les resultara tediosa. A la hora fijada, se levantaban, se vestía de negro riguroso, zapatillas deportivas incluidas, y se colocaba un pasamontañas y un antifaz del mismo color, idéntico al que ponía a “Max”. Luego, salían a la calle, y se dirigían a las direcciones que había anotado en su libreta de tapas negras. Gracias a un tutorial que había seguido en un ordenador de la biblioteca pública del barrio, abría fácilmente los portales con dos ganzúas y accedían a aquellas viviendas ante cuya puerta no gruñia “Max”, señal de que no había ningún perro en el interior. Tras forzar las puertas que no estuvieran blindadas, recorrían la vivienda en busca de su botín, que, una vez localizado, guardaba en un macuto que llevaba a la espalda. Sobre las seis de la mañana, antes de que los trabajadores más madrugadores iniciasen su jornada, regresaban a su domicilio, y volvían a dormir.

Los fines de semana se trasladaba hasta el barrio de su infancia y se deshacía de los objetos sustraídos en un punto limpio de la zona. Luego, visitaba a su antigua novia, ya viuda, María Cárdenas, con la que compartía lecho y comida. Durante día y medio, volvían a ser dos jóvenes enamorados que paseaban cogidos de la mano por la orilla del río, se miraban con ojos húmedos y besaban con timidez y rubor. Sobre las ocho de la tarde del domingo, Don Cosme se despedía de su amada y regresaba a su domiclio junto a “Max” para iniciar una nueva y dura semana laboral.

Todos los lunes por la mañana, cuando salían a pasear, José le comentaba que debía haber una banda organizada de ladrones por el barrio que entraban a las casas, mientras dormían sus inquilinos, para robarles los teléfonos móviles. Don Cosme respondía siempre que odiaba esos artilugios del diablo que impedían a las personas relacionarse, que él seguía utilizando el mismo aparato que sus padres y que aplaudía a esos desconocidos por trabajar para el bien común.

Después, se encaminaban hacia el parque, tomaba notas de nuevos edificios y el aperitivo donde Antonio. Por las noches, volvía a las viviendas que había seleccionado para robar más teléfonos móviles en su cruzada contra una tecnología que subyugaba a todos sus congéneres.



  • CRÓNICA DE SOCIEDAD (Urbi et orbi)

- El veedor fue un funcionario existente en Castilla en tiempos de los Reyes Católicos que, originalmente, se encargaba de "fiscalizar en villas  y pueblos que las obras de los diferentes gremios e instituciones responsables de los abastos se atuviesen a las ordenanzas vigentes". Existíeron diversos tipos según la naturaleza de sus funciones. Podemos citar al veedor de viandas, de caballerizas o de la sed. En América, fiscalizó las cuentas de las expediciones junto al Contador Mayor y el tesorero. Después pasó a controlar la fundición del oro y la plata, por lo que tenía prohibido poseer explotaciones mineras.

Por su parte, el Oídor era un juez primitivo (aunque solía estar vestido) encargado de "oír y escuchar a las partes implicadas en un proceso". De aquí surgió el término audiencia. En América, asumieron funciones en casos de herencias y "alcalde de crímenes" (como en México y Perú). También existió el "oídor juez de casados", encargado de reunir con sus legítimas, abandonadas al embarcar hacia el Nuevo Mundo, a todos aquellos, marineros o no, que se amancebaban con indígenas americanas.

- Según algunos cronistas, el sexto rey de Roma, Servio Tulio, era hijo de una esclava llamada Ocrisia, quien un buen día depositó una ofrenda ante el fuego del hogar, de cuyas llamas salió un gran falo que la preñó. Su dueña, Tanaquil, esposa del quinto rey Tarquinio Prisco, experta en augurios, interpretó el hecho como que el niño engendrado, el futuro rey, era hijo del dios Vulcano, corroborado cuando una corona llameante rodeó  la cabeza del bebé dormido.

- El último rey romano, Tarquinio "el Soberbio", estaba decidido a pasar a la posteridad, Por este motivo emprendió grandes obras en la capital  en las que obligó a trabajar a ciudadanos libres en condiciones tan duras y humillantes que muchos prefirieron suicidarse. Ofendido, el monarca mandó que los crucificasen muertos como aviso a  los demás, mientras veían a las aves de carroña devorar los cadáveres.

- En la batalla del río Kalka (1223), cerca de la actual ciudad ucraniana de Donestz, las tropas mongolas al mando de Jebe y Subotai, generales de Gengis Khan, derrotaron a una coalición de príncipes rusos en la que murieron unos veinte mil hombres. Antes del combate se había acordado no derramar la sangre de  los prisioneros. Por este motivo, los mongoles ataron a sus rehenes unos sobre otros bajo enormes planchas metálicas, y después se instalaron sobre  ellas para festejar la victoria. Los cautivos murieron asfixiados, pero no se derramó su sangre.

- El tsu chu o cuju es un juego que se practicó en China desde el siglo III a.C durante unos mil quinientos años. Se necesitaba un balón de cuero relleno de plumas y pelos que evolucionó hasta uno lleno de aire durante la dinastía Yang.  Podían participar hombres y mujeres. Consistía en meter el balón en una red situada a diez metros de altura sujeta por dos palos de bambú separados 40 cms entre sí. Los jugadores podían driblar a los contrarios  y ganaba el equipo que más veces introducía el balón en la red contraria. Los equipos tenían entrenadores y patrocinadores. Los capitanes se distinguían por llevar sombreros con pequeñas alas rectas, siendo rizadas en los demás jugadores. Los jugadores más destacados lograban fama  y fortuna. Ahora lo llamamos fútbol y creemos que se inventó en Inglaterra, donde se denomina football, es decir, pie bola.

- Parece ser que los puritanos ingleses del siglo XVII son los responsables de una de las supersticiones más populares de la historia: el número trece. Consideraban signo de mala suerte que hubiera trece comensales en la mesa, porque era el número de Judas Iscariote, apóstol traidor que vendió a Jesús Cristo.


FRASE DEL DÍA (sea el que sea)

"La guerra es una obscenidad".-Noam Chomsky.


CONTRAPORTADA













 

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