sábado, 28 de enero de 2023

chafardero 184

 <<EL NUEVO CHAFARDERO INDOMABLE

NÚMERO 184  ANNO IX>>



PRIMERA PLANA



Entre el 9 y el 21 de enero de 1918 se produjeron una serie de movilizaciones populares en Málaga capital consecuencia de la subida de los precios de los productos básicos. (Como ahora somos más civilizados, en circunstancias similares pagamos sin rechistar; mientras criticamos al gobierno de turno por no frenar la inflación ni impedir los abusos empresariales).

Las principales protagonistas de las protestas fueron las trabajadoras del campo malagueño, a las que se fueron uniendo obreras textiles, dependientas, empleadas domésticas, planchadoras, cocineras, costureras y amas de casa. Los hombres trabajadores poco tuvieron que decir desde un principio. Pronto se convirtió en una huelga general duramente reprimida por las autoridades competentes como cabía esperar. (Ya se sabe que el orden público es sagrado, especialmente cuando lo alteran los más desfavorecidos). Estas manifestaciones supusieron, según algunos entendidos,  la primera revolución feminista del país y fue conocida como “La Rebelión de las Faeneras”.

Como ya se dijo, el detonante fue la subida de productos como el pan, el aceite, las patatas o el pescado; a lo que se añadió el aumento de la exportación, consecuencia del incremento de la demanda externa por la Iª Guerra Mundial y la neutralidad española durante este conflicto, y el consiguiente abandono de los mercados internos; lo que generó la especulación con estos productos y el enriquecimiento de algunos empresarios que el gobierno de la época no supo impedir. (Se llama libre mercado o... vendo al que más me pague).

Entre el 9 y el 14 de enero las faeneras salieron a la calle y lograron entrevistarse con el alcalde malagueño y el gobernador civil para que solucionasen el problema. Ambas autoridades se comprometieron a restringir las exportaciones e imponer tasas para mantener los precios. Los empresarios se negaron en redondo a aceptar estas condiciones. La solidaridad empresarial tampoco existía por entonces. Había mucho dinero en juego y unos pocos obreros -¡mujeres encima!- no iban a estropearles tan pingüe negocio, por lo que el alcalde socialista de Málaga les amenazó con regular los precios. Poco después fue cesado y sustituido por otro de ideología contraria tras las presiones de los “emprendedores” de la época.

La consecuencia fue la huelga general entre proclamas como: “¡Que baje el pan!...¡Tenemos hambre!... ¡Pan y trabajo o habrá consecuencias!”. La Guardia Civil controlaba la ciudad, el ejército el extrarradio; mientras los empresarios impedían la entrada en sus fábricas a las obreras  (tal vez para evitar que se refugiaran en ellas), lo que permite presuponer cierta connivencia entre empresarios y autoridades, y los pocos ultramarinos abiertos mantenían precios demasiado elevados para las economías más débiles. Todo olía a escenario de una trampa mortal.  Las fuerzas del orden recibieron alguna pedrada, lo que aumentó la violencia de su respuesta. Como cabía esperar la situación derivó en batalla campal. El día 15 los picoletos cargaron y dispararon contra los manifestantes con el resultado de dos mujeres y dos hombres muertos y una veintena de heridos. Las siguientes jornadas mantuvieron la tensión y el férreo control de la ciudad por los guardias hasta que el 21 de enero las huelguistas regresaron a sus trabajos entre pitidos al nuevo alcalde y al gobernador civil, mientras los balcones de la ciudad permanecían engalanados con prendas negras en señal de duelo por los caídos. Poco a poco comenzaron a bajar los precios de los alimentos básicos, tal vez por el éxito de la protesta o porque los especuladores ya habían ganado bastante.

Un siglo después se realizó una semana de homenajes que incluyeron un recorrido por los lugares donde se desarrollaron las manifestaciones de protesta, una conferencia y una exposición bajo el lema: “Mujeres, trabajo y dignidad”. 

Un pueblo respetable es aquél que trata por igual a todos sus integrantes.


¿QUÉ SUCEDIÓ EN ESTOS DÍAS?

- Froilán de Todos los Santos se traslada a Abú Dabi para trabajar y vivir junto a su abuelo. 

- El ayuntamiento de san Sebastián de los Reyes, gobernado por una coalición Psoe-Cs, construirá un Museo Taurino en honor a Ortega Cano y nombrará alcalde perpetuo al Cristo de los Remedios por "su demostrado arraigo en la ciudad". (Lógico: las estatuas no pueden moverse).

- Un edil socialista de Santiago de Compostela se alquila a sí mismo las oficinas de su concejalía.

- El candidato Feijóo lamenta el fin de las ayudas de los carburantes, cuando su partido votó en contra de las mismas en sesión parlamentaria.

- Una inglesa descubre que su perro no es desobediente, sino que sólo entiende español.

- Despiden a un teletrabajador que se llamaba a sí mismo para no atender clientes.

- La Junta andaluza encarga el asesoramiento a  mujeres embarazadas al grupo antiabortista Red Madre.

- Despedido el empleado de una consultora por no querer alargar su jornada laboral.

- La Audiencia de Madrid considera legal que un exmilitar relacione a Pablo Iglesias con el narcotráfico por el "contexto político y social". (?). 






OLDIES

"Dixie kidnaps Vera", clásico del jazz, compuesto por John Barry para la película "The Cotton Club".

https://www.google.es/search?q=dixie+kidnaps+vera&biw=1280&bih=569&tbm=vid&sxsrf=AJOqlzUkdtYZZjTkY6iOhu07ZeyAxc-NQA%3A1673883341078&ei=zW7FY-qYBL_VkdUPgpOboAw&oq=dixie+kidnap&gs_lcp=Cg1nd3Mtd2l6LXZpZGVvEAMYADIGCAAQFhAeOgQIIxAnOgsIABCABBCxAxCDAToFCAAQgAQ6BAgAEEM6BwgAELEDEEM6CAgAEIAEELEDOgcIABCABBAKOgoIABCABBCxAxAKOggIABCABBDLAToICAAQFhAeEAo6CwgAEBYQHhDxBBAKOgkIABAWEB4Q8QRQAFiaNGDiPWgHcAB4AIABgQGIAdYNkgEDOC45mAEAoAEBwAEB&sclient=gws-wiz-video#fpstate=ive&vld=cid:ad12652a,vid:XH6Ckq5w4Q0



LITERALIA




NO PUEDO DECIRLO



Llevo cinco años defendiendo ante mi abogado y los sucesivos jueces que han rechazado la revisión de mi caso que la maleta no es mía, que debieron cambiármela en algún momento sin darme cuenta por otra igual a la que me regaló mi exesposa, mi fiel esposa que se divorció de mi en cuanto entré en prisión. Es cierto que no puedo demostrar cómo ni quién la cambió, pero es la única explicación posible a mi desgracia; aunque... quizá sea mejor empezar por el principio.

Antes de ser el recluso 2721 me llamaba Remigio Costablanca y trabajaba como alto ejecutivo en una multinacional dedicada a... no puedo decirlo por firmar un contrato de confidencialidad. Aunque me despidieron sin explicaciones ni indemnización nada mas entrar en prisión, siempre he sido un empleado fiel.

Tuve que trasladarme a una ciudad del norte del país para participar en una Feria donde mi empresa expondría sus productos, incluido un revolucionario robot especializado en.... tampoco puedo decirlo; aunque puedo confirmar que es muy preciso.

La ciudad era famosa por su exquisita gastronomía -una de mis grandes debilidades junto a... lo siento, pero no puedo decirlo- y su desenfrenada vida nocturna. El segundo día de mi estancia entré a un tugurio llamado “El Paraíso”, me senté en un taburete alto frente al mostrador y pedí un Macallan de doce años. Poco después se acomodaba a mi derecha una mujer rubia de maquillaje discreto a la que calculé unos treinta. Pidió un Manhattan. Bebió en silencio, mientras miraba sin cesar hacia la puerta del establecimiento. De pronto, me preguntó:

  • ¿Tienes fuego, amigo?

  • Lo siento, no fumo.

  • ¡Menudo soso!

  • Corro maratones y no me conviene – me disculpé.

  • ¿Eres forastero, verdad? … No recuerdo haberte visto por aquí.

  • Sí, participo en la Feria.

  • ¿Y qué vendes?

  • Lo siento, no puedo decirlo.

  • ¿Armas tal vez? ¿Esos malditos drones que matan inocentes?

  • Secreto profesional.

  • En fin... Me llamo Teresa, Tess para los amigos. ¿Quieres ser mi amigo?

  • Eeeh... Estoy felizmente casado, pero un poco de compañía no me hará daño.

  • Vamos a una mesa para estar más cómodos. Yo espero a mi prometido, El Gran Santo.

  • ¡Qué nombre tan raro!

  • Es... su apodo de guerra podríamos decir.

  • ¿A qué se dedica?

  • Lo siento, no puedo decírtelo.

Por primera vez comprendí la frustración que generaba en los demás esa frase que utilizaba tan a menudo por obligación contractual. Al tercer whisky y el quinto Manhattan entró al local un gigantón de traje arrugado y cigarrillo entre los labios que, tras inspeccionar el lugar, se reunió con nosotros. Su saludo fue:

  • ¿Quién es este pollo, Tess?

  • Un desconocido que me entretenía hasta que llegaste tú.

  • Pues ya estoy aquí... ¡Largo o te rompo! - me gritó.

Me levanté en silencio, contrito, tras despedirme de mi acompañante. Poco después, Tess y El Gran Santo abandonaron el establecimiento. Seguí la juerga por varios locales hasta conseguir una hermosa melopea que me hizo olvidar el mundo y sus miserias. Desperté en la cama del hotel con las habituales resaca y sequedad de boca. Me duché con agua fría, me vestí mecánicamente y bajé a la cafetería, donde apuré dos cafés solos dobles muy cargados. La jornada transcurrió sin novedad en el expositor de la empresa, donde cerré varios suculentos contratos, incluidos seis robots, con altos representantes de países cuyos nombres tampoco puedo mencionar. Comí un bocadillo con una cerveza y proseguí mi trabajo hasta las ocho de la tarde. Después, tocó recoger todo el material al ser el último para profesionales y comenzar las visitas de curiosos y aficionados que sólo querían recuerdos y propaganda y nunca compraban nada. Cené algo rápido y frugal en la cafetería del hotel y subí a mi habitación tras un día fructífero, pero interminable. Regresé a mi ciudad en el vuelo de las diez y media de la mañana que aterrizó una hora después. La catástrofe y la sorpresa comenzaron para mi, cuando un simpático pastor malinois de la policía olisqueó los equipajes sobre la cinta transportadora, colocó sus patas delanteras sobre mi maleta y miró fijamente a su adiestrador, quien voceó mi nombre tras leerlo en la tarjeta atada al asa de la maleta. Quizá por deformación profesional y los continuos ladridos del perro, el agente sospechó que la valija contenía algo ilegal por más que yo insistiera en que solo había ropa sucia, catálogos de mi empresa, un pequeño regalo para mi esposa y mis objetos de aseo personal. Sordo a mis palabras, el agente me condujo hasta una habitación sin ventanas amueblada con una mesa y dos sillas metálicas. Depositó la maleta sobre la primera, me pidió la llave y la abrió con lentitud y recelo. Cuando los tres contemplamos su contenido, nos miramos en silencio: yo, aterrado; ellos, acusadores. Dentro de la valija estaba un cuerpo humano desmembrado en cuatro partes. En cuanto observé los cortes limpios del cadáver comprendí que el responsable era nuestro revolucionario robot, aunque desconocía quién y cuando había podido utilizarlo y adquirirlo y meter a El Gran Santo -le reconocí al primer vistazo- dentro de mi maleta. Reportó la situación por un intercomunicador. Minutos después, apareció un forense que, tras inspeccionar los restos, concluyó que pertenecían a un varón sano -¿sano?- de unos cuarenta años que había fallecido tras clavarle un objeto punzante -tal vez un estilete- en la nuca. En cuanto al desmembramiento se realizó tras el óbito con una herramienta de gran precisión. En vez de mantenerme callado, presa de los nervios, exclamé:

  • ¡El Gran Santo!

  • ¿Lo conoce? - me preguntó amenazador el agente.

  • Sí, coincidimos hace dos días en un bar de la ciudad donde participaba en una feria industrial.

  • ¿Qué ciudad?

  • Lo siento, pero no puedo decirlo. La política informativa de mi empresa es muy restrictiva al respecto y podría perder mi empleo en caso de infringirla.

  • Y acabar en la cárcel, si no habla... ¿Dónde conoció al finado y en qué circunstancias?

Repetí ante el policía, el forense y el pastor malinois la escena de “El Paraíso”. El agente volvió a hablar por su intercomunicador para solicitar la localización de un bar con ese nombre en alguna ciudad del país donde se hubiese celebrado recientemente una feria industrial y de una mujer rubia de unos treinta años llamada Tess. Poco después, recibió una información que confirmaba mi relato. Luego tuvo el detalle de comunicarme que el cadáver, al que juré y perjuré que sólo conocía como El Gran Santo, era Nicolás León, nacido en Ahillones, provincia de Badajoz, y que se dedicaba al trapicheo de droga y chulear a un par de fulanas de mediana edad. Entonces comprendí que Tess debía ser una de ellas. Poco después, aparecieron dos hombres trajeados que sustituyeron al agente, quien regresó a su vigilancia junto al perro. El forense también se marchó junto a dos operarios que trasladaron la maleta y su contenido en una camilla con ruedas cubierta con una sábana. Los recién llegados sacaron sendas libretas negras y me pidieron que repitiera mi confesión. En algún momento, telefonearon a los responsables de la feria; quienes corroboraron la participación de mi empresa, aunque no podían identificarme, porque no me habían visto nunca. Señalé a uno de los desconocidos, aunque supuse que serían inspectores o algo similar, que las tarjetas de identificación incluían una fotografía; pero parece ser que las destruían nada más terminar el evento. Mi situación pareció empeorar cuando tampoco pude explicar donde estaba mi auténtica maleta -lógico, por otra parte, pues creía que era la que me había acompañado en el avión- ni cuándo, quién o dónde se produjo la sustitución. Me tomaron declaración sin presencia del abogado de la empresa, pues su política también incluía desentenderse de sus empleados inmersos en causas policiales o judiciales fueran culpables o inocentes. En cuanto al abogado de oficio que me asignaron... hizo lo que pudo con lo que poco que tenía a mi favor. Me trasladaron hasta la cárcel más cercana donde un amable funcionario tomó mis huellas dactilares y cambió mis pertenencias y ropas por el uniforme reglamentario. El juicio se celebró una semana después. Los testigos que presentó mi abogado -el barman de “El Paraíso”, los vendedores situados cerca de nuestro expositor, el recepcionista y el botones del hotel- no disiparon las dudas y certezas del juez; pues sus declaraciones no explicaron el meollo de la cuestión: ¿quién mató a El Gran Santo y cómo dieron el cambiazo con mi maleta? Por cierto, la mía apareció en el aeropuerto de Hong Kong dos días después con mi ropa sucia, los catálogos de mi empresa (que los reclamó ipso facto para no verse implicada en el asunto), el regalo para mi esposa, (ex para entonces) y mis objetos de aseo personal. Los investigadores no encontraron ninguna huella en ella, salvo las mías, tal y como ya había ocurrido con la que contenía el cadáver. La única que tal vez pudiera aclarar la situación y exonerarme por completo era Tess, pero la policía no había podido encontrarla. Quizá estuviese escondida por miedo a represalias, o implicada en el crimen, o ignorase lo sucedido y disfrutase buenos momentos con algún amigo. El juez me condenó a veinte años de reclusión por homicidio alevoso, pues “dada la espectacularidad del delito, la sociedad exigía un culpable y una reparación ejemplar” afirmó en su exposición final.

Algunos meses después de mi condena, recibí una carta de Tess en la que me confesaba estar escondida, haber contratado a dos sicarios para que eliminasen a El Gran Santo harta de su explotación y maltrato, y que me había escogido como chivo expiatorio porque parecía buena persona y nunca la delataría por miedo a que la detuviesen o se vengasen los hombres de su chulo; pero ¿no se extrañarían por su repentina desaparición?. Cuando se lo comuniqué a mi abogado y me preguntó por el contenido de la misiva, que había destruido con anterioridad, sólo pude contestarle: “Lo siento, pero... no puedo decirlo”.


CRÓNICAS DE SOCIEDAD (urbi et orbi)

Cuenta Álvaro Cunqueiro que Marta de Betania, hermana del resucitado Lázaro, llegó a Provenza (Francia) y allí mató a un dragón. Sobre este hecho existen dos versiones: la primera afirma que eliminó a la bestia con el signo de la cruz;, la segunda, que le convenció para hacerse vegetariano.

Catalina de Médicis casó con Enrique, hijo menor de Francisco I de Francia. Fue un matrimonio político para él y deseado para ella. Por estos motivos, él tomó por amante a la bella Diana de Poitiers, veinte años mayor que él; lo que no impidió que tuviese diez hijos con la citada Catalina. Uno de ellos fue Isabel de Valois, futura esposa de Felipe II. Debido a las sucesivas muertes de Enrique y el Delfín, se convirtió en regente durante la minoría de edad de su otro hijo, el futuro Carlos IX, durante la que tuvo que enfrentar las diferencias entre católicos y hugonotes (protestantes franceses); por lo que creó el llamado “Escuadrón Volante”, integrado por unas doscientas cortesanas jóvenes, bellas y fieles a la regente que realizaron misiones de espionaje para ella (que incluían seducir, yacer y asesinar a su víctima). Tenían prohibido quedarse embarazadas so pena de de expulsión. Una de las más destacadas fue Charlotte de Beaune-Semblançay, baronesa de Saune, vizcondesa de Tours y marquesa de Noirmoutier, amante de Enrique IV de Francia y III de Navarra.

La palabra “testificar” proviene de la antigua costumbre romana por la que los ciudadanos libres tenían que agarrarse los testículos cuando juraban decir la verdad en un juicio.

Carlos Genoveva Luis Augusto Andrés Timoteo de'Éon de Beaumont (1728-1810) está considerado el primer travestí de la Historia, pues durante 49 años fue conocido como Caballero d'Éon y los 33 siguientes como Señorita Beaumont; durante los que no pudo lucir prendas masculinas por orden expresa del monarca francés. Fue diplomático, militar y espía en Rusia e Inglaterra a las órdenes de Luis XV durante la Guerra de los Siete Años. Aunque siempre jugó con su ambigüedad sexual, al realizarle la autopsia se comprobó que era un hombre. Ha dado nombre a un trastorno estético-sexual llamado eonismo.


-  Poena cuelli o Pena del Saco era el castigo que los romanos destinaban a los condenados por parricidio entre los siglos I y VI a.C.. Tras azotar al reo con las llamadas “varillas de color sangre”, se introducir su cabeza en una bolsa de cuero de buey llena de animales vivos que luego se cosía , se le calzaba con zuecos de madera y se lo arrojaba después al agua. En un principio sólo fueron serpientes, pero luego se amplió el campo a  perros,  gallos y  monos. Resurgió durante la Edad Media y permaneció en Sajonia hasta el siglo XVIII. Antes de su introducción, los condenados eran entregados a los familiares de la víctima para que dispusieran de él a su gusto y disposición.



Los Sanandresiños o sanandreses son amuletos protectores del amor, la familia, el dinero o la carrera profesional elaborados con miga de pan cocida en horno de leña en la localidad coruñesa de San Andrés de Teixidó.





FRASE DEL DÍA (sea el que sea)

"Libres son quienes crean y no quienes copian. Libres son quienes piensan, no quienes obedecen".- (Simón Rodríguez “El loco”, maestro de Bolívar)


CONTRAPORTADA

Puente de Ruyi (acero y cristal), Taizhou (China)





martes, 17 de enero de 2023

chafardero 183

 <<EL NUEVO CHAFARDERO INDOMABLE

NÚMERO 183   ANNO IX>>




PRIMERA PLANA

Ángel Alcázar de Velasco vivió entre 1909 y 2001. Fue un español de pelo en pecho. Licenciado en Filosofía y Letras en Salamanca, afiliado a Falange y la CEDA, trabajó como novillero y periodista. Relacionado con el ministro de Exteriores franquista, Serrano Suñer, espió para los alemanes desde la embajada española en Londres, informándoles de los movimientos navales británicos; aunque parece ser que se dedicó más a disfrutar la vida que a facilitar informaciones importantes a los nazis. En 1935 entró en la Abwehr, el servicio secreto alemán, para el que trabajó durante la IIª Guerra Mundial y proyectó un plan para volar el peñón de Gibraltar que mereció el respaldo del almirante Canaris, jefe supremo de la marina nazi.

Por esas fechas se presentó en Madrid el japonés Yakichiro Suma, nombrado ministro plenipotenciario en España por su emperador. En 1942 creó la “Red To” para espiar a los Estados Unidos a través de ciudadanos españoles instalados en Usa, a la que se incorporó el citado Álcazar (sin Pedrín); mientras seguía informando a los nazis. La red permaneció operativa hasta 1944 y suministró mucha información a los nipones, lo que mereció el beneplácito del emperador. Llegó a contar con veintiún miembros en Usa, aunque algunos autores rebajan esta cifra. La prensa norteamericana publicó varios artículos que señalaban a la embajada nipona en Madrid como un centro de reclutamiento de espías con destino a su país . Las autoridades usamericanas permitían su actividad por la mala calidad de sus informes. Para evitar que el contraespionaje usamericano conociese sus informaciones, algunos espías eran periodistas y escribían sus mensajes con tinta invisible dentro de sus artículos.

Poco a poco, y dado su elevado coste (unos seis millones de la época), los japoneses fueron perdiendo la confianza en Álcazar de Velasco hasta que, en la fecha ya citada de 1944, la red desapareció. Yakichiro Suma regresó a su país, donde fue depurado, expulsado del Cuerpo Diplomático y encarcelado. Liberado en 1951,  fue presidente de la Unesco en Japón en sus últimos años.

En cuanto a Alcázar de Velasco, trabajó como periodista en varios diarios nacionales tras la IIª Guerra Mundial. Falleció en Galapagar.


¿QUÉ OCURRIÓ EN ESTOS DÍAS?

- Las Comunidades de Madrid, Aragón y ambas Castillas han reducido su gasto en protección social desde que se instauró el Ingreso Mínimo Vital.

- La Comunidad gallega celebra siete campeonatos de caza de zorro el 7 de enero cuando la temporada (de caza) termina el 6.

- La policía municipal de Sevilla detiene a un niño de siete años que circulaba en una moto de cross de 50 cc solo por una calle hispalense al...¡carecer del seguro obligatorio!

-  Aumentan los robos de faros de coche por su utilidad para acelerar el crecimiento de las plantas de marihuana.

- Sancionado un policía nacional por compaginar su trabajo con el de actor porno.

- Una sevillana alquila una valla publicitaria en la que aparece vestida de torero para exigir a la Sanidad andaluza que la opere de una rotura de vértebra diagnosticada hace un año.

- Reabre el Hospital Zendal: Once médicos, sesenta y dos enfermeras y sesenta y cuatro auxiliares de enfermería para doce paciente.

- El régimen talibán decapita maniquíes femeninos para reducir la lujuria masculina.

- "Para evitar infecciones bacterianas, no chupeis los grifos". Cartel de la biblioteca de la Universidad de Murcia.

- ANUNCIO: Pinto casas. No voy a domicilio.






OLDIES

"Ill Wind", Lonette McKee, otro clásico del jazz de los años 30 (ya saben de qué siglo).

https://www.google.es/search?q=ill+wind+lonette+mckee&sxsrf=ALiCzsba8i-bRrFXxNfUEzPMs3deNS4btQ:1672415872013&source=lnms&tbm=vid&sa=X&ved=2ahUKEwjg_d7P2qH8AhV0VaQEHdA6CyAQ_AUoA3oECAIQBQ&biw=1280&bih=569&dpr=1.5#fpstate=ive&vld=cid:a1df0d4b,vid:f9nOjTbdPKQ



LITERALIA



LAS BALAS DEL CAÑÓN

(Basado en hechos reales, creo)


Mi amo, el cónsul de Francia, me compró en el mercado de Zanzíbar, cuando yo tenía quince años y él era un joven aristócrata que recorría el mundo para completar su educación.

De regreso en París, mi señor sufrió graves reveses económicos que le obligaron a aceptar un puesto en la carrera diplomática y a concertar un ventajoso matrimonio con Mlle. Evangeline du Puyssell, rica heredera de Nancy.

Tras varios años ocupando cargos secundarios en ciudades poco importantes, su nombramiento como cónsul honorario en Argel representó su primer destino significativo, el comienzo de una singladura que debía culminar en la riqueza absoluta y en un lugar destacado en la corte junto a su majestad el Rey.

Sin tiempo para despedidas, preparé el voluminoso equipaje y nos embarcamos en la goleta “A SANTA COMPAÑA” rumbo al puerto norteafricano, mientras mi señora emitía lánguidos suspiros y se preguntaba:

  • ¿Qué será de nosotros en tierra de infieles?

Pensamientos semejantes ocupaban mi cerebro, cuando los hombres del pachá Hadji Hassan irrumpieron en el palacio de mi amo –que, pese a llevar seis años en la ciudad, aún necesitaba el auxilio de un dragomán para comprender la jerga de estos bárbaros. Por desgracia su fiel Yusuf ben Jakob estaba visitando a su madre y no pudo valerse de sus servicios en una situación tan delicada como la presente y yo tenía prohibido hablar en público por mi fama de correveidile desde que participé a mi ama las infidelidades de su esposo, mi señor- y, entre gritos histéricos y golpes de cimitarra, nos sacaron a la calle; donde nos reunimos con un centenar de franceses, encadenados de pies y manos, que soportaban en silencio los insultos y amenazas de la encolerizada multitud. El eunuco Abdul –al que conocía desde que coincidimos en el mercado de esclavos- nos despojó de nuestras vestimentas y nos engrilló tras el último de la fila. A pesar de la emasculación, sus lascivas manos se detuvieron excesivamente en el cuerpo adolescente de mi querida Desireé Alphonsine, primogénita de mi amo. Custodiados por una treintena de jenízaros armados hasta los dientes, fuimos conducidos hasta el palacio-fortaleza de Hadji Hassan.

Una vez allí, formamos en el gran patio y, mirando fijamente al sol, esperamos la aparición del almirante Hassan. Instantes después, su cadavérica figura descendió las escaleras de mármol que partían del Salón del Consejo embutido en una túnica verde con filigranas doradas que adornaba con una daga ricamente enjoyada.

  • ¡Por fin, nos vemos las caras, “Mediomuerto”! – exclamó el Jefe de la Guardia Consular, Jean de la Vallette, descendiente directo de aquel Gran Maestre de la Orden de Malta del mismo nombre.

Un centinela le atravesó con un certero golpe de alfanje.

Hadji Hassan nos comunicó que estaba cansado de que la armada francesa, anclada frente a la bocana del puerto desde hacía ocho días al mando de un viejo camarada de mi señor, el marqués de Duresne, bombardease la ciudad y, en consecuencia, había decidido darle un escarmiento.

Ante nuestro asombro, pidió voluntarios para intervenir en la sorpresa que había preparado a los sitiadores. Ninguno de nosotros movió un dedo. A una señal apenas perceptible del pachá, el imponente eunuco Abdul liberó al hijo menor del finado La Vallette y le condujo hasta el interior del palacio. Poco después, oímos un grito desgarrador. Aunque nos temíamos lo peor, mantuvimos la tranquilidad. Cuando el joven regresó junto a nosotros con semblante pálido y caminando dificultosamente, nuestra sospecha se tornó certeza.

Abdul nos pasó revista uno por uno, mientras apartaba a sus elegidos y señalaba un punto indeterminado de las murallas.

  • ¿Cuántos tienes? – le preguntó Hassan.

  • Dieciocho, ¡oh, gran pachá! – respondió el castrado.

  • Con el vicario, hacen diecinueve y el último será...

Mi amo nunca ha sido un hombre especialmente afortunado, pero aquella mañana de 1683 la desgracia se cebó con él. “Mediomuerto” reparó en su figura –habían sido presentados durante la gran fiesta que mi señor ofreció en su palacio con motivo de la toma de posesión- y le señaló con su dedo huesudo.

  • ... el cónsul, como máximo representante de su país en nuestra humilde ciudad, y su esclavo, de reserva.

  • ¡Esto es un ultraje! – protestó mi señor, al sospechar, que no comprender, el significado de sus palabras.

Por mi parte, dueño de nada, acepté tan fatal decisión.

  • A los demás, los enroláis de remeros en mis galeras y las mujeres... completarán mi harén particular. Más tarde, exigiremos un buen rescate por ellas.

Los infieles secundaron sus frases con una gran carcajada y, seguidamente, cumplieron sus órdenes sin rechistar. La esposa de mi amo se despidió con expresión atemorizada. Nos encerraron en un lóbrego calabozo desde el que oímos parlamentar a voces a Hassan con el valeroso Duresne. Cuando cesó la conversación, sentimos descender rápidamente unas escaleras y descorrerse el cerrojo que sujetaba la puerta de nuestra cárcel a los sólidos muros de la fortaleza. Entraron cuatro jenízaros y cogieron a uno de nosotros; que se resistió con uñas y dientes hasta que un certero golpe en la cabeza lo privó de conocimiento.

Ayudamos a subir al vicario hasta el estrecho ventanuco situado a nivel del suelo y, desde tan privilegiada atalaya, fue informándonos de los acontecimientos tal y como iban sucediendo.

  • Lo están atando y amordazando – señaló el religioso.

  • ¿Qué más, qué más? – le interpelamos, corroídos por el miedo y la curiosidad.

  • Lo han cogido entre cinco verdugos y le han introducido un... ¡Oh, no, Dios mío!... ¡Es demasiado terrible para ser verdad!

Después, cayó fulminado al húmedo suelo.

Estábamos peleándonos entre nosotros, intentando alcanzar la ventanilla, cuando un horrible estrépito nos paralizó por completo y despertó al sacerdote.

  • Ahí va la primera, ¡perro francés! – exclamó, triunfal, Hadji Hassan.

Cuando bajaron a por el siguiente, el vicario ya nos había comunicado la suerte que nos esperaba. Creyentes o paganos, nos encontraron arrodillados, rezando el rosario. Habíamos comprendido, en un instante brutal, que la crueldad es un pozo sin fondo y que, tal vez, no debería ser considerada como un atributo humano; sino como un triste vestigio animal.

A medida que fueron llevándose a mis compañeros, fue desapareciendo nuestro miedo y aumentando nuestra fe religiosa, que, tal vez, sea otra forma de temor.

Cuando sólo quedábamos el vicario, mi amo y yo, nos subieron juntos hasta las murallas de la fortaleza; donde, por fin, nos enfrentamos al gran basilisco que sería nuestra última morada.

Nos amarraron concienzudamente y, tras concederme el dudoso honor de ver morir a todos mis compañeros, introdujeron al religioso en el gran cañón. Cuando sus restos se esparcieron por el mar Mediterráneo, un sudor frío nos recorrió el cuerpo.

Antes de que le metieran en el ánima, el cónsul, mi amo, preguntó a Hadji Hassan, que hablaba francés correctamente:

  • ¿Qué has hecho con mi familia?

  • Todavía nada – respondió el sanguinario.

Sus hombres volvieron a estallar en grandes carcajadas.

  • ¿Crees que mi amigo, el marqués de Duresne, cederá a tus pretensiones? Ya has matado a diecinueve y su postura se mantiene inalterable.

Sin contestarle, subió a las almenas y explicó al sitiador que el cónsul sería la siguiente bala del cañón. Un fraile renegado que hacía las veces de muecín tradujo a mi amo el terrible mensaje. Tras unos tensos instantes, escuchamos la voz del marqués:

  • Tú ganas, ¡sarraceno!... No puedo sacrificar a mi camarada.

La flota maniobró hasta despejar la bocana del puerto. Lentamente, se fue alejando hasta que sus gallardetes se perdieron en el horizonte.

Entonces, “Mediomuerto” ordenó a sus hombres:

  • ¡Adentro con él!

Un último estruendo rasgó el silencio de Argel.









CRÓNICA DE SOCIEDAD (urbi et orbi)


Visha Kanya (Doncella Venenosa) era un tipo de asesina hindú experta en el uso de tóxicos y venenos que se cita en textos tan antiguos como el Kalki Purana, en el que se afirma quie podía matar con la mirada y las relaciones sexuales. Parece ser que le suministraban pequeñas dosis de veneno desde muy pequeña para que su cuerpo se volviese inmune a él. Forma parte de la mitología y el imaginario sagrado hindú.

El Tacuinum Sanitatis es un manual sobre salud basado en un texto anterior del médico árabe ibn Butlan llamado “Tablas de Salud”. Está escrito en latín y profundamente ilustrado. Incluye un herbario y secciones dedicadas a la respiración, el ejercicio, el descanso y la salud mental, así como la primera imagen de una zanahoria, planta desconocida hasta entonces.


Según la mitología sumeria, la diosa Ki creó con la costilla del dios Enki una diosa llamada Nin-Ti o mujer de la costilla. La Biblia (Génesis 2-3, 21-22) dice: “Hizo Yavhé Dios caer sobre el hombre un profundo sopor y, dormido, tomó una de sus costillas cerrando en su lugar con carne, y de la costilla del hombre tomada formó Yahvé Dios a la mujer y se la presentó al hombre”.

Los llamados “knocker upper” fueron profesionales ingleses e irlandeses que existieron entre finales del siglo XIX hasta 1920 hasta que los precios de los despertadores fueron asequibles para la mayoría de los ciudadanos. Su trabajo consistía en presentarse en la vivienda de sus clientes y despertarles para que no llegasen tarde a sus empleos. Para ellos, solían usar varas para llamar a las puertas, palos largo de bambú para alcanzar las ventanas y los pisos altos e incluso pequeñas cerbatanas para lanzar guisantes con el mismo fin. Cobraban semanalmente y no abandonaban el domicilio del cliente hasta que éste se había levantado del lecho.


- La Daga rompeespadas se utilizó desde la Baja Edad Media hasta comienzos del Renacimiento. Su función era atrapar la espada del contrincante e impedirle usarla correctamente.



Los urinatores o urinantes fueron la primera unidad de buceadores conocidos en la Historia. Aparecieron durante el siglo IV a.C en el Imperio Romano y actuaron por última vez en el 195 d.C durante el asedio romano a Bizancio (actual Estambul). Sus misiones principales consistieron en el sabotaje de navíos enemigos y transmisión de mensajes secretos y en clave. Su única arma era un cuchillo. Se sumergían con lastres de piedras y una esponja impregnada en aceite que iban exprimiendo, mientras descendían, para producir una película que mejorase su visión submarina. Avanzaban a pulmón libre, aunque también empleaban odres llenos de aire y rudimentarias campanas unidas a un tubo fabricado con intestino de res que finalizaban en vejigas flotantes que les suministraban el aire. En tiempos de paz, recuperaban las mercancías caídas de los barcos durante su carga y descarga en los puertos. Cobraban según la profundidad a que debían sumergirse y la dificultad para recuperarlos.


FRASE DEL DÍA (sea el que sea)

La publicidad de un producto es más importante que el producto.- (Marshall McLuhan, teórico canadiense de la comunicación)

CONTRAPORTADA


FATA MORGANA