sábado, 28 de enero de 2023

chafardero 184

 <<EL NUEVO CHAFARDERO INDOMABLE

NÚMERO 184  ANNO IX>>



PRIMERA PLANA



Entre el 9 y el 21 de enero de 1918 se produjeron una serie de movilizaciones populares en Málaga capital consecuencia de la subida de los precios de los productos básicos. (Como ahora somos más civilizados, en circunstancias similares pagamos sin rechistar; mientras criticamos al gobierno de turno por no frenar la inflación ni impedir los abusos empresariales).

Las principales protagonistas de las protestas fueron las trabajadoras del campo malagueño, a las que se fueron uniendo obreras textiles, dependientas, empleadas domésticas, planchadoras, cocineras, costureras y amas de casa. Los hombres trabajadores poco tuvieron que decir desde un principio. Pronto se convirtió en una huelga general duramente reprimida por las autoridades competentes como cabía esperar. (Ya se sabe que el orden público es sagrado, especialmente cuando lo alteran los más desfavorecidos). Estas manifestaciones supusieron, según algunos entendidos,  la primera revolución feminista del país y fue conocida como “La Rebelión de las Faeneras”.

Como ya se dijo, el detonante fue la subida de productos como el pan, el aceite, las patatas o el pescado; a lo que se añadió el aumento de la exportación, consecuencia del incremento de la demanda externa por la Iª Guerra Mundial y la neutralidad española durante este conflicto, y el consiguiente abandono de los mercados internos; lo que generó la especulación con estos productos y el enriquecimiento de algunos empresarios que el gobierno de la época no supo impedir. (Se llama libre mercado o... vendo al que más me pague).

Entre el 9 y el 14 de enero las faeneras salieron a la calle y lograron entrevistarse con el alcalde malagueño y el gobernador civil para que solucionasen el problema. Ambas autoridades se comprometieron a restringir las exportaciones e imponer tasas para mantener los precios. Los empresarios se negaron en redondo a aceptar estas condiciones. La solidaridad empresarial tampoco existía por entonces. Había mucho dinero en juego y unos pocos obreros -¡mujeres encima!- no iban a estropearles tan pingüe negocio, por lo que el alcalde socialista de Málaga les amenazó con regular los precios. Poco después fue cesado y sustituido por otro de ideología contraria tras las presiones de los “emprendedores” de la época.

La consecuencia fue la huelga general entre proclamas como: “¡Que baje el pan!...¡Tenemos hambre!... ¡Pan y trabajo o habrá consecuencias!”. La Guardia Civil controlaba la ciudad, el ejército el extrarradio; mientras los empresarios impedían la entrada en sus fábricas a las obreras  (tal vez para evitar que se refugiaran en ellas), lo que permite presuponer cierta connivencia entre empresarios y autoridades, y los pocos ultramarinos abiertos mantenían precios demasiado elevados para las economías más débiles. Todo olía a escenario de una trampa mortal.  Las fuerzas del orden recibieron alguna pedrada, lo que aumentó la violencia de su respuesta. Como cabía esperar la situación derivó en batalla campal. El día 15 los picoletos cargaron y dispararon contra los manifestantes con el resultado de dos mujeres y dos hombres muertos y una veintena de heridos. Las siguientes jornadas mantuvieron la tensión y el férreo control de la ciudad por los guardias hasta que el 21 de enero las huelguistas regresaron a sus trabajos entre pitidos al nuevo alcalde y al gobernador civil, mientras los balcones de la ciudad permanecían engalanados con prendas negras en señal de duelo por los caídos. Poco a poco comenzaron a bajar los precios de los alimentos básicos, tal vez por el éxito de la protesta o porque los especuladores ya habían ganado bastante.

Un siglo después se realizó una semana de homenajes que incluyeron un recorrido por los lugares donde se desarrollaron las manifestaciones de protesta, una conferencia y una exposición bajo el lema: “Mujeres, trabajo y dignidad”. 

Un pueblo respetable es aquél que trata por igual a todos sus integrantes.


¿QUÉ SUCEDIÓ EN ESTOS DÍAS?

- Froilán de Todos los Santos se traslada a Abú Dabi para trabajar y vivir junto a su abuelo. 

- El ayuntamiento de san Sebastián de los Reyes, gobernado por una coalición Psoe-Cs, construirá un Museo Taurino en honor a Ortega Cano y nombrará alcalde perpetuo al Cristo de los Remedios por "su demostrado arraigo en la ciudad". (Lógico: las estatuas no pueden moverse).

- Un edil socialista de Santiago de Compostela se alquila a sí mismo las oficinas de su concejalía.

- El candidato Feijóo lamenta el fin de las ayudas de los carburantes, cuando su partido votó en contra de las mismas en sesión parlamentaria.

- Una inglesa descubre que su perro no es desobediente, sino que sólo entiende español.

- Despiden a un teletrabajador que se llamaba a sí mismo para no atender clientes.

- La Junta andaluza encarga el asesoramiento a  mujeres embarazadas al grupo antiabortista Red Madre.

- Despedido el empleado de una consultora por no querer alargar su jornada laboral.

- La Audiencia de Madrid considera legal que un exmilitar relacione a Pablo Iglesias con el narcotráfico por el "contexto político y social". (?). 






OLDIES

"Dixie kidnaps Vera", clásico del jazz, compuesto por John Barry para la película "The Cotton Club".

https://www.google.es/search?q=dixie+kidnaps+vera&biw=1280&bih=569&tbm=vid&sxsrf=AJOqlzUkdtYZZjTkY6iOhu07ZeyAxc-NQA%3A1673883341078&ei=zW7FY-qYBL_VkdUPgpOboAw&oq=dixie+kidnap&gs_lcp=Cg1nd3Mtd2l6LXZpZGVvEAMYADIGCAAQFhAeOgQIIxAnOgsIABCABBCxAxCDAToFCAAQgAQ6BAgAEEM6BwgAELEDEEM6CAgAEIAEELEDOgcIABCABBAKOgoIABCABBCxAxAKOggIABCABBDLAToICAAQFhAeEAo6CwgAEBYQHhDxBBAKOgkIABAWEB4Q8QRQAFiaNGDiPWgHcAB4AIABgQGIAdYNkgEDOC45mAEAoAEBwAEB&sclient=gws-wiz-video#fpstate=ive&vld=cid:ad12652a,vid:XH6Ckq5w4Q0



LITERALIA




NO PUEDO DECIRLO



Llevo cinco años defendiendo ante mi abogado y los sucesivos jueces que han rechazado la revisión de mi caso que la maleta no es mía, que debieron cambiármela en algún momento sin darme cuenta por otra igual a la que me regaló mi exesposa, mi fiel esposa que se divorció de mi en cuanto entré en prisión. Es cierto que no puedo demostrar cómo ni quién la cambió, pero es la única explicación posible a mi desgracia; aunque... quizá sea mejor empezar por el principio.

Antes de ser el recluso 2721 me llamaba Remigio Costablanca y trabajaba como alto ejecutivo en una multinacional dedicada a... no puedo decirlo por firmar un contrato de confidencialidad. Aunque me despidieron sin explicaciones ni indemnización nada mas entrar en prisión, siempre he sido un empleado fiel.

Tuve que trasladarme a una ciudad del norte del país para participar en una Feria donde mi empresa expondría sus productos, incluido un revolucionario robot especializado en.... tampoco puedo decirlo; aunque puedo confirmar que es muy preciso.

La ciudad era famosa por su exquisita gastronomía -una de mis grandes debilidades junto a... lo siento, pero no puedo decirlo- y su desenfrenada vida nocturna. El segundo día de mi estancia entré a un tugurio llamado “El Paraíso”, me senté en un taburete alto frente al mostrador y pedí un Macallan de doce años. Poco después se acomodaba a mi derecha una mujer rubia de maquillaje discreto a la que calculé unos treinta. Pidió un Manhattan. Bebió en silencio, mientras miraba sin cesar hacia la puerta del establecimiento. De pronto, me preguntó:

  • ¿Tienes fuego, amigo?

  • Lo siento, no fumo.

  • ¡Menudo soso!

  • Corro maratones y no me conviene – me disculpé.

  • ¿Eres forastero, verdad? … No recuerdo haberte visto por aquí.

  • Sí, participo en la Feria.

  • ¿Y qué vendes?

  • Lo siento, no puedo decirlo.

  • ¿Armas tal vez? ¿Esos malditos drones que matan inocentes?

  • Secreto profesional.

  • En fin... Me llamo Teresa, Tess para los amigos. ¿Quieres ser mi amigo?

  • Eeeh... Estoy felizmente casado, pero un poco de compañía no me hará daño.

  • Vamos a una mesa para estar más cómodos. Yo espero a mi prometido, El Gran Santo.

  • ¡Qué nombre tan raro!

  • Es... su apodo de guerra podríamos decir.

  • ¿A qué se dedica?

  • Lo siento, no puedo decírtelo.

Por primera vez comprendí la frustración que generaba en los demás esa frase que utilizaba tan a menudo por obligación contractual. Al tercer whisky y el quinto Manhattan entró al local un gigantón de traje arrugado y cigarrillo entre los labios que, tras inspeccionar el lugar, se reunió con nosotros. Su saludo fue:

  • ¿Quién es este pollo, Tess?

  • Un desconocido que me entretenía hasta que llegaste tú.

  • Pues ya estoy aquí... ¡Largo o te rompo! - me gritó.

Me levanté en silencio, contrito, tras despedirme de mi acompañante. Poco después, Tess y El Gran Santo abandonaron el establecimiento. Seguí la juerga por varios locales hasta conseguir una hermosa melopea que me hizo olvidar el mundo y sus miserias. Desperté en la cama del hotel con las habituales resaca y sequedad de boca. Me duché con agua fría, me vestí mecánicamente y bajé a la cafetería, donde apuré dos cafés solos dobles muy cargados. La jornada transcurrió sin novedad en el expositor de la empresa, donde cerré varios suculentos contratos, incluidos seis robots, con altos representantes de países cuyos nombres tampoco puedo mencionar. Comí un bocadillo con una cerveza y proseguí mi trabajo hasta las ocho de la tarde. Después, tocó recoger todo el material al ser el último para profesionales y comenzar las visitas de curiosos y aficionados que sólo querían recuerdos y propaganda y nunca compraban nada. Cené algo rápido y frugal en la cafetería del hotel y subí a mi habitación tras un día fructífero, pero interminable. Regresé a mi ciudad en el vuelo de las diez y media de la mañana que aterrizó una hora después. La catástrofe y la sorpresa comenzaron para mi, cuando un simpático pastor malinois de la policía olisqueó los equipajes sobre la cinta transportadora, colocó sus patas delanteras sobre mi maleta y miró fijamente a su adiestrador, quien voceó mi nombre tras leerlo en la tarjeta atada al asa de la maleta. Quizá por deformación profesional y los continuos ladridos del perro, el agente sospechó que la valija contenía algo ilegal por más que yo insistiera en que solo había ropa sucia, catálogos de mi empresa, un pequeño regalo para mi esposa y mis objetos de aseo personal. Sordo a mis palabras, el agente me condujo hasta una habitación sin ventanas amueblada con una mesa y dos sillas metálicas. Depositó la maleta sobre la primera, me pidió la llave y la abrió con lentitud y recelo. Cuando los tres contemplamos su contenido, nos miramos en silencio: yo, aterrado; ellos, acusadores. Dentro de la valija estaba un cuerpo humano desmembrado en cuatro partes. En cuanto observé los cortes limpios del cadáver comprendí que el responsable era nuestro revolucionario robot, aunque desconocía quién y cuando había podido utilizarlo y adquirirlo y meter a El Gran Santo -le reconocí al primer vistazo- dentro de mi maleta. Reportó la situación por un intercomunicador. Minutos después, apareció un forense que, tras inspeccionar los restos, concluyó que pertenecían a un varón sano -¿sano?- de unos cuarenta años que había fallecido tras clavarle un objeto punzante -tal vez un estilete- en la nuca. En cuanto al desmembramiento se realizó tras el óbito con una herramienta de gran precisión. En vez de mantenerme callado, presa de los nervios, exclamé:

  • ¡El Gran Santo!

  • ¿Lo conoce? - me preguntó amenazador el agente.

  • Sí, coincidimos hace dos días en un bar de la ciudad donde participaba en una feria industrial.

  • ¿Qué ciudad?

  • Lo siento, pero no puedo decirlo. La política informativa de mi empresa es muy restrictiva al respecto y podría perder mi empleo en caso de infringirla.

  • Y acabar en la cárcel, si no habla... ¿Dónde conoció al finado y en qué circunstancias?

Repetí ante el policía, el forense y el pastor malinois la escena de “El Paraíso”. El agente volvió a hablar por su intercomunicador para solicitar la localización de un bar con ese nombre en alguna ciudad del país donde se hubiese celebrado recientemente una feria industrial y de una mujer rubia de unos treinta años llamada Tess. Poco después, recibió una información que confirmaba mi relato. Luego tuvo el detalle de comunicarme que el cadáver, al que juré y perjuré que sólo conocía como El Gran Santo, era Nicolás León, nacido en Ahillones, provincia de Badajoz, y que se dedicaba al trapicheo de droga y chulear a un par de fulanas de mediana edad. Entonces comprendí que Tess debía ser una de ellas. Poco después, aparecieron dos hombres trajeados que sustituyeron al agente, quien regresó a su vigilancia junto al perro. El forense también se marchó junto a dos operarios que trasladaron la maleta y su contenido en una camilla con ruedas cubierta con una sábana. Los recién llegados sacaron sendas libretas negras y me pidieron que repitiera mi confesión. En algún momento, telefonearon a los responsables de la feria; quienes corroboraron la participación de mi empresa, aunque no podían identificarme, porque no me habían visto nunca. Señalé a uno de los desconocidos, aunque supuse que serían inspectores o algo similar, que las tarjetas de identificación incluían una fotografía; pero parece ser que las destruían nada más terminar el evento. Mi situación pareció empeorar cuando tampoco pude explicar donde estaba mi auténtica maleta -lógico, por otra parte, pues creía que era la que me había acompañado en el avión- ni cuándo, quién o dónde se produjo la sustitución. Me tomaron declaración sin presencia del abogado de la empresa, pues su política también incluía desentenderse de sus empleados inmersos en causas policiales o judiciales fueran culpables o inocentes. En cuanto al abogado de oficio que me asignaron... hizo lo que pudo con lo que poco que tenía a mi favor. Me trasladaron hasta la cárcel más cercana donde un amable funcionario tomó mis huellas dactilares y cambió mis pertenencias y ropas por el uniforme reglamentario. El juicio se celebró una semana después. Los testigos que presentó mi abogado -el barman de “El Paraíso”, los vendedores situados cerca de nuestro expositor, el recepcionista y el botones del hotel- no disiparon las dudas y certezas del juez; pues sus declaraciones no explicaron el meollo de la cuestión: ¿quién mató a El Gran Santo y cómo dieron el cambiazo con mi maleta? Por cierto, la mía apareció en el aeropuerto de Hong Kong dos días después con mi ropa sucia, los catálogos de mi empresa (que los reclamó ipso facto para no verse implicada en el asunto), el regalo para mi esposa, (ex para entonces) y mis objetos de aseo personal. Los investigadores no encontraron ninguna huella en ella, salvo las mías, tal y como ya había ocurrido con la que contenía el cadáver. La única que tal vez pudiera aclarar la situación y exonerarme por completo era Tess, pero la policía no había podido encontrarla. Quizá estuviese escondida por miedo a represalias, o implicada en el crimen, o ignorase lo sucedido y disfrutase buenos momentos con algún amigo. El juez me condenó a veinte años de reclusión por homicidio alevoso, pues “dada la espectacularidad del delito, la sociedad exigía un culpable y una reparación ejemplar” afirmó en su exposición final.

Algunos meses después de mi condena, recibí una carta de Tess en la que me confesaba estar escondida, haber contratado a dos sicarios para que eliminasen a El Gran Santo harta de su explotación y maltrato, y que me había escogido como chivo expiatorio porque parecía buena persona y nunca la delataría por miedo a que la detuviesen o se vengasen los hombres de su chulo; pero ¿no se extrañarían por su repentina desaparición?. Cuando se lo comuniqué a mi abogado y me preguntó por el contenido de la misiva, que había destruido con anterioridad, sólo pude contestarle: “Lo siento, pero... no puedo decirlo”.


CRÓNICAS DE SOCIEDAD (urbi et orbi)

Cuenta Álvaro Cunqueiro que Marta de Betania, hermana del resucitado Lázaro, llegó a Provenza (Francia) y allí mató a un dragón. Sobre este hecho existen dos versiones: la primera afirma que eliminó a la bestia con el signo de la cruz;, la segunda, que le convenció para hacerse vegetariano.

Catalina de Médicis casó con Enrique, hijo menor de Francisco I de Francia. Fue un matrimonio político para él y deseado para ella. Por estos motivos, él tomó por amante a la bella Diana de Poitiers, veinte años mayor que él; lo que no impidió que tuviese diez hijos con la citada Catalina. Uno de ellos fue Isabel de Valois, futura esposa de Felipe II. Debido a las sucesivas muertes de Enrique y el Delfín, se convirtió en regente durante la minoría de edad de su otro hijo, el futuro Carlos IX, durante la que tuvo que enfrentar las diferencias entre católicos y hugonotes (protestantes franceses); por lo que creó el llamado “Escuadrón Volante”, integrado por unas doscientas cortesanas jóvenes, bellas y fieles a la regente que realizaron misiones de espionaje para ella (que incluían seducir, yacer y asesinar a su víctima). Tenían prohibido quedarse embarazadas so pena de de expulsión. Una de las más destacadas fue Charlotte de Beaune-Semblançay, baronesa de Saune, vizcondesa de Tours y marquesa de Noirmoutier, amante de Enrique IV de Francia y III de Navarra.

La palabra “testificar” proviene de la antigua costumbre romana por la que los ciudadanos libres tenían que agarrarse los testículos cuando juraban decir la verdad en un juicio.

Carlos Genoveva Luis Augusto Andrés Timoteo de'Éon de Beaumont (1728-1810) está considerado el primer travestí de la Historia, pues durante 49 años fue conocido como Caballero d'Éon y los 33 siguientes como Señorita Beaumont; durante los que no pudo lucir prendas masculinas por orden expresa del monarca francés. Fue diplomático, militar y espía en Rusia e Inglaterra a las órdenes de Luis XV durante la Guerra de los Siete Años. Aunque siempre jugó con su ambigüedad sexual, al realizarle la autopsia se comprobó que era un hombre. Ha dado nombre a un trastorno estético-sexual llamado eonismo.


-  Poena cuelli o Pena del Saco era el castigo que los romanos destinaban a los condenados por parricidio entre los siglos I y VI a.C.. Tras azotar al reo con las llamadas “varillas de color sangre”, se introducir su cabeza en una bolsa de cuero de buey llena de animales vivos que luego se cosía , se le calzaba con zuecos de madera y se lo arrojaba después al agua. En un principio sólo fueron serpientes, pero luego se amplió el campo a  perros,  gallos y  monos. Resurgió durante la Edad Media y permaneció en Sajonia hasta el siglo XVIII. Antes de su introducción, los condenados eran entregados a los familiares de la víctima para que dispusieran de él a su gusto y disposición.



Los Sanandresiños o sanandreses son amuletos protectores del amor, la familia, el dinero o la carrera profesional elaborados con miga de pan cocida en horno de leña en la localidad coruñesa de San Andrés de Teixidó.





FRASE DEL DÍA (sea el que sea)

"Libres son quienes crean y no quienes copian. Libres son quienes piensan, no quienes obedecen".- (Simón Rodríguez “El loco”, maestro de Bolívar)


CONTRAPORTADA

Puente de Ruyi (acero y cristal), Taizhou (China)





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