CANDIL LITERARIO
Nº 28
Madrid, 13 de marzo de 2024
Querido Enrique, estos días ha estallado un nuevo caso de supuesta corrupción en este sufrido país. La Fiscalía -controlada por el Psoe, lo que la hace sospechosa; al contrario de cuando el fiscal general del estado era un tal Cardenal, súbdito devoto del gran Aznar, patriota singular- investigará una denuncia de Hacienda por fraude de más de trescientos cincuenta mil euros al erario público, mediante la expedición de facturas falsas, de la actual pareja de la presidenta capitalina, -y compañero de piso, supuestamente pagado con parte de ese dinero-, una pobre víctima a la que persiguen las sospechas de corruptelas familiares: el padre, la madre, el hermano, un primo... Quizá debería elegir mejor sus compañías. El susodicho compañero sentimental actuó de intermediario en una compra de mascarillas -recientemente se supo que también intentó vender otra remesa del mismo material a Costa de Marfil a un precio cinco veces superior al habitual- durante la pandemia -sus efectos negativos se extienden más allá de la estricta sanidad- a través de una empresa sin empleados que aumentó su facturación de 27.000 a 1.900.00 € entre 2020 y 2022. Otra casualidad: el principal cliente del presunto defraudador fue Quirón Salud, la compañía con la que la Comunidad firma la mayor parte de sus conciertos sanitarios privados. Por supuesto, la señorita Ayuso afirma que ella no sabe nada y es inocente total. ¡Y la creo, faltaría más! Pero también señala que no hay empresas pantalla como indica Hacienda y que su chico no defraudó trescientos cincuenta mil euros, sino que el erario público le debe seiscientos mil, lo que implica que algo sabe sobre el asunto, y que la compra del piso donde conviven se pagó legalmente ante notario. No se investiga la adquisición de la vivienda, sino el origen del dinero para efectuarla. En todo caso, alguien que ostenta un cargo público relevante debe saber a qué se dedica su pareja sentimental y cómo lleva sus finanzas para evitar que la oposición política, desleal siempre, aproveche la coyuntura para atacarle y exigir su dimisión como ha hecho ella y su partido con el traidor Sánchez y su gobierno; pues, si el actual presidente es responsable de todas las actividades de sus ministros y exministros, ¿no lo es también la señorita Ayuso de los posibles delitos de sus parejas, aunque sea un particular? Ya debería saber que, como cargo público, tiene más obligaciones que un ciudadano normal y corriente; aunque siempre cabe la posibilidad de que ciertamente desconociese -lo que no la deja en buen lugar- las maniobras comerciales de su pareja, que comenzaron, según la prensa, dos meses después de iniciar su relación, es decir, que la presidenta lleva varios años desconociendo las actividades empresariales de su acompañante ni preguntándose cómo pudo comprar un piso de un millón de euros y un deportivo de ochenta mil; por lo que cabría cuestionar cómo puede gestionar una Comunidad Autónoma como la madrileña si no se entera, o no quiere enterarse, de lo que sucede a su alrededor -aunque en este caso ya conocemos la respuesta-, o por qué amenaza su Jefe de Gabinete a los periodistas que publican información sobre el posible fraude del compañero de Ayuso, si no ha cometido ninguno según propias palabras de la presidenta en rueda de prensa. Para aumentar el ridículo, días después el mismo Jefe de Gabinete filtró a la prensa amiga una nota en la que acusaba a dos periodistas de El País de acosar a los vecinos, menores incluidos, del inmueble donde reside la presidenta, y a otros dos de un medio digital, de asaltar encapuchados su vivienda para sustraer información comprometida (lo que puede entenderse como que la tenía o podía tener). Sin embargo, parece que los citados enmascarados se identificaron ante la policía que vigilaba el edificio. ¿No es un contrasentido revelar la identidad, cuando llevas la cara tapada? Al final todo se redujo a un bulo -pero que cala en la parte más fanatizada de la población-, no hubo encapuchados, y lo único cierto es que se presentaron dos gacetilleros para preguntar a los vecinos si conocían la realización de obras en el piso presidencial tras conocerse que el ayuntamiento había denegado la licencia para reformarlo, lo que supuso el traslado –reajuste de puestos de trabajo en lenguaje oficial- del concejal del distrito y de la funcionaria que resolvió el expediente. Alegar desconocimiento no exime de responsabilidades según recoge la ley, sobre todo cuando tu compañero sentimental conocía desde hacía seis meses la intención de Hacienda de denunciarle por fraude. Sin embargo, la presidenta capitalina redujo el caso a una simple inspección fiscal -vulgo: paralela- que no tendría recorrido, porque todo era una operación del gobierno a través de las cloacas del Estado. ¿Un presidente autonómico puede confundir inspección con denuncia?
Su estrategia, y de sus seguidores, se desarrolló en una segunda fase: dudar de la independencia de la Fiscalía madrileña, presidida por “una exdirectora general en el ministerio de Justicia durante el gobierno Zapatero”, lo que la convierte en sospechosa y sectaria. Pero, ¿no habíamos quedado en que no había nada que investigar y que se trataba de una simple inspección fiscal? Entonces, ¿por qué preocupa tanto al Partido Popular quién es el presidente o el conserje de la Fiscalía de Madrid? ¿Por qué se muestra tan sensible, cuando le afecta un posible delito de un allegado o militante suyo, y tan estricto cuando los inculpados o sospechosos son políticos de izquierdas? ¿No se trata en ambos casos de respetar la tan manida presunción de inocencia? Pues no, porque siempre ha habido clases y la señorita Ayuso (y, por supuesto, todos sus allegados y familiares) y su partido son los buenos y sólo cometen delitos los traidores rompepatrias.
Al día siguiente, la prensa publicó que la pareja de la presidenta ofreció a Hacienda, mediante su abogado, pagar la cantidad defraudada más intereses, lo que supone el reconocimiento de un delito, y que los enamorados disfrutan un segundo piso en el mismo edificio donde residen actualmente, cuyo 1% de la propiedad consta a nombre de una empresa del letrado aludido. Se desconoce la identidad o identidades del o los propietarios del 99% restante. Esta situación recuerda el caso de la exministra Ana Mato, que desconocía el origen de un Jaguar propiedad de su exmarido que permanecía aparcado en el garaje del chalet familiar que seguía compartiendo con él. Queda por ver la reacción de los palmeros -alcalde capitalino incluido- que apoyan y defienden las explicaciones de la presidenta tras conocer estas últimas informaciones. Asímismo la Fiscalía emitió un comunicado en el que confirmaba que fue el novio de Ayuso quien les remitió un correo electrónico donde reconocía el delito y se ofrecía a pagar la cantidad defraudada, aunque ya sabemos que la Fiscalía está presidida por una cómplice del pérfido Sánchez.
La tercera fase de la estrategia de defensa parece consistir en que toda la prensa afín y subvencionada desate una campaña de descrédito y escarnio público contra los acusadores y amenazarles con querellas por publicar los datos fiscales de un particular. Directores de algunos panfletos como los aludidos han acudido a las televisiones de ideología amistosa para explicar e intentar convencernos de que no existe ninguna trama delictiva del novio de la presidenta autonómica. Cabría preguntarse por qué estos informadores se prestan a realizar esta tarea, cuando no parecen tener ninguna relación directa con el asunto ni se han beneficiado con él. Quizá se deba, simplemente, a un ejemplo más de adoración sublimada hacia la gran gestora que preside Madrid como lo demuestran las residencias de ancianos, el hospital Zendal o los continuos chanchullos familiares que la rodean; pero tanto despliegue a su favor puede terminar siendo sospechoso, pues, si no hay trama, ni caso, ni delito, ¿por qué tanto encono en defender a un inocente?
En todo caso, resulta curioso el oportunismo de la aparición de este asunto tras dos años de investigación según la prensa, en un momento en que el caso Koldo, del que ya te hablé, apretaba bastante al partido socialista y al presidente del gobierno por extensión. Cabe preguntarse si es una coincidencia o una maniobra para contrarrestar los ataques populares, recordándoles que ellos también tienen sus chanchullos, siempre y cuando ambas denuncias terminen en condenas de los acusados, que, por su relación directa e indirecta con cargos públicos, afectan a la credibilidad de los políticos actuales y a la confianza ciudadana; aunque quizá fuese más razonable desconfiar siempre de sus señorías y pensar si los casos de Koldo y del compañero de Ayuso no son la punta del iceberg de la corrupción patria.
Espero que leas esta misiva rodeado de hermosas diablesas y una copa de buen vino, un Châteauneuf du Pape por ejemplo, como el que degustamos una madrugada filosófica junto a tu amigo y paisano Antonio. ¡Buen provecho!
No hay comentarios:
Publicar un comentario