CANDIL LITERARIO
Nº 31
Madrid, 31 de marzo de 2024
Querido Enrique, como bien sabes por aquí hemos celebrado la Semana Santa con el recogimiento habitual en estas fechas tan señaladas, aumentado por la abundantes lluvias caídas que han provocado la cancelación de muchas procesiones para disgusto de algunos y satisfacción de otros tantos. Por tu tierra andan preocupados con la pérdida económica que supone, y la posible oxidación de las corazas de los armaos, que no es un tema menor. Ya sabes lo importante que es la apariencia por allí. A cambio se han llenado muchos embalses patrios sedientos. Me gustaría conocer la opinión de Pateta sobre el folclore que organizamos con los pasos, los costaleros, los nazarenos y los flagelados que desfilarán por las ciudades patrias. En todo caso resulta curioso que se lamenten más por la disminución de visitantes e ingresos que por la posible merma de penitentes y arrepentidos. Ahora recuerdo la Semana Santa que compartimos -la última que vivió mi padre- entre capillitas, gente vestida de romano y saetas desde balcones con mesas llenas de langostinos, jamón de Jabugo y copas de fino, mientras los bares permanecían abiertos toda la madrugada. Este detalle me sorprendió mucho por poco, o nada, religioso, es decir, incongruente con el dolor que embargaba, o debía, a los congregados; salvo que todo fuese una representación teatral de la que yo fui espectador ignorante. Podrías preguntarle al Hijo -supongo que mantenéis algún tipo de comunicación con los celestiales, quizá mediante el Paráclito como paloma mensajera- su parecer sobre nuestra forma de recordar su ejecución. Dado el tiempo transcurrido desde aquellos hechos, ya debe tener una opinión formada al respecto.
En la capital también celebramos solemnes procesiones, faltaría más. Incluso rematamos los festejos con una tamborrada en la Plaza Mayor, como la de Calanda, pues parece que en el Gólgota actuó una banda de protomaños según los últimos descubrimientos en Tierra Santa y... hay que mantener las tradiciones según nuestro católico alcalde. Alguna, como la del Silencio, nos la encontramos alguna vez durante nuestros devaneos por el centro. Recuerdo la sorpresa que nos causó el gran gentío y alboroto que la acompañaba. También desfila el Cristo de los Gitanos, quizá una franquicia del sevillano. Parece que tiene mucha devoción en la ciudad, por más que se mire con recelo a los calés. Me pregunto si la existencia de esta imagen y su Hermandad significará que ya había gitanos en tiempos del Ungido y qué bien les hizo para que sigan recordándole con tanto fervor. También me pregunto si, vista la tradicional marginación que sufren por aquí, hemos podido olvidar parte del mensaje y enseñanzas del Mesías. También procesionó el Domingo de Ramos la Hermandad de La Borriquita -que tiene su sede en la iglesia de san Ildefonso, cerca de La Ardosa, donde bebimos y disfrutamos tantas pintas de cerveza bien tirada y algún que otro canapé de Cabrales-, con su paso estrella de Nuestro Padre Jesús del Amor. Parece que la Hermandad toma su nombre de la borrica a cuyos lomos entró el Mesías en Jerusalén.
Me pregunto si organizáis algún desfile u otra actividad recreativa para celebrar la pasión y resurrección del hijo del Jefe. Quizá Pateta montó una gran parodia cuyo paso principal era el perezoso Belfegor, al que “cuatro simios alados portaban las andas en las que estiraba su molicie, su corpachón de hembra rolliza, dormilona y roncadora, y el caparazón de tortuga que le caía por la espalda y sus alas de piel de marmota” como describe Mújica Lainez en su recomendable “El viaje de los siete demonios”.
En fin, Enriquito, espero que disfrutes tu estancia en un lugar tan caluroso; mientras los demás sobrevivimos en el llamado valle de lágrimas, aunque a veces haya carcajadas, como supongo no has olvidado, y puedas estar ahora revolcándote de risa, viendo nuestro comportamiento. Ahora te dejo, pues me he quedado sin preguntas.
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