miércoles, 20 de marzo de 2019

CHAFARDERO 72

<<EL CHAFARDERO INDOMABLE>>
NÚM.  72   ANNO V








PRIMERA PLANA 72

El pasado ocho de marzo se celebró una huelga, que muchos denominaron “femenina” (aunque suponemos que la secundarían algunos hombres), con la que las mujeres exigían por segundo año consecutivo equiparación salarial y social  y la desaparición de la violencia de género -que algunos partidos políticos y muchos hombres llaman “doméstica” para poder incluir las escasas agresiones femeninas-. La tarde del mismo día multitudinarias manifestaciones festivo-políticas recorrieron el país y muchas ciudades del mundo para repetir sus reivindicaciones y celebrar el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, propuesto en  1910 en Copenhague durante la IIª Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas por iniciativa de Clara Elkin y secundado por Rosa Luxemburgo, Nadezhda Krúpskaya, esposa de Lenín, o Inessa Armand, amante de Lenin, entre otras . Ciento diecinueve años después sigue siendo una quimera.
También por segundo año consecutivo los llamados partidos políticos “de izquierdas” participaron  en las manifestaciones (por una mezcla, tal vez, de oportunismo y convicción); mientras  los considerados “de derechas”, ahora “constitucionalistas” -los antiguos trogloditas- se mantuvieron al margen por desprecio, ignorancia, y/o machismo. Esa misma mañana los líderes de PP y Ciudadanos, Casado y Rivera explicaron públicamente las razones de su inasistencia a las manifestaciones, rodeados de mujeres de sus partidos, que no abrieron la boca; pues quizá no sean trabajadoras ni se sientan menospreciadas, aunque  la señora Arrimadas  habló de “feminismo liberal”; fenómeno aún desconocido hasta la fecha por su falta de aclaraciones al respecto. Una de las muchas consecuencias de efemérides como la celebrada el citado ocho de marzo es que retratan a todo el mundo; presente y ausente, más allá de sus justificaciones. Es  decir, son claros ejemplos de que los actos pueden ser más expresivos que las palabras.







Miguel Gila habría cumplido cien años el doce de marzo. Su humor sigue tan vigente y necesario como cuando vivía y llenaba nuestros días de carcajadas. Quizá, ahora contaría chistes sobre el tripartito andaluz, los planteamientos retrógrados de Vox, los másteres regalados o la incompetencia y soberbia de los políticos actuales. En todo caso, nos aligeraría  la frustración. Como el añorado Groucho, Gila tampoco debería morirse nunca.
El 20 de marzo de cada año celebramos el Día Internacional de la Felicidad. ¡Por algo será!




¿QUÉ SUCEDIÓ EN ESTOS DÍAS?

- Multan con 100 euros a un ciudadano por escribir sobre un paso de peatones; “Yo te creo”.
- Una ballena se traga vivo a un buzo y lo devuelve sano y salvo en una playa.
- Absuelven en Italia a dos hombres acusados de violación, porque la mujer era “demasiado masculina”.
- Dos años de cárcel a una madre por abofetear a su hijo por no ducharse.
- Un avión regresa al aeropuerto de partida, porque una pasajera olvidó su bebé en el mismo.
- Un folleto turístico vasco sitúa a Euskadi en Cuenca.
- La Consejera de Economía de Castilla-León propone que las tiendas cobren a los clientes por probarse la ropa.
- El PP de Getxo (Vizcaya)  pide censurar una exposición porque falta el respeto a Trump.
- El Plan Nacional sobre Drogas premia a los fabricantes de bebidas alcohólicas.
- Los obispos recomiendan rezar con mayor intensidad para que Dios ilumine la mejor opción de voto.


LITERALIA I

Cuarta entrega de las apasionantes aventuras de Fermín Estrellado, el hombre múltiple.


¡QUÉ DURA ES LA CREACIÓN!



Descanso, junto a mis huesos, en un hospital provinciano donde me cuidan solícitas y calladas -¡Alabado sea Dios!- hermanas clarisas. ¿El motivo? Una cornada trapera de un toro desconfiado y avieso. Pero, de todo esto hace ocho meses y estoy totalmente restablecido de dicho percance. Parece ser que el facultativo que me atiende no me concede el alta por miedo a que, vistas mi edad y  técnica taurina, sufra una nueva cogida de la que no salga tan bien parado.
Formaba terna junto a “Finito de Cádiz” y “Jato de Antequera” en el cartel de una plaza secundaria. Los tres espadas habíamos conocido mejores tiempos. En los tendidos, viejos aficionados, vegueros aromáticos, miradas entendidas, comentarios precisos, hermosas espectadoras. En la arena: seis bestias cuernilargas y astifinas que parecían decididas a empitonarnos al menor descuido. Por ser el más antiguo, Luis -“Jato de Antequera”- abrió la corrida, enfrentándose, en contra de su voluntad, a un monstruo careto de 750 kgs, alevoso y bufador. El maestro, recién salido de una gravísima cornada, se resintió de sus múltiples costurones y abandonó la plaza sin dar un solo pase al astado entre los improperios del respetable.
¡Sangre! ¡Sólo querían ver nuestras tripas palpitando sobre la arena!

Si no hubiera sido por mi apoderado, mis tres exmujeres, mis ocho hijos y mis cuatro fincas, no me hubieran visto el pelo en un coso taurino el resto de mi vida, que espero larga y provechosa. Pero así estaban las cosas: cinco fieras apocalípticas –al careto lo habían indultado, porque el presidente del festejo (y alcalde del pueblo) lo quería para semental de sus corrales- frente a dos pobres hombres obligados por las circunstancias. Profesional íntegro, valiente irrepetible, Finito se arrodilló frente a la puerta de toriles y esperó la salida del bicho. ¡Y qué bicho, madre mía! Grande, oscuro como una noche sin Luna, furioso, resabiado y criminal. Desentendiéndose del engaño,  “Polvorita” zarandeó al diestro una y otra vez hasta que, aburrido, permitió la entrada de los subalternos y las asistencias. En la enfermería, los facultativos le apreciaron tantas fracturas que decidieron trasladarle al hospital más cercano para recomponerlo con Superglue y, según mis noticias..., ¡aún no han terminado!
No habían transcurrido diez minutos de corrida y ya habían sucumbido los dos primeros cabezas de cartel.
El tercero de la tarde –un animal descastado y traidor llamado “Imprevisto”- salió al coso tranquilo y despreocupado, como si la historia no fuera con él. Dio una vuelta completa al ruedo y, después, se detuvo en el centro del albero. ¡Estaba esperando! ¡El bicho estaba esperando!
Mientras buscaba una puerta por la que fugarme, ordené a mi peón de confianza – que no volvió a dármela desde entonces- que le diera algunos pases de tanteo. “Imprevisto” giró sobre sí mismo, dio la espalda a mi subalterno y comenzó a escarbar, juguetón, ajeno a todo comportamiento razonable, como si no recordara... ¡su obligación! Mi peón de confianza regresó al burladero burlado, sin confianza, lleno de arena. Entre pañuelos y exabruptos, abandoné la barrera y me enfrenté a mi oponente. Nos miramos fijamente. El bicho tomó los primeros capotazos con desmedida obediencia y buena voluntad. Peleó con el caballo con tanto ardor y entrega que aún no han conseguido atraparle (al jamelgo). El tercio de banderillas transcurrió sin graves incidentes; excepción hecha del palo que “Parrita” le clavó a “Chano” por un lamentable error de apreciación.
Montera en mano, muleta perfectamente doblada y estoque de madera haciendo juego, saludé al presidente –que no me hizo el menor caso-, y me dirigí hacia el centro de la plaza. Entre aplausos, olés y jocosas exclamaciones como: “¡Eres el más grande!”, “¡Vivan tus bemoles!”, o “¡Acaba con él, toro, acaba con él!”, giré sobre mis talones en un brindis apoteósico y multitudinario, hermoso presagio de la primera gran faena de la tarde. Sin embargo..., aún no había llegado la montera al suelo, cuando “Imprevisto” se arrancó violento y decidido, me levantó por los riñones, me volteó hasta el ridículo y me paseó por toda la plaza entre los gritos enfervorizados de la multitud y los pasodobles de la orquesta, cuyo director era enemigo declarado de mi arte. Cuando desperté en URGENCIAS, lamenté no haber seguido durmiendo. Una solícita monjita, más fea que mi segunda suegra (lo que resulta milagroso cuando menos), me refrescó los labios con unos cuantos sorbos de agua de limón. Avisado a través de la megafonía interior, el médico apareció en la habitación y me saludó familiar y campechano. 
- El toro le ha dado un buen susto.
- Dígamelo a mí.
- ¡Ya, ya, me hago cargo!
- ¿Qué tengo, doctor?
- Aparentemente nada.

- Entonces, ¿por qué tengo escayolado todo el cuerpo, salvo los dedos meñiques de los pies?
- ¡Simple precaución, señor Estrellado! Pensamos que, con tanto zarandeo, debe haberle producido algún traumatismo; pero aún no lo hemos encontrado.
- ¿Cuánto tiempo llevo aquí?
- ¡Eeeeh...! Cuatro días.
- ¿Y en cuatro días no han logrado encontrarme ninguna fractura, ningún desgarro, ninguna...?
- De momento, está en observación y con pronóstico reservado.
- ¿Hasta cuándo?
- Un par de meses aproximadamente.
De momento, ya voy por el octavo. Pero la conversación con el médico prosiguió brevemente.
- Y, entretanto, ¿de qué vivo?
- De la caridad, hermano, de la caridad – interrumpió esa vieja beata metida a samaritana imposible.
Por fortuna, mi representante acudió a mi rescate y me trasladó a su tierra natal; donde aprendí los secretos de...



LITERALIA II


GENEALOGÍA


A mi abuela no le gustaban los niños.
Creía que amamantar a los recién nacidos libraba de nuevos embarazos.
 Para ganar  un dinero extra, algunas noches mi abuelo hacía vigilancia en los teatros, donde veía los esbeltos cuerpos de las vedettes.
De regreso a su casa, compraba dos pasteles con la sana intención de compartirlos a con mi abuela.
A mi tío Luis le encantaban los dulces, por lo que esperaba despierto a su padre para que le diese los pasteles recién comprados. Hasta que no los conseguía, no le dejaba reunirse con  mi abuela. Una vez obtenidos, los compartía con su sombra en un juego inocente: “Uno para mi, otro para ti; uno para mi, otro para ti; uno para mi…”. Por fin mi abuelo podía acostarse con mi abuela, que también prefería los pasteles.
Tuvieron once hijos.

Mi tía Paca estaba casada con un comunista y tenían dos hijos. Represaliado tras la guerra, mi tío Esteban se alistó en la División Azul para ganar algún dinero. Como volvió con hambre, tuvieron dos hijos más.
Mi tía Lola era muy guapa en su juventud, según me han contado ante mi incredulidad. Una operación de vegetaciones le torció el gesto y le agrió el carácter. Desde entonces, fue una solterona intrigante y amargada.
Mi ya citado tío Luis pasó mucha hambre durante la posguerra. Quizá por eso siempre estuvo delgado, quizá por eso repetía que quería carne, mucha carne. Quizá por eso se casó con una mujer inabarcable.
Mi tío Antonio era el crápula de la familia, aunque ahora no lo recuerde. Salía de casa de mi abuela por la mañana temprano hacia el trabajo y regresaba la noche de cualquier otro día para cambiarse de ropa. Nunca tenía un duro. Quizá por ese motivo se casó con el traje de novio de su hermano Luis.
Mi tía Carmen era muy agraciada y atrevida. Todos los jóvenes del barrio soñaban con ella. Alegre y vital, conoció a un hombre casado  con hijos con el que formó una familia y vivió numerosas peripecias, mientras huían de su otra progenie. Mi tío Juan, su marido, hablaba con los pájaros y coleccionaba sellos. Ella inventó todas las trampas del parchís.
Mi tía Teresa enviudó muy joven, y quedo con tres niños pequeños. Ellos fueron su única vida.
Mi tío Pepe se instaló en París al terminar la guerra. Se casó por poderes con una andaluza a la que perseguía por su minúsculo apartamento hasta cansarle, aburrirle o sofocarle. Entonces, ella se derrumbaba sobre la mesa de la cocina, y mi tío se afilaba los dientes.
Mi tío Germán marchó acogido a un pueblo valenciano, donde se casó e hizo fortuna. Hombre cabal, sigue extrañando a sus hermanos, no concibe la vida  de un hombre sin una dona, ganarse el pan sin el sudor de la frente. 
Mi padre fue el benjamín, por lo que pasó menos privaciones que sus hermanos. Se casó con una vecina modistilla. Siempre quiso tener hijos. Cuando nací yo, su primogénito,  se sintió satisfecho o arrepentido; aunque nunca lo admitió. 
Entremedias, estaban mis tíos Vicente y María, pero murieron demasiado jóvenes para hacer historia.
Durante los meses en que mi abuela permaneció ingresada en ún hospital de la sierra para curarse una afección pulmonar, mi abuelo tuvo un hijo de una relación extramatrimonial. Según me contaron, “no podía estar parado”.
Mi abuelo era bombero.




CRÓNICA DE SOCIEDAD (urbi et orbi)


- En  la “catedral del mar” barcelonesa -Basílica de Santa María del Mar- puede verse un escudo del F.C. Barcelona., “més que un club”, por ser uno de los patrocinadores de las nuevas vidrieras instaladas en la década de los sesenta del siglo pasado. Construida en el siglo XIV, se encontraba más cerca del mar que en la actualidad. Dicha circunstancia explica el nombre del barrio -La Ribera- donde se ubica. Ocupa el lugar de un templo anterior llamado Santa María de les Arenes por levantarse sobre un antiguo anfiteatro romano. Se reconstruyó tras un atentado anarquista en 1936 que redujo el edificio a poco más que sus cimientos.
- La palabra “pasquín” proviene de una las estatuas “parlantes” de Roma llamada Pasquino, donde solían fijarse libelos y escritos difamatorios contra el Papa, los cardenales y otras autoridades. Otras estatuas parlantes son Marforio, Madama Lucrezia, el Abate Luigi, Il Babuino e Il Facchino (el portero).

- Según las crónicas, durante la fiesta primaveral en honor del dios mixteca (azteca) Xipe Tótec , llamado Tlacaxipehualiztli (en nahuatl, ·ponerse la piel del desollado), se sacrificaban prisioneros que habían luchado antes en un combate ritual. El perdedor era asesinado y desollado. Los sacerdotes del dios empleaban las pieles para vestirse con ellas y a las estatuas de la divinidad, relacionada con la fertilidad, la muerte y la resurrección.
- En 1786, el conde eslovaco Maurice August Benyovszky murió en Madagascar a los treinta años. Soldado en los ejércitos húngaro y polaco, conoció la prisión en la inhóspita península ucraniana de Kamchatka que cuenta con 29 volcanes activos y donde se alcanzan temperaturas inferiores a los treinta grados bajo cero. Junto a su compañera Aphenasie huyó en barco hasta alcanzar las costas de Madagascar, donde fundó una colonia y fue nombrado rey, cargo que ostentó unos pocos años hasta que lo expulsaron los franceses, interesados en explotar las riquezas de la isla.


FRASEOLOGÍA


Aforismos de Carmen Canet, filóloga y autora contemporánea.

- La amistad es una obra. El amor, un edificio en construcción y deconstrucción.
- La sonrisa es una lïnea curva que hace más recto el camino.
- El desprecio, ese disfraz de la envidia.
- El que se equivoca ya viene confundido.
- Se retrata el presente con futuro, aunque haya pasado.

- La soledad es la última forma del amor


CONTRAPORTADA



Hernández y Fernández


No hay comentarios:

Publicar un comentario