CANDIL LITERARIO Nº 24
CARTAS INFERNALES
Madrid, 1 de febrero de 2024
Querido Enrique, los machos hispanos siguen matando a sus mujeres y exparejas y, de vez en cuando, a sus hijos para hacer más daño a sus madres. Continúan demostrando su gran inteligencia. Las autoridades se limitan a dictar órdenes de alejamiento que se saltan cuando les parece bien. También se probó colocarles pulseras eléctricas -que algunos dirigentes políticos presentaron como un invento revolucionario- que avisaban a la policía cuando se acercaban a determinada distancia de sus víctimas, pero no parecen haber tenido demasiado éxito o los periódicos y televisiones no las consideran noticia relevante. Ya sabes que prefieren sucesos impactantes, violentos, dramáticos o sentimentales que generen morbo, repulsa o emoción en sus lectores y espectadores para vender más diarios y aumentar sus índices de audiencia. Por otro lado, los señoritos y señoritas de Vox -y el PP donde gobiernan aliados-, ese partido que persigue el pasado en vez del futuro (por simple interés crematístico), niegan su existencia y lo reducen a “violencia intrafamiliar”. Quizá crean que los hombres, por hombres, tienen algún derecho natural a agredir y asesinar a sus parejas, cuando los abandonan por maltratarlas y que, en definitiva, algo habrán hecho para sufrir su ira y su violencia. Es decir, la mujer en casa y con la pata quebrada. De hecho, eliminan cualquier tipo de ayuda a las víctimas de violencia -de género y vicaria, como llaman a la ejercida sobre los hijos por, supongo, que sus padres son sus representantes- en los pueblos y comunidades donde gobiernan solos o en coalición con el católico Partido Popular. Tiene su lógica: ¿para qué gastar dinero en algo que no existe? Quizá hayan pensado emplear dicho dinero para actividades más interesantes para la población como los toros, la caza o el flamenco, o cursos de verano donde grupos ultracatólicos y extrema derecha adoctrinen adecuadamente a los niños y niñas, siempre por separado, para convertirles en hombres y mujeres como Dios manda, es decir, sus autoproclamados representantes en esta sufrida Tierra.
Por otro lado, durante el pasado mes de noviembre se concentraron todos los días miles de manifestantes patriotas y católicos aleccionados por una organización juvenil próxima al citado partido Vox, pero no incluida en él (para que no puedan acusarle de un posible delito de manifestación ilegal ante la sede de un partido político), en la calle Ferraz, cerca de la sede central del partido socialista, en protesta por la amnistía a Puigdemont y sus colegas que ya te comenté en otra carta. Algunos vecinos, los comerciantes y los dueños de los bares estaban encantados con las muestras de patriotismo de los defensores de la única verdad que incluían quemas de coches y lanzamiento de adoquines; por tanto, alboroto y disminución de la clientela, lo que derivó en despido de algunos camareros. Daños colaterales como suele decirse. Los manifestantes enarbolaron banderas con el aguilucho franquista -para despejar dudas- y la cruz de Borgoña carlista (y de los gloriosos Tercios españoles integrados por mercenarios extranjeros en su mayoría). También ondearon enseñas actuales con un agujero en medio al cortar el escudo como protesta contra el actual monarca, al que consideran traidor y cómplice del presidente Sánchez por nombrarle y no cesarle; aunque no pueda hacer ninguna de las dos, pues se limita a refrendar los acuerdos del Congreso de los Diputados. Escondidos entre ellos había ultras de equipos de fútbol y militantes de grupúsculos extremistas minoritarios que alimentaban la violencia callejera y buscaban, tal vez, un poco de publicidad. Te habrías divertido mucho viendo las concentraciones, aunque me temo que hubieras querido estar presente para palpar ese ambiente lleno de odio y violencia en el que se sospechaba de todo Cristo, nunca mejor dicho. Al ser manifestaciones ilegales por carecer de autorización gubernamental -quizá creían no necesitarla al ser los auténticos españoles- la policía cargó contra los reunidos; lo que provocó sus protestas e indignación. ¿Cómo se atrevían a reprimir a los que defendían los valores que han hecho a España una, grande y libre -con Franco- donde nunca se ponía el sol? En sus proclamas reivindicaban la figura del dictador, el regreso de Don Pelayo y una nueva Reconquista que expulsase a todos los inmigrantes que invaden el país, incluidos los que limpian y cocinan en sus casas, o trabajan como criadas (tras quitarles los pasaportes en algunos casos), cuidan sus jardines y a sus hijos, o desarrollan tareas que desprecian los españoles demasiado señoritos. En legítima defensa según su parecer, arrojaron piedras y vallas a los policías; mientras los insultaban y empujaban tras pasar de héroes a enemigos mortales. Cuando detenían a alguno, intentaban zafarse, como es su obligación, entre comentarios tan manidos como: “¡Usted no sabe quien soy yo!”. Y, en efecto, no lo sabían. Después presentaron varias denuncias contra los agentes y el delegado del gobierno, un sociata rompepatrias como todos, por su desmesurada y violenta actuación contra ellos. Incluso se presentó varias tardes un diputado y concejal de Vox -las incompatibilidades y el cobro de un único sueldo público solo afectan a los pringados- para increpar a los agentes y recordarles que sólo deben detener y golpear a los peligrosos rojos que inundan el país. Las denuncias contra los patriotas terminaron con multas. Poco a poco fue disminuyendo la asistencia a las manifestaciones, lo que no impidió que sacasen un pelele del presidente Sánchez al que mantearon e insultaron, mientras cantaban: “¡Pinocho, pelele! ¡Un, dos, tres, colgado de los pies! (como aventuró el preclaro Abascal durante la entronización del presidente argentino Milei, otro desquiciado). ¡Sánchez es un cobarde y un pelele que ha entregado España a los independentistas!”. Las posteriores denuncias socialistas ante los tribunales terminaron con el archivo de las mismas, porque los jueces determinaron que “no podía identificarse claramente al muñeco con el presidente Sánchez” en un nuevo ejercicio de sentido común.
Las protestas políticas fueron desapareciendo y trocándose por rezos de rosario, pues “sólo la oración salvará a España. Rezamos por la unidad de nuestra patria” según sus promotores, que siguen realizándose un día a la semana frente a la puerta del santuario del Sagrado Corazón de María, esquina con Ferraz. Sus organizadores convocaron el rezo de un Rosario Nacional para el día de Reyes, tal vez para mantener entretenidos a los niños, si no les gustaban los juguetes que les trajeron sus majestades de Oriente.
El último acto notable hasta la fecha -sus reuniones han perdido interés informativo- lo realizaron el 31 de diciembre pasado, cuando la citada organización juvenil cercana a Vox montó una colecta para conseguir fondos para comprar uvas y comerlas en Nochevieja frente a la citada sede socialista de Ferraz. Lograron reunir a trescientos valientes irreductibles, descendientes tal vez de Leónidas y sus muchachos.
En fin, Enriquito, me despido hasta la próxima. Intenta localizar a Berlanga para que escriba un guión y ruede una película sobre estas efemérides tan entretenidas.
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