viernes, 29 de diciembre de 2023

candiliterario 13

 


CANDIL LITERARIO Nº 13




CAPÍTULO X



Tras una noche sin dormir, velando a Reme en el depósito, se presentó en el despacho de Hontanares con la espada en una mano. Saludó al comisario, dejó el arma sobre su mesa y se dejó caer en una silla, mientras comenzaba a relatarle los acontecimientos ocurridos tras dejarle en el museo. Comenzó con:

  • Comisario, la tenía clavada en el corazón.

  • ¿Quién?

  • Reme, una camarera del museo.

  • ¿La conocía bien?

  • Bastante. Llegué a intimar con ella.

  • Me alegro por usted – comentó Hontanares sin entender bien el verdadero significado de la última frase de su ayudante.

  • Los técnicos han determinado que puede ser la espada desaparecida.

  • Nos acercaremos hasta la embajada para entregársela a monsieur Martel y daremos por cerrado el caso.

  • Comisario, le debo algo a Reme. Fue muy generosa conmigo.

  • ¿Generosa? Creo que no le comprendo.

  • ¿Tengo que explicárselo?

  • Eeeh...¿usted y ella?

  • Sí.

  • No desaprovecha una oportunidad.

  • La vida es corta, comisario.

  • Y su caradura, grande... ¿Qué propone?

  • Considerar su muerte como parte del robo de la espada, nos permitiría investigarla y mantener el caso abierto.

  • ¿Han encontrado alguna huella?

  • Están analizando las de Reme y dos parciales en la empuñadura según me han dicho. Parece que el asesino no era muy cuidadoso.

  • ¿Podría ser que el coleccionista la eliminara o mandara eliminar para atar cabos sueltos? No sería la primera vez.

  • También, pero debemos esperar los resultados definitivos de los técnicos.

  • Entonces, dirijámonos a la embajada para informar a monsieur Martel de que hemos recuperado el arma y se la entregaremos en cuanto concluyan los trabajos del laboratorio.

  • ¿Para qué?

  • Para que conozcan la eficacia de nuestros métodos – señaló Hontanares.

  • ¿Acaso espera de los parisinos una palmadita en la espalda?

  • Su opinión es irrelevante, pero creo que deben saberlo.

Entonces sonó el teléfono. Descolgó el comisario y dijo:

  • A la escucha.

  • Soy Recuenco, del laboratorio.

  • ¡Vaya, qué eficacia! - comentó Hontanares.

  • Al rellenar el petitorio 23/1853B, su ayudante incluyó las palabras: prioridad absoluta, por lo que hemos aparcado las demás investigaciones para centrarnos en el análisis de la espada entregada.

  • ¿Qué es un petitorio? - inquirió Hontanares poco ducho en jerga administrativa.

  • Un formulario para realizar una petición – respondió el técnico de laboratorio con desgana.

  • ¿Y no puede utilizar esa palabra para que nos entendamos todos?

  • Supongo.

  • ¿Qué han descubierto?

  • Hemos cotejado las huellas de la difunta en todas las bases de datos disponibles y hemos encontrado una incongruencia?

  • ¿Incongruencia dice?... ¿Algún problema con las huellas? - se interesó Hontanares.

  • No, no. Según consta en el formulario de petición su ayudante señaló que la mujer se llamaba María de los Remedios Sanchidrián, pero los resultados que hemos obtenido en los ficheros de la Interpol corresponden a una persona fichada en Francia por hurtos menores llamada Françoise Durand, 28 años, hija de Ezequiel Durán, nacido en La Restinga, localidad de la isla de El Hierro, que emigró al país vecino y se instaló en Dijon, donde trabajó en una fábrica de mostaza, y de Brigitte Chabanne, ama de casa. Estudió Ingenieria Mecánica en la Universidad de Bretaña Occidental. Hablaba inglés, alemán, español y... francés lógicamente.

  • ¿Está seguro? - insistió el comisario.

  • Le he resumido su ficha, pero los datos son exactos.

  • ¡Bien, gracias!... De todos modos, espero un informe por escrito.

  • Tardaremos unos días. Quedan muchas pruebas por realizar, pero quería informarle de esta novedad por si agilizaba su investigación.

  • Gracias de nuevo.

  • ¿Quién era? - se interesó Martínez.

  • Recuenco, el mismo técnico de laboratorio de la otra vez.

  • ¿Qué quería?

  • Informarme de que las huellas de su amiga Reme...

  • ¿La descartan como sospechosa?

  • No. Según los archivos de la Interpol su amiga era francesa, tenía antecedentes por hurtos menores y se llamaba … (lee la cuartilla donde lo anotó)... Françoise Durand. Era hija de un inmigrante canario, lo que puede explicar la facilidad con que manejaba nuestro idioma.

  • ¿Cómo dice? -exclamó Martínez-. ¡No puede ser!... ¿Está diciendo que he dormido con una delincuente?

  • ¡Ah, ignoro con quien se acuesta usted!

  • ¡Con ella, comisario, se lo he dicho antes!

  • No suelo memorizar los datos irrelevantes.

  • Pero... era una simple camarera.

  • ¿No sería una tapadera?

  • ¿Insinúa que Reme, mi Reme, robó la espada? ¿Cuándo la sacó, si abandonamos juntos el museo, aprovechando que se había ido la luz?

  • ¿Cómo dice?... ¿Abandonó su puesto sin mi permiso?

  • ¿Qué podía hacer allí a oscuras?... ¿Se fijó usted en lo buena que estaba?

  • Sólo tenía ojos para la espada como era mi obligación.. No le empapelo, porque le necesito - advirtió Hontanares.

  • ¡Claro, claro!... ¡Qué injusticia! Ahora tendré que dormir con mi señora.

  • ¡Degenerado! -explotó el comisario, mientras se convertía en Obélix-. Vamos a la embajada para informar al agregado. Después, acérqueme al museo, y, desde allí, se traslada al domicilio del coleccionista para vigilarlo. Le mandaré un relevo por la tarde.

  • Comisario, no creo estar en condiciones de trabajar. Estoy muy afectado por Reme.

  • ¡Reme no existe, insensato!... Se llamaba Françoise y pudo haber robado la famosa espada Durandal en nuestras narices.

  • ¿Dónde la escondió? En su piso no la vi nunca.

  • Pudo guardarla en el museo hasta que se la entregó al coleccionista. Nunca se nos hubiera ocurrido buscarla en el mismo sitio donde desapareció.

  • ¿Cómo pudo cogerla, si estaba junto a mi cuando se fue la luz en el museo? ¿Tendría un cómplice?

  • Habrá que investigarlo.

  • ¡Pobre Reme! -se lamentó Martínez-. Morir de esa manera tan horrible... ¡Estaba tan buena!

  • Lo suyo es fijación.

  • Para una distracción que tengo, termina tan mal. ¡No hay derecho!

  • Está usted casado, ¿recuerda?

  • Porque este castrante sistema social me obliga para poder acostarme con una mujer. ¡Yo siempre he defendido el amor libre!

  • ¡Menudo caradura está hecho!

  • Soy un hombre muy débil, comisario.

  • Si hubiera caído en la marmita de poción mágica como yo – respondió Hontanares, mientras salía del despacho camino del ascensor.






La entrada de Obélix en la embajada revolucionó a todos los presentes, empleados y particulares. Ivonne informó a los policías que monsieur Martel estaba en su despacho.. Martínez la miró de arriba a abajo con ojos hambrientos. La Relaciones Públicas le sonrió profesional. Aún recordaba el último masaje que le había dado Aline. El agregado escuchó sus novedades y agradeció su celo y profesionalidad. Añadió que podían quedarse con la espada todo el tiempo que necesitasen, pues, como ya sabían, habían puesto una réplica para que el público siguiera disfrutando la exposición. Durante el trayecto, Hontanares solicitó al agregado que recabase información a la Sureté sobre una ciudadana francesa llamada Françoise Durand, pues la investigación seguía abierta, y, al estar presente en el museo durante la sustracción de la espada,, necesitaba descartarla como sospechosa. Obélix y monsieur Martel se trasladaron hasta el museo en un vehículo de la embajada, mientras Martínez se dirigió al domicilio del coleccionista. Cuando llegaron a la exposición, el comisario de la misma, el citado monsieur Pompholix, situó a Obélix-Hontanares junto a la vitrina donde lucía la espada de Bertrand Du Guesclin para que desentonase menos en el conjunto al pertenecer a una época posterior a los demás objetos.

martes, 26 de diciembre de 2023

candiliterario12


CANDIL  LITERARIO Nº 12    



 


CAPÍTULO IX



Tras un café con leche y una barrita con tomate en la cafetería de la Direc­ción General, Martínez se dirigió al despacho del comisario Hontanares, que había dejado de ser su vivienda desde que convivía con Silvia Alphand, para comunicarle las novedades.

  • ¡Buenos días, comisario!

  • ¡Buenos días!

  • Como cabía esperar, mis pesquisas en el domicilio del sospechoso cuyas huellas se encontraron en la vaina de la espada y en las tiendas de antigüedades han resultado baldías. Comisario, este caso parece un túnel sin salida. Estamos dando palos de ciego por pura rutina.

  • Contacte con el señor Carrasquilla e infórmele de que ya puede recoger su vehículo. Después, trasladase a la embajada y transmita a monsieur Martel el estado de nuestras investigaciones.

  • ¿No estará en el museo?

  • Lo ignoro – señaló Hontanares.

  • En ese caso...

  • Luego, tómese el resto del día libre. Lleve a sus hijos al zoo o a cualquier otro sitio.

  • Hoy es día lectivo y tienen colegio.

  • Pues lleve a su mujer a bailar o al cine.

  • Prefiero probar otros bocados, comisario.

  • Lo que haga en su vida privada no es asunto suyo, aunque desapruebo sus … veleidades.

  • Si hay alguna novedad, deme un toque.

Después se despidió y regresó a la calle. En el coche, telefoneó a Reme y quedaron para comer y... lo que surgiese.

Hontanares se sirvió un vaso cumplido de Vichy Catalán, puso en el tocadiscos el “Orlando” de Haendel, ópera que tiene por protagonista a Roldán, el dueño de Durandal, la espada más afilada del mundo, y prosiguió con la lectura de Morgan Philbilly. A mediodía se citó con Silvia Alphand en un restaurante asturiano recién abierto, donde disfrutaron una suculenta comida -empanada de pichón y cachopo, ella; pastel de cabracho y escalopines al Cabrales, él-, unos exquisitos frixuelos rellenos de nata y mermelada de frambuesa, regada con un Valdemonje Albarín Negro de la bodega Monasterio de Corias que no conocían y quedó incluido entre sus predilectos; aunque Hontanares prefería los vinos de la Ribeira Sacra.






Sobre las cinco y media de la tarde, instalado ya en su despacho, el comisario recibió una llamada de Antiguo Villacañas, el anticuario que había quedado en sondear a algunos colegas y transmitirle la información recabada.

  • Comisario, soy Antiguo Villacañas, ¿me recuerda?

  • Eeh..., sí..., el anticuario.

  • El mismo. Por cierto, me ha costado Dios y ayuda conseguir hablar con usted. Comunicaba siempre.

  • Yo estoy solo y no he hablado con nadie. ¿Qué tiene para mi?

  • Poca cosa. Como suponía, a ninguno de los colegas con que he hablado le han ofrecido la espada. Y le hablo de los anticuarios más importantes de la ciudad.

  • Mi ayudante ha sondeado a sus colegas de la zona del Rastro con los mismos resultados.

  • Sin embargo...

  • Diga, diga.

  • Me ha llegado el rumor de que un coleccionista particular había encargado el robo a una ladrona internacional cuya identidad desconozco.

  • ¿Del coleccionista o de la ladrona?

  • De ella, comisario.

  • Entonces, ¿conoce el nombre de él?

  • Sí, pero recuerde que sólo es un rumor.

  • Ya es más de lo que tenemos. Dígame, señor Villatortas.

  • Villacañas, comisario.

  • Disculpe.

  • Se llama Ian Drinker. Es el máximo accionista de una compañía aérea de bajo coste y tiene su residencia en un paraíso fiscal, la isla de Jersey.

  • Sin pruebas, no podemos pedir una orden para investigar sus cuentas o su extradición.

  • En todo caso, dudo mucho que pudiera demostrar su participación en el atraco.

  • ¿Por qué lo dice?

  • No creo que sea tan tonto como para firmar un contrato con una ladrona.

  • ¡Parece razonable! -admitió Hontanares-. ¿Conoce alguna otra direc­ción del susodicho?

  • Posee un piso en la calle de la Constancia, 22.

  • ¿Por dónde queda eso?

  • Ni idea, comisario.

  • ¡Gracias por la información!... ¡Que tenga buen dia, señor Villatablas!

  • Eeh.., adiós, comisario.

Nada más colgar, descolgó y marcó el número de Martínez.

  • (con voz soñolienta) Diga, ¿quién es?

  • Martínez, soy Hontanares.

  • No me da un respiro, comisario.

  • Hay novedades. Preséntese en mi despacho en diez minutos.

  • Tendrán que ser cuarenta. Estoy... ocupado.

  • No me interesa su vida privada. ¡Media hora o le expediento!

  • Haré lo que pueda.

  • Lo que le ordeno. ¿Ha llamado al taxista?

  • Todavía no.

  • Olvídelo. Quizá tenga que hacerle otra visita.

  • ¡Magnífico!... Me vendrá bien un tentempié.

Colgó, se vistió, besó a Reme, dormida en la cama, y bajó a la calle. Condujo hasta la Dirección General sin más interrupciones. Cuando entró al despacho del comisario, dijo:

  • ¿Cuáles son esas novedades que no podían esperar a mañana?

  • Me ha llamado el anticuario, el señor Villanueva, y...

  • ¿Villanueva? No me suena ese apellido.

  • Es algo parecido – admitió Hontanares.

  • ¡Villacañas! - recordó Martínez.

  • ¡Da igual!... Me ha informado de que corre un rumor según el cual un coleccionista privado habría encargado el robo a un ladrona internacional cuya filiación desconoce.

  • ¿Algo más?

  • Se llama Ian Drinker.

  • Creo que Ian es nombre masculino.

  • Me refería al coleccionista. Tiene un piso en la calle Constancia 22. Quiero que lo visite

  • ¿Por dónde cae?

  • Ni idea. Por eso visitará de nuevo al señor Carrasquilla.

  • ¿Usted no me acompaña?

  • No, tengo mucho en lo que pensar.

  • Usted lo que quiere es escaquearse.

  • Yo soy el cerebro de esta investigación.

  • ¡Claro, claro, Einstein!

  • Quiero su informe a última hora del día.

  • ¿Qué hago si encuentro al coleccionista? ¿Y si no lo encuentro?

  • Vigile el edificio. Necesitamos más pruebas para poder actuar contra él.

  • ¿De la ladrona sabe algo más?.. ¿Es nacional, está buena, qué aspecto tiene, etc?

  • No.

  • Pues que bien.

Después, salió del despacho y condujo hasta el domicilio de Régulo Carrasquilla, donde mantuvo la siguiente conversación:

  • Régulo, ya puede recoger su vehículo en el garaje de la Dirección General.

  • ¿Lo habrán dejado como estaba?

  • ¡Mejor, porque se lo han lavado!

  • ¿Le han hecho una revisión completa?

  • No se pase.

  • Tengo que sacar algo por mi colaboración desinteresada con la autoridad.

  • ¿Colaboración?... ¿Desinteresada? Era una orden del comisario.

  • ¿Qué se le ofrece esta vez?

  • Conocer la situación de una calle.

  • ¿Tiene gusa?

  • ¿Dónde ha aprendido esa jerga?

  • La utilizó un cliente, el mismo que encontró la vaina que descubrieron sus compañeros, y le pregunté su significado. No he dejado de usarla desde entonces.

  • Es usted sorprendente, Régulo.

  • Donde fueres, haz lo que vieres.

  • Pues, hombre...

  • ¿Hace un chocolate con picatostes? Mi Rita lo borda... ¡No la merezco!

  • Una buena mujer es la mayor fortuna que podemos tener, amigo Régulo.

  • Sabias palabras.

  • Yo tengo a la mía en un altar.

  • Postura que le honra... Rita, dos tazas de chocolate con picatostes, por favor. Tenemos invitados.

  • ¿Qué tal está su hijo?

  • Revoltoso y protestón, como debe ser.

Apareció Rita con una bandeja en la que traía el chocolate y los picatostes. La dejó sobre la mesa, y, tras saludar a Martínez, desapareció para seguir con sus tareas, fueran las que fueran; aunque ambos hombres la escucharon hablar y reír por teléfono.

  • ¡Qué mano tiene su señora, amigo Régulo!

  • ¡Está cojonudo!

  • En fin, necesito saber dónde cae la calle de la Constancia.

  • No sé... Por aquí no he visto mucha.

  • Hágame el favor de contactar con sus colegas.

  • Lo haré por usted, me cae bien y siempre ha intentado ayudarme; al contrario que el majara de su jefe.

  • Bueno, bueno, cada uno tiene su carácter. Dejémoslo en peculiar.

  • ¿En qué mundo vive con sus disfraces ridículos, su agua mineral y su sentido del deber anticuado?

  • Se ha civilizado bastante desde que tiene pareja.

  • La conozco de vista, pero debe ser una santa.

  • Una mujer de bandera, amigo Régulo. Culta, atractiva, elegante y hermosa.

  • ¿Y qué hace con... el comisario?

  • A veces me lo pregunto. Deben gustarle el riesgo o las causas perdidas.

  • Como suele decirse, siempre hay un roto para un descosido – sentenció el taxista, mientras se levantaba y ausentaba unos minutos para consultar a otros colegas la ubicación de la calle. Regresó poco después con una sonrisa de satisfacción.

  • La tenemos, Martínez.

  • Soy todo oídos.

  • Nace en la carretera de Canillas y termina en Cartagena. Es la siguiente a Pradillo.

  • Me hago una idea.

  • ¿Por qué se busca calles tan raras?

  • Yo no busco nada, surgen durante la investigación.

  • Entonces, ¿ya puedo cobrar mis cien euros?

  • Inténtelo.

  • Mañana mismo voy. ¿Dónde pregunto?

  • Eeh... En el Departamento de Pagos y Reclamaciones (cuya existencia desconocía).

  • Bien, bien – afirmó el taxista, mientras se frotaba las manos.

Martínez regresó a la calle y condujo hasta el domicilio del sospechoso, un edificio vulgar y corriente que parecía poco acorde con la situación económica que se le suponía. ¿Sería una tapadera para pasar desapercibido? Martínez aparcó el vehículo y caminó hasta el portal, donde charló con el portero -conserje le corrigió- tras identificarse ante él. Le rogó prudencia y colaboración. No, no había cometido ningún delito, pero la policía necesitaba conocer sus movimientos. El portero comentó que vivía en el tercero derecha, no salía mucho, que llevaba una vida discreta y que recibía visitas femeninas, siempre mujeres distintas, dos veces por semana. Después, Martínez se despidió de él, pues no quería dejarse ver mucho, y regresó al Citröen Elysée; desde donde vigiló hasta que se cansó y regresó a la Dirección General.

Cuando se disponía a entrar al despacho de Hontanares para informarle, vio salir a Obélix. Con total naturalidad le comentó que había hablado con el portero de la finca donde vive el coleccionista, un cuarentón bastante receloso llamado Teodoro, convencido de ser el protector de los inquilinos, para saber si el sospechoso estaba en el piso. Me preguntó quién quería saberlo y le mostré la placa, mientras le amenazaba con detenerle por interferir en una investigación policial si advertía al susodicho. Amedrentado, me confirmó su presencia en el inmueble. Le di mi tarjeta con mi teléfono para que me avisase si el coleccionista salía con equipaje y me comunicase su destino, si lo sabía. Luego preguntó a Obélix-Hontanares dónde iba, quien le respondió que al museo, pues habían reabierto la exposición con una copia de la espada que habían fabricado a toda prisa para evitar la clausura de la exhibición. Martínez le llevó hasta el museo -aún quedaban un par de horas para el cierre al público- y luego se dirigió hacia el piso de Reme dispuesto a romper la noche; pero, al llegar, encontró un coche-patrulla en el portal y a los vecinos reunidos en él. Algunos lloraban, otros preguntaban qué había pasado y por qué los habían sacado de sus casas. Martínez se identificó ante sus compañeros y les preguntó qué ocurría. Respondieron que habían recibido un aviso anónimo que advertía sobre unos gritos y ruidos de pelea en el 3ºD. Martínez sintió un escalofrío. Era el piso de Reme. Apareció otro vehículo policial y el de atestados. Subió con ellos a la vivienda. Forzaron la puerta tras llamar varias veces y no obtener respuesta. El cuerpo de la mujer yacía sobre la cama con una espada clavada en el corazón.

domingo, 24 de diciembre de 2023

candil 12





<<EL CANDIL>>

NÚMERO 12   ANNO II




PRIMERA CLARIDAD

El 20-12-2023  la Unión Europea cerró un acuerdo sobre el pacto de migración y asilo para "gestionar de  manera previsible y ordenada los flujos de inmigrantes a su territorio" que la presidenta del Parlamento Europeo, la abogada maltesa Roberta Metsola, ha calificado como "histórico" tras diez años de negociaciones. Este adjetivo se refiere más al hecho de alcanzar un acuerdo que a su contenido,  pues este pacto supone "un mayor control de la frontera exterior de  la Unión" y "ofrecerá a los países miembros una <<solidaridad a la carta>> que les permitirá eludir la acogida de parte de los inmigrantes reubicados al rechazar su traslado a sus territorios, como ya han adelantado Hungría y Eslovenia, mediante el pago de 20.000 euros por cada inmigrante".

Este acuerdo resulta "histórico"  por haber logrado solucionar un grave problema para los países miembros más que por la solidaridad que demuestra, tal y como afirma la nueva ministra española de Juventud e Infancia, Sira Rego: "La Unión Europea ha aprobado un pacto de migración que elimina el derecho de asilo en Europa. Somos un pueblo de acogida, no de odio". Pretende trasladar 30.000 inmigrantes anuales, aunque, como ya se ha dicho, los países europeos podrán rechazarlos previo pago, deportaciones rápidas en las fronteras o separación de las miembros de una familia, si lo consideran oportuno.

Las ONGs no están muy satisfechas con este acuerdo, pues  les parece más la solución  a un problema político que a una cuestión humanitaria al considerar a los inmigrantes una cuestión económica más que una oportunidad para  ejercer la solidaridad, que se le supone a los países europeos por su riqueza y alto nivel  de vida, con otros seres humanos de naciones más desfavorecidas; pues el pacto incluye la deportación para aquellos -que nos tememos sean mayoría- que "no consigan el estatus de asilado y procedan de países considerados "seguros", es decir, sin violencias que justifiquen la huida de sus habitantes, según la Unión Europea. Por tanto, niega la posibilidad de que algunas personas puedan mejorar su vida por el mero hecho de desearlo.

En definitiva, parece que muy pocos recuerdan que todos fuimos y somos inmigrantes.



SEGUNDA CLARIDAD

 -  El ayuntamiento de Quintanar de la Orden, gobernado por una coalición de PP y Vox,  cancela una obra de teatro, porque "los actores aparecen en ropa interior".

- Expulsan a dieciocho mujeres de una discoteca alicantina por "ser personas mayores ".

- Nuevo semáforo de la DGT:


- El gobierno italiano presenta un proyecto de ley para blindar los belenes en los colegios.



Esquela publicada por el diario ABC en conmemoración del vuelo realizado el 20 de diciembre de 1973





TERCERA CLARIDAD




  • El presidente argentino Sarmiento tenía un lema: Tened escuelas y no tendréis revoluciones. Por ese motivo, aumentó el presupuesto educativo de tres mil a seiscientos mil pesos. Sus enemigos políticos le bautizaron como el loco Sarmiento. En una visita al manicomio municipal de Buenos Aires, se le acercó un interno y le dijo: “ ¡Caramba, Sarmiento! Por fin, le han traído a usted aquí.”

- Durante el régimen militar de Hungría, se decidió construir una gran fábrica. Mientras se preparaba el papeleo y los inspectores informaban de que reinaba el caos en el lugar elegido para el edificio, se descubrió que la superioridad había ordenado levantar dos fábricas diferentes en el mismo sitio, por lo que unas cuadrillas de obreros destruían la obra de otras, ya que impedía la suya. También se advirtió que estaba proyectada una línea férrea que atravesaba la fábrica por el medio.


La Llamada Venus Calipigia  o Afrodita de las Bellas Nalgas fue adorada en Siracusa (Sicilia) hasta la llegada del cristianismo a la isla durante los siglos II-III d.C. Considerada demasiado erótica para las buenas costumbres, sufrió fanática persecución y muchas estatuas fueron destruidas. La reproducida en la imagen puede admirarse en los jardines del palacio de Versalles.




CUARTA CLARIDAD

  •   Un español entró un día a un estanco de Berlín a comprar cigarros. Le enseñaron unos habanos con una vítola que decía:”Cabanas”.

  • Estos habanos -dijo el español- los hace usted en la trastienda, ¿eh?

El estanquero protestó.

  • No proteste usted. Si fueran habanos, no diría en la vitola Cabanas, sino Cabañas. Esta n debería tener una tilde.

Y el español inició al estanquero en los misterios de la ñ.

Algún tiempo después el mismo español volvió al estanco . El estanquero lo reconoció en seguida.

  • Ya tenemos legítimos Cabañas -le dijo-. Mire usted.

Abrió una caja y le mostró un cigarro. En la vitola se leía: “Cabañas, Habaña”. El estanquero, orgulloso, exclamaba:

  • ¡Habaños, habaños legítimos!


                                                        (Julio Camba)    


QUINTA CLARIDAD




                             El fumista no es el que se sumerge en el misterio, sino el que se niega a salir de él

                                                        (Georges Keith Chesterton, escritor británico)



viernes, 22 de diciembre de 2023

candiliterario 11

CANDIL L ITERARIO Nº 11



(continuación Capítulo VIII)


Martínez aparcó el coche y se dirigió hacia el portal donde supuestamente vivía el sospechoso. Pulsó el botón correspondiente en el portero automático. Respondió una voz grave y avinagrada.

  • ¿Qué quieres, colega?

  • Policía. Quiero hablar con... Ernesto Valcárcel.

  • ¡Joder, joder, la pasma tú!... Yo no he hecho nada.

  • Sólo quiero hablar. Déjeme subir.

Pero la puerta no se abrió. Entonces, el policía probó otra estrategia. Volvió a pulsar en el portero automático, pero un botón diferente al anterior. Contestó una señora de avanzada edad por la voz.

  • ¿Qué desea?

  • Cartero publicitario. ¿Me abre, por favor?

  • ¡Ya va!

La puerta se abrió y Martínez accedió al interior del edificio. Subió hasta el tercer piso y, cuando se disponía a pulsar el timbre, descubrió la puerta entreabierta. La empujó levemente y entró. Sentado en un sillón desvencijado, descubrió a un hombre de unos treinta años, en pantalón de pijama negro y camiseta de tirantes que alguna vez fue blanca.

  • ¿Quién eres tú?

  • El policía que llamó antes y al que no abriste la puerta.

  • Me asusté, tío.

  • Sólo quiero hacerte unas preguntas.

  • ¿Sobre qué? Yo no sé nada, estoy limpio.

  • ¡Como todos!... Nuestro laboratorio ha encontrado dos huellas tuyas en la vaina de una espada.

  • ¿Dónde?... ¿Qué es una vaina?

  • La funda, leche.

  • Las únicas vainas que conozco son las judías verdes.

  • ¡Vamos bien!.... ¿Cómo lo explicas?

  • ¿El qué?

  • Tus huellas en la vaina.

  • ¿Vaina, espada?... ¿De qué me hablas, tío?

  • De la espada que han robado hace unos días del museo arqueológico.

  • ¿Desde cuándo tenemos uno?

  • Este tío está colgado.

  • Sí, tío. Me han pasado un material de primera.

  • La encontraron en un taxi.

  • ¿Un taxi dices?... ¿Lo conducía un tío muy raro que conduce fatal?

  • Puede ser.

  • Creo que lo cogí en... Callao, aquí cerca, porque me había salido un curro en... Legazpi. Sí, eso, en Legazpi. Cuando me senté detrás, noté que me molestaba algo. Entonces, la encontré. Era preciosa, tío, pero, como soy honrado, se lo dije al taxista y me respondió que sería de su hijo; así que la dejé donde estaba. Cuando llegué a mi destino, pagó mi jefe y se acabó la historia.

  • Entonces, ¿eso es todo?

  • Te lo juro, tío... ¡Por mi madre!

  • Sabía que no sacaríamos nada por este lado -comentó Martínez en voz baja-. ¡Hemos terminado!... ¡Qué tengas un buen día!

  • Tú también, colegui.

  • No soy tu colega.

Martínez descendió hasta la calle, subió al coche y condujo hasta la Ribera de Curtidores, donde aparcó cerca de la estatua de Cascorro. Después, consultó una libreta donde había anotado la dirección de varias tiendas de antigüedades.

La primera era: EL BLASÓN

Propietario: Eustaquio Cienfuegos

Fundación: 1974

Dirección: Calle de San Dalmacio, l6

Resultado: negativo.


Después entró en: LA CORNUCOPIA

Propietario: Ginés Entralgo

Fundación: 1983

Dirección: Calle de Carlos Arniches, 25

Resultado: negativo


La siguiente visita fue a: LA PANOPLIA

Propietario: Federico Santos

Fundación: 1948

Dirección: Calle del Carnero, 32

Resultado negativo.


La cuarta fue: LA ESPADA TOLEDANA

Propietario: Marmeto Novillo

Fundación: 2004

Dirección: Travesía de los Cabestreros, s/n

Resultado: negativo.


A la quinta tampoco: ESCUDERO E HIJOS

Propietario: Germán Escudero

Fundación: 1962

Dirección: Calle Mira el Sol, 15

Resultado: negativo.


El sexto afortunado fue: LA CUEVA DE ALIBABÁ

Propietario: Mustafá ibn Mohamed Said

Fundación: 1992

Dirección: Calle de las Amazonas, 8

Resultado: negativo


Después vino: LA MODERNIDAD

Propietario: Remigio Bienvenido

Fundación: 1981

Dirección: Calle de la Paloma, 19

Resultado: negativo.


Sobre las doce de la mañana, hizo un alto en una taberna. Pidió un vaso de vino y un pincho de tortilla, que consumió sentado, pues tenía los pies molidos de tanto andar de aquí para allá sin ningún fruto. Después, encendió un cigarrillo y leyó la prensa deportiva hasta la una, hora en que salió a la calle para reanudar la tarea.


Entró en: LA ARMADURA FELIZ

Propietario: Eduardo Retama

Fundación: 1969

Dirección: Calle de Calatrava, 22

Resultado: negativo.


A continuación: EL GALEÓN

Propietario: Anselmo San Telmo

Fundación: 1958

Dirección: Calle del Humilladero, 4

Resultado: negativo.


El siguiente fue: SEFARAD

Propietario: Simeón Leví Aberman

Fundación: 2007

Dirección Calle de la Sierpe, 10

Resultado: negativo y una aljorca para su mujer


Desde aquí se dirigió a la calle de la Ruda, donde degustó hasta el vicio un maravilloso cocido, regado por un recio tintorro de Navalcarnero. Luego, convertido en un hombre nuevo, regresó al vehículo, abrió el maletero, sacó una manta que llevaba siempre para imprevistos y se acomodó en el asiento trasero, donde durmió una siesta reparadora hasta la cinco de la tarde, hora de apertura del comercio.

Minutos después entraba en: EL ALFANJE

Propietario: Guzmán de Buendía

Fundación: 1978

Direc­ción: Calle de Luciente, 6

Resultado: negativo.


Siguió con: LOS TRES MELLIZOS.

Propietario: Rafael, Gabriel y Miguel Mora

Fundación: 2001

Dirección: Calle de los Irlandeses, 15

Resultado: negativo


Cruzó la calle Toledo y visitó tres tiendas que quedaban entre la Fuentecilla y el antiguo mercado de abastos.

En primer lugar entró en: EL ESCABEL

Propietario: Damián de la Cruz

Fundación: 1994

Direc­ción: Calle de Santa Ana, 9

Resultado: negativo


Luego: EL ZAGUÁN

Propietario: Rafael Torrente

Fundacíón: 1989

Dirección: Calle Mira el Río Alta, 17

Resultado: negativo.


La última fue: LA LORIGA

Propietario: Sierva del Señor Cifuentes

Fundación: 1963

Dirección: Callejón del Mellizo, 21

Resultado: negativo.


Harto de las visitas, recordó que Reme vivía en aquella calle y decidió telefonearle. La mujer se alegró de oírle y le invitó a una cena informal. Después, Martínez llamó a su legítima para comunicarle que volvía a tener vigilancia nocturna. Ella se lo agradeció colgándole.


 

martes, 19 de diciembre de 2023

candiliterario 10

 


EL CANDIL LITERARIO

Nº 10



CAPÍTULO VII



Ivonne Bertrand tiene veinticuatro años, pelo castaño cortado a lo garçon, rostro atractivo y cuerpo muy voluptuoso. Está licenciada en Psicología y Relaciones Sociales por la universidad de Bretaña Occidental. La embajada es su primer destino profesional tras superar unas oposiciones muy duras. Utiliza ropas cómodas y desenfadadas, salvo en la legación; donde viste el uniforme oficial consistente en un entallado traje chaqueta negro betún que destaca sus generosas caderas, camisa blanca, corbatín lacre y moño italiano. Es hija de Michel Bertrand, director de agencia bancaria en Brest, y de Pauline Pommier, profesora de instituto. Tiene dos hermanos más pequeños: Pierre y Jacqueline. Se sabe deseada por ellos y ellas.

Aline Charpentier tiene veinticuatro años, ojos zarcos, pelo rubio cortado a lo garçon, rostro atractivo y cuerpo muy voluptuoso. Está licenciada en Sociología por la universidad de Saint-Malô. Conduce un Renault Clío verde manzana. Usa túnicas amplias y vaporosas y calzado plano, salvo en la embajada donde utiliza zapatos de tacón medio y el entallado uniforme oficial que destaca sus poderosas caderas. Es hija de Michel Bertrand, director de una agencia bancaria, y de Blanche Charpentier, enfermera. Se sabe deseada por ellos y ellas.

Comparten un coqueto ático la calle de Almagro. Son hermanastras y tan parecidas que sólo un observador atento las distinguiría por el color de sus ojos.

Es un sábado por la tarde de un luminoso otoño en la hora en que el sol comienza a declinar y colorea la ciudad con tonos dorados y rojizos que recuerdan a la sangre. De fondo suena el famoso tema de Jane Birkin y Serge Gainsbourg “Je t'aime, moi non plus” que tanto escándalo provocó en su momento por los jadeos y suspiros que contenía, similares a los que emiten Ivonne y Aline en su cama de matrimonio; donde, desnudas, se besan apasionadamente y acarician sus cuerpos geográficos; mientras mantienen las piernas entrelazadas en tijera y un vibrador doble realiza su placentera misión. Su amor es tan poderoso que, a veces, raya al vicio. Espontáneas y desinhibidas, se dedican toda clase de mimos y besuqueos en cualquier momento y lugar, salvo en la legación; donde deben mantener las formas. Sólo existían ellas en esos momentos, libres en su dependencia, sedientas e insaciables en su búsqueda de placer, únicas habitantes de su paraíso particular.

Sobre el cabecero de la cama, permanece colgada una espada en la pared.





CAPÍTULO VIII




Durante la comida con Silvia Alphand, Hontanares le comentó que el caso de la espada estaba lleno de sombras. No parecía existir un motivo claro para su robo y, por tanto, ninguna pista o sospechoso que seguir. Se sentía muy frustrado. Martínez estaba investigando a un ladronzuelo, cuyas huellas habían aparecido en la vaina, aunque no esperaba grandes resultados por ese lado, y más tarde visitará a varios anticuarios por si se la hubiesen ofrecido, pero...

  • Querida Silvia, por primera vez me siento perdido.

  • ¿Has investigado a todas las personas que conoces y pueden estar interesadas en el robo?

  • Son demasiadas. El método dice que debemos pensar en algún coleccionista particular o un anticuario, como ya te dije, pero seria buscar una aguja en un pajar.

  • ¡Olvida el método!... ¿Qué sabes de los empleados de la embajada?

  • ¿Por qué iban a querer realizar un acto que perjudicaría la reputación de su país?

  • Por dinero, por soberbia, por diversión, por capricho, por... codicia – respondió ella.

  • Es una posibilidad, desde luego. Ordenaré a Martínez que investigue al agregado, el alto funcionario...,

Silvia Alphand sonrió al recordar que había sido jugador de baloncesto.

  • ...al comisario de la exposición -tiene un apellido muy extraño: Pompholix-, a la relaciones públicas de la legación, a su amiga, y... al resto de los empleados de la misma. Si no encontramos nada por ese lado, seguiremos con los empleados del museo y de su cafetería, de la mudanza, de... Será una tarea larga y exhaustiva – reconoció Hontanares.

  • Céntrate en sus finanzas y en sus relaciones familiares: amantes, divorcios, etc.

  • La lubina al limón está deliciosa, querida.

  • ¿Por qué no te tomas la tarde libre? Podríamos hacer algo juntos – dijo ella.

  • ¿Una partida de parchís o de ajedrez quizá? ¿Vamos al cine y cenamos fuera?

  • Había pensado en algo más... romántico.

  • ¿Quieres cenar con velas?

  • No, tonto. Quiero... - afirmó Silvia, mientras se acercaba a Hontanares y le mordisqueaba el lóbulo de la oreja.